No podía concentrarme.
Durante toda la reunión, todo en lo que podía pensar era en Pim.
En ese beso.
En esa pelea.
En cada pequeña cosa sobre ella.
Su pelo.
Su olor.
Su cuerpo.
Su sonrisa, por el amor de Dios.
Lo odiaba.
Odiaba que no solo me hubiera robado mis pensamientos y los hubiera infectado con todas las cosas, sino que también me había robado mi fuerza de voluntad; mi autoridad que nunca cesaba sobre la única cosa que nunca podría ganar.
Charlton pasó otra carpeta con los siguientes cuatro proyectos en proceso que le tomaría al equipo de diseño casi un año para renderizar, escalar y realizar creaciones navales exclusivas.
Debería centrarme en ecuaciones matemáticas, precios aproximados y gastos generales de construcción. Pero lo único en lo que podía pensar era en lo enojado que yo estaba porque Pim había rechazado su regalo.
Ese yate allá afuera era suyo.
Siempre había sido de ella.
En el momento en que se completara, le entregaría las llaves, la tiraría a la bahía, y dependería de ella hacer lo que le gustara. ¿Ella no lo quería? Bien. Podría flotar sin anclas alrededor del océano sin propósito ni hogar, como ella.
Mis manos se apretaron.
Tal como ella.
Ella no tenía ningún propósito ni hogar.
Tal como yo.
Espera, tenía un propósito: una promesa de mucho tiempo para devolver lo que me habían hecho a aquellos que lo habían ejecutado. Y mi hogar era el Phantom.
Pero nunca podrás volver a tu verdadero hogar, ¿verdad?
Cerré ese pensamiento de inmediato.
Tenía suficiente en mi mente con Pim y mucho más el pasado haciendo acto de presencia.
Mientras el resto del personal tomaba ideas sobre mezclas de madera y estilos de candelabros, reorganicé sutilmente tres lápices en mi bloc de notas.
Tres horizontales.
Tres verticales.
Tres en un triángulo.
Tres presionados juntos.
Tres muy separados.
Siempre tres.
Mientras mantenía mis manos ocupadas, mis pensamientos deliberaron sobre si ella me obedecería. ¿Ella robaría por mi? ¿O sus nervios se lo impedirían?
Selix extendió la mano y robó los tres lápices, dándome una mirada cortante.
Quería golpearlo por tomarlos, pero con los dientes apretados, asentí en reconocimiento. Él sabía lo que significaba cuando comenzaba a temblar. Sabía tan bien como yo que necesitaba un porro y estar de vuelta en mar abierto donde la presión de la sociedad, las expectativas de los compañeros y todos los recuerdos desagradables no podían encontrarme.
Mirando mi reloj, sofoque mi gemido al descubrir que solo había pasado una hora. Una hora larga e interminable.
Tener la presencia de Selix a mi lado era el perro guardián que necesitaba para mantenerme bajo control. No estaba allí para protegerme, sino para ser el barómetro para ver hasta dónde podía caer antes de que no pudiera volver a subir.
Sin embargo, con él aquí, significaba que Pim estaba allá afuera ... sola.
Ella podría irse.
Ella debería irse.
Le había dado esa libertad deliberadamente.
Quería enviarla a casa, y ella se negó. Sola allí abajo, sin rostro y libre, tendría todas las oportunidades de salir por la puerta principal y nunca regresar.
No sabría en qué dirección se había ido.
Nunca podría encontrarla.
Me dolía jodidamente pensar que tal vez nunca la volvería a ver, mientras que al mismo tiempo, el alivio trataba de arañarlo. Quería que se fuera, pero no lo hacía. La quería cerca pero lo temía.
Yo era un maldito desastre.
Charlton habló sobre las proyecciones mensuales, los envíos de nueces y mármol, y la limpieza del almacén.
Me obligué a prestar atención. Para darle a mi cerebro caótico algo de lo que agarrarse.
Los hechos y las cifras reemplazaron lentamente a las esclavas y los romances lentos, llevándome de vuelta a un mundo que podía conquistar y controlar.
***
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