¿Que diablos estas haciendo?
Apagué mi mente.
No podía controlar mi cuerpo o su lujuria cuando Pimlico se acercó más, pero yo podía apagar las preguntas represivas de mi cordura.
Me había prometido a mí mismo que no haría esto. Mientras ella dormía y el deseo de tomar lo que quería se fueron al carajo, me había encadenado con la obediencia.
Malditamente bueno resultó ser mi autocontrol.
Se me permite uno de todo.
Y quería uno de esto.
Tan. Malditamente. Mucho.
Pero esto va en contra-
Apagué mis pensamientos.
Aunque estuviera mal, nunca lo volvería a tener. Necesitaba saber cómo se sentía antes de salir por la maldita puerta y nunca mirar hacia atrás. Después de esto, me iría. No esperaría a que Alrik se arrastrara por nuestro santuario y robara a su esclava.
Podría tenerla.
Ella era demasiado para mí.
Demasiado trabajo, demasiada tentación, demasiada adicción. Me alegraba que Selix se hubiera quedado en el coche porque cuanto antes saliera de aquí, mejor para todos.
Cuando Pim llegó a mi lado, señalé la cama. “Siéntate.”
A diferencia de sus otros momentos, ella obedeció inmediatamente.
Sus muslos ocultaron el lugar que había tocado tan poco, su caja torácica se presionó contra su piel mientras respiraba más rápido con incertidumbre.
Ella se veía tan maldita hermosa incluso mientras que bordeaba lo roto.
Apareciendo sobre ella, hice una pausa.
Si hacía esto, estaría matando más de una ley en mi mundo. Yo lo pagaría después durante meses.
Pero si no lo hacía, siempre me preguntaría, y no me gustaba preguntarme. Era una pérdida de tiempo. Tiempo que necesitaba dedicar a mi imperio. Me gustaría tomar esta última cosa de ella y luego... había terminado.
Sin apartar la vista, me puse de rodillas.
Ella jadeó cuando estuvimos a la altura de los ojos y cada salvaje dentro de mí, me dijo que la volteara y la follara. Que sólo toma lo que quería.
Pero ella se cerraría como antes.
Se enterraría profundamente.
Y no quería reclamar su cuerpo.
Quería su mente.
Ella era astuta y adaptable y esta era la única manera que podría aprovechar un pedazo de ella y hacerla quedarse.
Simplemente no sabía cuánto de mí mismo se rendiría durante el proceso.
***
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