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viernes, 9 de junio de 2017

PENNIES - CAPITULO 23


Santa mierda, ¿qué está haciendo?

Me puse rígida cuando su mano forzó la mía, presionando mi dedo medio, sin darme otra opción que obedecer. Mis nudillos se calentaron cuando su gran palma me ahogó.

No podía apartar la vista mientras sus dientes apretaban su labio inferior. Hice lo imposible por evitar que cada celda ardiera con la forma erótica que se empujaba contra mi cadera. No se había quitado los pantalones, pero eso no detuvo el calor de acero de su erección.

Demasiado estaba ocurriendo.

Demasiados estímulos.

No sabía en qué enfocarme: su cuerpo emparedado a lo largo del mía, su mano ordenando que me sintiera, o su polla disfrutando de mí de la manera más extraña.

Me hacía claustrofóbica y quisquillosa.

¡Quiero correr!

Pero entonces, todo lo demás se desvaneció cuando la punta de mi dedo entró en mí.

¡Detente!

Lo reprobaba.

Lo detestaba.

Yo...lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba.

Mi dedo era tan delgado y pequeño comparado con lo que normalmente me brutalizaba. Mi uña era afilada cuando se deslizaba dentro de mí con la ayuda del dominio del Sr. Prest. Mi cuerpo se estiró para acomodar el dedo flaco y la sensación más extraña de tocarme me hizo temblar con equivocación.

Nunca había tocado nada tan extraño en toda mi vida.

Lo quería.

¡Ahora!

“¿Se siente extraño?” El señor Prest inclinó mi mano, empujando más profundo.

Mi cara se contorsionó cuando la almohadilla de mi dedo encontró una cresta extraña dentro de mí, algo que no era tan flexible ni tan cálido como el resto.

¿Era una cicatriz del maltrato que había sufrido? ¿Una lesión que nunca sanaría completamente? Fuera lo que fuese, desapareció en importancia cuando me obligó a hundirme más.

Su voz profunda retumbó desde su pecho hasta el mío. “¿Te gusta?”

¿Gustarme?

No, no me gusta.

Sufrí culpa, vergüenza y confusión.

Él rio suavemente. “Te gustará... solo espera y verás.”

Lo dudo.

Él se rio de nuevo, su muñeca moviéndose para capturar mi primer dedo y sumergirse dentro de mí, también. Esta vez, la presión y el estiramiento fueron mayores. Sin embargo, dos de mis dedos eran todavía mucho más estrechos que el pene del maestro A.

Me puse rígida cuando el aliento caliente del Sr. Prest ondeó mi cabello, su erección apareció contra mi cadera. “Te tienes que venir, Pim. Tengo que darte eso, entonces habré pagado en una pequeña medida por las cosas que voy a tomar de ti.”

De ninguna manera.

Sin ninguna posibilidad.

Mentalmente, físicamente, espiritualmente, no había manera de que pudiera hacerlo.

¿Venirme?

¡Ha!

No compraba esa falsa ilusión. De ninguna manera podría desaconsejar mi auto conservación, darme a alguien tan completamente, y confiar en que no me harían daño en la cima de mi rendición.

Era un maldito comediante si creía que podía hacer tal cosa.

¡Déjame ir!

Me retorcí, mirando su oscura mirada.

¡Déjame malditamente sola!

“Cierra tus ojos.”

Vete a la mierda.

Él arqueó una ceja cuando le desobedecí, manteniendo mi mirada amplia.

“¿Quieres ver?” Él añadió más presión, tirando de mi brazo hacia abajo para que mis dedos desaparecieran completamente dentro de mí. “¿Puedo conseguir un espejo si quieres? Hablar contigo a través de esto. Mostrarte lo que está haciendo tu mano traviesa.”

Quería desesperadamente sacudir la cabeza, en caso de que pensara que mi silencio era una petición de cosas tan repugnantes. Pero él solo se reía de mi malestar y dejo mis dedos libres. “Veamos si odias tanto esto.”

Lentamente, muy muy lentamente, deslizó mi tacto hacia arriba hasta que rozó la parte de mí que había derramado su entumecimiento protector y se había inflamado con una sensación extraña.

Mi clítoris.

En el momento en que mis dedos se deslizaron sobre el duro capullo, me sacudí.

Su sonrisa era el infierno mismo. “Ah, ahí estás pequeña ratona. Lentamente viniéndote.”

Una vez más, el nombre "ratona" apretó mis músculos, revocando todo lo que había vivido. Cualquier otro nombre que pudiera tolerar. Cualquier otro nombre de roedor o de puta, incluso un verbo temido sería mejor.

¿Pero ratona?

¿Cómo podría usar ese?

¿Cómo se atrevía a usar algo que significaba tanto para mí?

Sacudiendo mis dientes, empujé a un lado los recuerdos haciendo todo lo posible para levantarme. No me había permitido pensar en él en años. Era demasiado duro. Mi madre no estaba a menudo en mis pensamientos, pero al menos ella todavía estaba viva y felizmente no sabía lo que había sido de su hija.

Mi padre, por otra parte, estaba muerto.

Estaba en el cielo observándome desde lo alto, luchando por mis circunstancias y viendo todas las actividades sucias que me habían hecho.

El horror y la autocompasión eran tan pesados que no podía respirar. Luché para sentarme, para quitar mi mano de la presión del Sr. Prest y desbloquear mi pierna debajo de la suya.

Necesitaba espacio.

Necesitaba bloquear ciertos recuerdos antes de que me volvieran loca.

Pero él no me dejó ir. Su muslo simplemente se tensó, sus dedos obligando a los míos a girar alrededor de mi clítoris. “Odias eso aún más que cuando te llamo muchacha.” Su boca se movió, pero su voz era silenciosa como un suspiro, casi disculpándose mientras persuadía a mis secretos. “Dime por qué.”

¿Cómo cuando me niego a hablar?

¿Por qué, cuando no te conozco?

Nunca, porque no mereces saberlo.

Odiaba lo guapo que era reclinado a mi lado, robando mi libertad con el arte de su torso expuesto y el tatuaje. Su cabello negro azabache coincidía con las líneas opacas de la cavidad cavernosa donde debían estar sus órganos, sus labios tan embriagantes.

Pero la belleza no ocultaba a la bestia, y no me engañaría.

Yo había terminado con esto.

“Cierra los ojos, Pim. Es mucho más fácil dejarte ir cuando estás ...”

Me agaché, rompiendo su oración, decidida a quitarle el control. Me negué a hacer lo que él ordenaba, no cuando no confiaba en él.

Espera, no confías en el maestro A, pero obedeces.

Eso era cierto, pero sabía lo que pasaría si no lo hacía. Yo era lo suficientemente inteligente para elegir el viaje menos doloroso. Con el Sr. Prest, no sabía qué haría en represalia.

Y valía la pena arriesgarse la agonía para averiguarlo.

Puede que no tenga las pelotas para golpearme. Podría dejarme escapar, y yo podría evitar dormir con él, lo que a su vez agradaría al maestro A porque no quería compartirme.

Era un plan complicado... pero todavía un plan.

Mis hombros se levantaron de la cama mientras luchaba más duro de lo que había luchado en años.

Su rostro se oscureció mientras la sorpresa destacaba sus ojos. “Sigue luchando y tu noche será diez veces peor, ratona silenciosa.”

Me sacudí, pero en mi estado desatarme, no me enfoque en el apodo. Sin embargo, jadeé mientras sus dientes se clavaron sobre mi clavícula sin finura. Yo me estremecí cuando su lengua lamió la mordida de sus incisivos.

No pude controlar mi escalofrío.

“¿Te atreves a desobedecerme?”

¡Sí, me atrevo!

¡Estoy tan cansada de todo esto!

El hocico de su dragón silbó donde su caja torácica se abría cuando él sostuvo mi forma que se retorcía. Pero no me detuvo. No me asustó. Lo único que podría, era saber, sin importar lo que hiciera el señor Prest, nunca sería tan malo como lo haría el maestro A.

Tenía que usar a este hombre para ayudar a liberarme o demostrar al maestro A que era leal y sumisa. Si me veía luchando... podría ser más amable conmigo. Si el Sr. Prest veía mis fuerzas, podría romperme.

Dos escenarios de un movimiento valiente e imprudente.

Se congeló, siguiendo mi mirada hacia su tatuaje y donde nuestros cuerpos se besaban. Su rostro estaba grabado de mal genio, incapaz de ocultar su frustración. Por su confianza en imaginar mis silenciosas respuestas, nunca entendería por qué "ratona" era el único nombre que nunca podría usar para llamarme sin que yo lo odiara por toda la eternidad.

La máscara impenetrable que usaba (ocultando todo lo que lo hacía real), se deslizó por un segundo. Perdió al empresario grosero que proyectaba y se convirtió en alguien fascinante y desconocido en su lugar.

Me estudió tan duro como yo lo había estudiado.

Vi a un hombre con problemas de control.

Un hombre tan acostumbrado a que el mundo se inclinara ante sus costosos pies.

Pero también vi a un hombre que sabía lo que era ser yo. Ser alguien sin elección, sin vida... sin esperanza.

Entonces, como si recordara que yo no era más que una puta que existía por su discreción, su máscara volvió a su lugar.

Su tacto se volvió áspero.

“No puedes dirigir esta divertida noche, Pimlico. Ese es mi trabajo.”

Me quedé sin aliento mientras forzaba mis dedos a agitar más fuertemente mi clítoris, reuniendo aún más energía.

“Lo averiguaré más pronto que tarde. Me responderás. Pero por ahora, me niego a perder más tiempo.”

Su pene se clavó en mi cadera, palpitando bajo sus pantalones. “Quiero estar dentro de ti, pero por tu bien, voy a esperar hasta que estés goteando.” Su nariz rozó la mía. “¿No es eso justo de mí parte? ¿Agradable de mi parte?”

Agarrando mi mano rota con su mano libre, la golpeó sobre mi cabeza, conteniéndome. Amarrada al colchón por su puño, el cuerpo y las caderas, estaba completamente desamparada, desesperada y completamente a su merced.

Tragué saliva mientras su garganta trabajaba duro, su pelo caía sobre un ojo mientras presionaba su frente contra mi sien. “Vas a sentir algo bueno, Pim. Todo está en tu cabeza.” Sus dedos manipularon los míos para ir del clítoris a la entrada y viceversa. Las caricias se sentían diferente esta vez, menos extrañas, pero igual de terribles.

Apreté los labios mientras surgía un gemido traidor en mi pecho. No por el placer sino por una súplica.

Podía hacerme daño, forzarme, exigirme, pero no me vendría.

No puedo.

¿Cómo podría hacer algo que nunca había hecho antes? ¿Cómo podría arreglar algo que había estado roto desde el principio?

Nunca disfrutaría de esto.

Nunca.

Yo nunca querría esto.

Nunca.

Y si se había convertido en Alrik y sólo quería follarme... que así sea.

Tenía una manera de protegerme.

Me iría mientras él devastaba mi cuerpo.

Y nunca volvería a pensar en él porque destruiría cualquier sentimiento que pudiera haber desarrollado.

Corre…

Tomando un trago profundo, me tensé y me relajé de repente. Vibraba y hormigueaba todo al mismo tiempo que mi sexo se aferraba por su propia cuenta y mi soberanía sobre mis extremidades desaparecía.

Me volví floja, exactamente como una muñeca que querían estos bastardos.

Mis músculos de deshicieron en la cama, mis piernas se abrieron, y mi mente... esa era la mejor parte.

Escapé.

Yo desaparecí dentro de mí, rodando más y más rápido hasta que estaba demasiado profundo para ser alcanzada, demasiado lejos para ser golpeada, demasiado protegida para ser arruinada más de lo que ya era.

No me importaba que su dragón volara en el humo por la cólera.

No oí su gemido atormentado.

No sentía mis dedos dentro de mí.

Yo.

Me.

Había.

Ido.


***


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