Tres pequeñas palabras.
Si alguien me preguntara qué era lo que más miedo me daba, me robaba el aliento, y hacía que la vida me pasara por delante de mis ojos, diría tres palabras muy cortas.
¿Cómo se podía haber ido mi vida perfecta en picado hasta llegar al infierno?
¿Cómo podía mi amor por Brax torcerse tanto, hasta no poder repararse?
La capucha negra y húmeda que había encima de mi cabeza sofocaba mis pensamientos. Estaba sentada con las manos detrás de la espalda. Me froté las muñecas contra la cuerda, listas para sangrar.
Ruido.
Escuché voces de hombres discutiendo, y alguien me cogió del brazo para levantarme. Me estremecí y grité, y alguien me dio un puñetazo en el estómago.
las lágrimas corrían por mi cara. Las primeras lágrimas derramadas, pero sin duda no las últimas.
Este era mi nuevo futuro. El destino me arrojó a los bastardos de Hades.
“Esa.”
Mi estómago se retorció, amenazando con vomitar. Oh, Dios.
Tres palabras muy cortas:
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