No estaba aquí ni allí.
No estaba ni vivo ni muerto.
No sabía qué era ni quién.
Respiré profundamente, solo para descubrir que no tenía tal habilidad.
Sin pulmones, sin corazón, sin presencia física que controlar.
Oscuridad a mi alrededor. Agujas de coral y cavernas de arena, anémonas con joyas y elegantes tiburones aceitosos. ¿Era esta la reencarnación?
¿Había cambiado de una forma que caminaba por tierra a una que nadaba en las profundidades?
Y si lo había hecho... ¿por qué no podía ver mi nueva forma?
¿Por qué no aparecían dedos ni aletas cuando intenté mover mis extremidades? ¿Por qué no explotaban las burbujas de mi boca cuando traté de exhalar?
¿Por qué no podía recordar lo que era antes de esto?
Tenía un nombre; Estaba seguro de ello.
Tenía una vida... estaba convencido.
Sin embargo, cuanto más trataba de recordar, más rápido se disolvía hasta convertirme en una mota. Una mota sin nombre, sin reclamar, perdida en la inmensidad global, a la deriva y no deseada.
La oscuridad se espesó.
Mi mota se desvaneció.
Yo no era nada.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario