“Está es tu habitación.”
Alrik me empujó por encima del umbral, cerrando la puerta con su cuerpo. Mis tacones blancos se apretaron en los brillantes azulejos de plata, hundiéndose profundamente en una alfombra de piel de oveja mientras tropezaba con su empujón.
Quería frotar mi piel donde me había tocado. Quería lavar y lavar y lavar.
Habíamos llegado hacía poco, pasando de las nubes a la tierra, concluyendo nuestro viaje en una pista de aterrizaje privada. Un coche con chofer nos llevó desde allí hasta aquí, y la resplandeciente casa de mi captor no hizo nada para hacer que mi estancia fuera más acogedora.
En el momento en que me había arrastrado dentro, me atravesó por el espacio, pasando por el comedor, la cocina, el salón y una escalera que se desdoblaba en dos direcciones. Tomó la izquierda, envolviendo los dedos con fuerza alrededor de mi muñeca como si me fuera a escapar en cualquier momento.
No hay dónde correr.
No tenía ni idea de dónde estaba. No había esperanza de escape.
Perdí la cuenta de cuántas habitaciones existían fuera del pasillo hasta que él abrió una puerta laqueada blanca y me tiró adentro.
O Alrik tenía una fascinación con el blanco, o no tenía inspiración cuando se trataba de la decoración. Las paredes eran blancas, la cama blanca, incluso el tocador, las mesitas de noche y el armario. Blanco, blanco, blanco.
Mis ojos cayeron sobre mi vestido.
¿Por eso me había comprado? ¿Porque me habían preparado para la venta con un vestido color nieve?
Retrocedí hacia las cortinas de alabastro, escondiendo la vista de un país que nunca había visitado, oculto en lo tarde de la noche.
Sus manos se extendieron como grilletes mientras se dirigía hacia mí. “Es hora de darte la bienvenida a tu nuevo hogar, ¿no crees?” Agarró el frente de mi vestido, él tiró. Duro.
Las perlas bonitas y las costuras intrincadas hicieron todo lo posible para soportar tal tortura, pero las piezas se rasgaron con un fuerte chillido.
Mis brazos se levantaron automáticamente. No para proteger mi decencia, ese lujo había sido abandonado en el hotel de trafico, sino para ocultar mi novela de papel higiénico.
Demasiado tarde.
Los pedazos garabateados esparcidos en la alfombra como pequeños cuadrados de miseria. Mi lápiz mordido rebotó libre como una astilla de mi corazón. Quería recogerlos, pero no tenía sentido. Los había visto, y no importa si los recogía o los dejaba, me los robaría.
Eso era lo que hacían los hombres como él.
Me había comprado para compartir su vida pervertida de la manera que él considerara conveniente. No lloraría por mis palabras reveladas, y no le rogaría que las dejara en paz.
Sus ojos se clavaron en el lío en el suelo, una sonrisa siniestra contrayéndose en sus labios. “Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí?”
Respiré hondo, fulminándolo con toda la fuerza que me quedaba.
Alzó una ceja mientras se agachaba para recoger una pieza. Leyendo los garabatos, miró hacia arriba. El hecho de que se inclinara ante mí no escapó a mis conocimientos. Sin embargo, no era tan tonta como para creer que la posición lo ponía debajo de mí. Podía causar tanto dolor allí abajo como él podía conmigo arrugada y llorando a sus pies.
“¿Qué es exactamente esto?”
Rompí el contacto visual, mirando la pared blanca pintada. No había obras de arte. Ninguna personalidad: un vacío de la nada.
“No responderme está perdiendo sentido, muy rápido.” Alrik se enderezó, levantando un puñado de mis páginas en la cara. “¿No quieres decírmelo? Bien. En ese caso, ya no los necesitas.”
Agarrando cada hoja, se dirigió a la puerta. “Te sugiero que te duermas, Pimlico, porque mañana, tu verdadera bienvenida comienza.”
A Nadie:
El se fue. Se ha llevado mis confesiones anteriores, pero no mi lápiz. Oculto lo que transcribo ahora, así que nunca tendrá estas nuevas páginas. Es tarde, muy tarde, pero no tengo un reloj en esta tumba sin emociones. Mañana, mi vida cambiará, y puedo o no ser capaz de escribirte sobre lo que atravieso.
Saber que estás allí para escuchar es suficiente. Tener tu aceptación y no tu juicio me mantendrá en marcha.
Mi madre estaría orgullosa de mí. He durado tanto tiempo con mi dignidad intacta.
¿Puedo decirte un secreto, Nadie? Lo que Alrik me haga mañana, sexualmente, será lo primero que alguien me ha hecho. Tengo dieciocho años y soy virgen. Te da risa, ¿verdad? Pero eso es lo que sucede cuando vives en mi mundo. Mi madre me obligó a elegir los libros sobre los niños y los estudios sobre el sexo. Quiero decir, si hubiera encontrado a un tipo que me gustara lo suficiente para durar unas pocas citas y tener algunos besos descuidados, sus reglas no me habrían detenido. Pero no lo encontré. Y ahora, nunca lo haré porque me han quitado esa elección.
¿Es estúpido no tener miedo de sus puños o botas o cadenas? ¿Es ridículo que no tenga miedo de los palos y los látigos y equipos de tortura? Todo lo que realmente temo es él. Su ... pene.
¿Dolerá?
¿Voy a sangrar?
¿Quién estará allí para hablar conmigo cuando termine y me sienta diferente?
¿Cuándo me obligue a pasar de chica en mujer? ¿De adolescente a esclava? ¿De libre a rota?
Tu, supongo. Sólo tu. Hasta mañana, Nadie.
Duerme bien porque yo no lo haré.
***
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