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miércoles, 13 de enero de 2021

THIRD A KISS - PROLOGO



Mi vida había sido una serie de esfuerzos calculados y tabulados y riesgosos intentos.

Mi hermano me había enseñado eso.

Desde mi primer recuerdo, supe que la espontaneidad me mataría. Reírme, y podría ser golpeado. Hablar y podría recibir una patada. Bajar la guardia y olvidar, y es casi seguro sería castigado.

Esa lección permaneció conmigo durante toda la infancia, pasando de la autoconservación a ser la ley máxima. Eso no solo se había grabado en mi psique; había agarrado una marca, clavado en el fuego y quemado en todas mis células.

No era imprudente. No era impulsivo. Cada paso de mi vida había sido premeditado, planeado y revisado.

Hasta una noche, cuando tuve un sueño sobre un lugar llamado Euphoria. Donde un hombre mortal podría follar cualquier mujer que quisiera. Cielo, mar, ficción o realidad. Cualquier ilusión, cualquier fantasía, un lugar donde las reglas se doblegaban a sus deseos, la gravedad se arrodillaba ante sus ansias y la vida ya no estaba llena de monstruos sino de magia.

Y en ese sueño, compartía este nuevo Zion con una chica. Una chica con el cabello largo del color del rico café. Una chica de piernas largas, alma fuerte y magníficos ojos de mercurio. Una chica que me rogaba que la tocara, la lamiera, la adorara.

Y por primera vez desde que había nacido, hice algo espontáneo, impetuoso y, oh, jodidamente peligroso.

Yo la tomé.

Me deje a mi mismo hundirme en el sueño. Me enamoré de un producto de mi imaginación y me follé a una diosa que nunca podría encontrar.

Cuando desperté, lamenté la pérdida de ese sueño. Pasé una semana deseando poder volver a un lugar así, encontrar una criatura así, ser feliz.

Pero ese lugar no existía. Una chica así no existía. Y esa negación de todo lo que quería se convirtió en una fuerza impulsora para torcer lo imposible. Gracias a los dones científicos que había aprendido a través de la educación metódica y la evolución instintiva, creé un elixir. Conjuré a Euphoria. Creé una nueva dimensión... todo gracias a un sueño.

Pero no importaba qué tan hábil fuera para sacar el mito de la realidad, no podía fabricar la chica de los sueños que me había robado el corazón.

La diosa que deseaba más que nada. La chica que me condenaría para siempre a la soledad porque nadie jamás se compararía.

Euforia era real, pero no quería tener nada que ver con eso porque no me conformaría con una puta mentira. No codificaría una fantasía ni cambiaría el rostro de otra persona para complacerme porque si lo hacía, si me permitía la ilusión de que ella era real, le daría la espalda a la realidad para quedarme con ella.

Daría la espalda a todas las almas que ayudaba a salvar. Todas las almas que confiaban en mí. Todas las almas que vinieron antes que yo y mi maldita soledad.

Entonces, permití que otros jugaran en mi patio de juegos explícito y lleno de elixir.

Me aferré a las lecciones que me enseñó mi hermano.

Me mantuve con puño de hierro, cauteloso y restringido.

Hasta la noche en que volví a soñar con ella.

Una hechicera de ojos plateados que me perseguía.

Y escribí un correo electrónico enviando una solicitud medio consciente y nublada por el sueño.


Encuéntrenme una chica de cabello largo y oscuro, piel de alabastro y mirada plateada.


Olvidé de esa solicitud hasta que obtuve una respuesta meses después.


La encontramos. $ 500,000 y ella es tuya.


E hice la segunda cosa más impulsiva de mi vida.

La compré.

Le di la bienvenida.

La deseaba.

En el momento en que puso un pie en mi paraíso, supe que la había cagado. No había creído que una criatura así existiera. Estúpidamente pensé que ninguna chica humana podría compararse.

Pero Eleanor Grace era la incomparable. En lugar de ojos plateados etéreos, sus ojos grises eran igualmente fascinantes. En lugar de la piel resplandeciente y el tenue halo de mi sueño, su honestidad y espíritu eran lo que me drogaba.

Aposté con el destino y perdí. Había pedido algo a lo que nunca podría sobrevivir. Y ella había sido liberada directamente de mis fantasías y directamente a mis pesadillas.

Gracias a ella, la espontaneidad se había convertido en una enfermedad de la que no podía escapar. Elecciones precipitadas, conclusiones apresuradas, decisiones descuidadas. Cada una era su culpa. Cada una me rompía un poco más. Cada una destruía mi cordura.

Pero luego llegó y cometió la peor cosa de todas.

Ella me alimentó con elixir.

Ella rompió mi premeditación.

Ella aniquiló mi cuidadoso control.

Ella me hizo jodidamente salvaje.

Y luego, corrió.

Una chica con la que había soñado, pensado, mantenido en un pedestal dentro de mi mente durante años, me llevó a la tierra donde pertenecían las bestias.

Y. Luego. Ella. Malditamente. Corrió.

Así que... dejé de intentar controlarme.

Le di la bienvenida al dolor del caos...

Y comencé la caza.


***


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