
Estaba sentado en la cama, esperando a que Needle terminara de acostar a Kes y Emma.
Había intentado ayudar, siempre hacíamos juntos la rutina de la hora de dormir. Sin embargo, últimamente había tenido que dejarle las etapas finales a Nila. Viendo que parecía que no podía decir que no cuando me rogaban por otra historia. Y otra. Y otra.
Podía sentir su alegría por pasar tiempo con nosotros. Las aventuras recitadas no eran solo historias estúpidas para ellos, sino experiencias reales que adoraban. No lo estaban haciendo para alargar la hora de acostarse; literalmente querían seguir estando con sus padres.
Y me sentía jodidamente honrado por eso.
Entonces, por supuesto, ¿cómo diablos podría decir que no?
De ahí el porque Nila hacía los besos finales y el trabajo terriblemente duro de apagar sus luces, asegurándose de que la lámpara del corazón resplandeciente estuviera encendida para protegerlos de los fantasmas de Hawksridge Hall, y dejándolos discutir en la oscuridad rosada y suave mientras ella caminaba de puntillas hacia mí.
Miré hacia arriba cuando Nila entró.
Ella sonrió y cerró la puerta detrás de ella.
Habían pasado tres días desde nuestro intento de ser sociales con el baile de mascaras. Tres días para que superara el cansancio de escuchar a tanta gente, opiniones diferentes y lo que estaba bien y lo que estaba mal en todos.
Tres días desde que Sully y Eleanor se habían ido.
Y Nila había sido cautelosa hoy, desde que leyó un correo electrónico de Eleanor y descargó algo en su teléfono.
— Está bien, sácalo ahora. — Fruncí el ceño a mi deliciosa esposa mientras se quitaba las pantuflas de seda y se sentaba de rodillas ante mí. Su cabello oscuro colgaba en sábanas rectas, su pecho subía y bajaba debajo de su camisa color miel.
Lamiendo sus labios, tomó aliento. — ¿Cómo te sientes? —
— ¿Yo? ¿Por qué? ¿Qué tiene eso que ver con lo que sea que estás escondiendo? —
— Solo quiero saber si te has recuperado del baile. —
Eso era lo que pasaba al vivir con alguien que me entendía. Alguien que me entendía y aceptaba incondicionalmente. No necesitaba esconderme, y ese era el mejor regalo de mierda que alguien podría haberme dado.
Este castillo ya no tenía el mal fluyendo a través de sus ladrillos. Tenía amor, seguridad y felicidad absoluta. Cut se había ido. Daniel se estaba pudriendo en algún lugar de África. Bonnie era cenizas. Y Kes era visitado regularmente en su tranquilo lugar de descanso.
Gran parte de mi familia estaba muerta, pero aquellos que merecían seguir con vida estaban prosperando.
Jasmine estaba feliz.
Mis hijos no tenían una deuda atroz colgando del cuello. No habría más herencia de deudas ni muerte entre mi casa y la de Nila.
— Estoy lo suficientemente revivido. ¿Por qué? — Tomé su mano, frotando el frío en sus dedos. — ¿Qué pasa? —
— Tengo… algo. —
— ¿Que algo? —
— Me lo dio Eleanor. —
— ¿Qué te dio exactamente? —
— Tuve que esperar hasta hoy para obtener el enlace de la aplicación que mencionó, pero ahora está en mi teléfono. Leí sus instrucciones. Sé cómo cargar Euphoria, y amablemente ha incluido algunas escenas de realidad virtual que están listas para funcionar. —
Fruncí el ceño. — ¿Qué diablos es Euphoria? ¿Y la realidad virtual? —
Nila se estremeció en mi agarre, inhalando de nuevo. — Es una de las creaciones de Sullivan. —
La dejé ir, reclinándome contra las almohadas.— Oh no. He tenido suficiente sus creaciones, muchas gracias. Si es otra droga, no la tomaré. Tú, mejor que nadie, puedes entender el por qué. ¿O estás olvidando lo que pasó entre nosotros antes de la Tercera Deuda? —
Ella negó con la cabeza, sus ojos brillaban con dolor como siempre lo hacían cuando le recordaban nuestro pasado arruinado. — No es una droga. Bueno, lo es y no lo es. —
—No estoy interesado. —
Resopló y agarró su teléfono, sus piernas se separaron antes de deslizarse con gracia debajo de ella. Al tocar la pantalla, abrió una aplicación con palmeras y un emblema que decía, ‘El placer en la euforia es eufórico.’
— Esta es una aplicación que nos transporta a un lugar diferente. Obviamente, no es real. No nos transporta literalmente, pero es como un programa de computadora. Nosotros usamos estos… — Dejó su teléfono, tomó una pequeña caja de madera de su cajón y la colocó en mi regazo. — Lentes oculares y sensores de auriculares. Un poco como cuando Vaughn juega a la PlayStation, ¿sabes? ¿Lleva lentes y audífonos? Ve el juego a su alrededor. Está sumergido. —
Al abrir la caja, eché un vistazo a los típicos recipientes pequeños para lentes oculares y auriculares. — ¿Y quieres jugar a un juego de computadora? —
Ella se sonrojó. — Quiero jugar un juego... contigo. —
Me tensé cuando un lavado de sus emociones me tomó por sorpresa. Mi condición me permitía escuchar a escondidas a mi esposa. Sabía cuando estaba enojada conmigo por dejar mi equipo de polo desatendido y sucio en nuestro diván. Sabía cuando me miraba con amor cuando besaba y jugaba con nuestros hijos. Y sabía cuando ella me quería. El calor que se derramaba de ella estaba lleno de necesidad e invitación.
En cierto modo, no podía esconderse de mí. Ella no podría mentir si la hubiera molestado o fingir que las cosas estaban bien cuando no lo estaban.
Pero ahora...
No podía entender lo que sentía.
Estaba emocionada, nerviosa, intrigada, excitada.
Temerosa.
Miré más detenidamente los sensores que me había dado, tratando de averiguar qué significaba esto. ¿Qué había creado Sully aquí?
— Me quieres, Needle. Puedo sentir eso. Pero no entiendo el temor. —
Miró la colcha blanca antes de obligarse a encontrarse con mis ojos y lo solto todo. — Debes haber escuchado los rumores también. ¿Sobre el mundo de fantasía de Sully que está usando en sus islas Rapture? ¿Que puede codificar cualquier locura e insertar un par de personas para hacer lo que quieran? Todo lo que tenemos que hacer es usar esos lentes y audífonos, elegir una fantasía y presionar este botón. — Ella me mostró en su teléfono, pequeños íconos de mazmorras BDSM, escritorios de oficina, salas de juegos pervertidas y picnics al aire libre revelando la naturaleza de cada fantasía erótica.
Mi polla se movió con interés. Pero antes de que pudiera estar de acuerdo o en desacuerdo, Nila dijo, — Hay algo más. —
Mis cejas se alzaron. — ¿Qué exactamente? —
Sacó una pequeña botella con un tapón de su bolsillo trasero. — Esto. —
Se lo quité, inspeccionando el cristal ahumado, antes de desenroscar la tapa para oler el contenido.
Olía vagamente dulce y floral, como las orquídeas exóticas que crecían en nuestros invernaderos. — ¿Qué es? —
— Cinta. Creo que Eleanor me dijo que es indonesio para la palabra ‘amor.’ —
— Así que esto es una droga. —
Ella asintió de mala gana, sabiendo mi enredada relación con las drogas, los médicos, y ser llamado loco.
En el pasado, estaba loco y nadie tenía cura.
Ahora, estaba cuerdo y podía equilibrar mi naturaleza para poder funcionar en el mundo real. No pondría en peligro eso por malditamente nada.
Cerrando la botella, la empujé. — Estoy feliz de follarte en cualquier posición que desees. Cogeremos los perros y a Alas y saldremos a correr por el bosque si eso es lo que buscas. Nunca te diré que no, ni querría hacerlo nunca. Pero... no estoy tomando ninguna sustancia. Especialmente algo que ha sido cocinado por Sullivan. Es demasiado hábil para crear cosas que realmente funcionan, a diferencia de las otras grandes farmacéuticas con sus inútiles promesas. —
— Esto es diferente. — Ella hizo rodar la botella entre sus dedos. — No te cambiará. No hace nada más que trabajar en lo que ya está entre nosotros. — Arrastrándose sobre manos y rodillas, no se detuvo hasta que extendió las piernas a ambos lados de mis caderas y se sentó a horcajadas sobre mí.
En el instante en que el calor de su cuerpo se acercó, mis instintos entraron en acción, y nuestra lujuria que siempre nos infectaba saltó a la atención total. Agarrando sus caderas, la empujé hacia abajo, meciéndola a lo largo de mi polla que se endurecía rápidamente.
Sus ojos se abrieron, colocó sus manos sobre mis hombros y se inclinó para besar su camino a lo largo de mi garganta. —Es un afrodisíaco. —
Me reí entre dientes oscuramente, empujando mi erección contra la costura de sus jeans. — ¿Se siente como si necesitara un afrodisíaco? Eres lo único que necesito para ponerme duro.—
— Lo sé. — Ella se retorció sobre mí, haciendo que mi cabeza diera vueltas. — Pero también sé que no puedes estar completamente con tus propios pensamientos. Me sientes. Sientes lo que sea que está cerca. Tus pensamientos siempre se estiran en tantas direcciones sin que tengas la culpa. Y yo quiero... — Ella lamió su camino hasta mi cuello, haciéndome gemir. — Quiero darte una noche en la que lo único en lo que pienses es en cuánto quieres follarme. —
Me sacudí cuando sus dientes se hundieron alrededor de mi oreja. — Créeme, Nila, eso es todo en lo que estoy pensando en este momento. —
—No, no lo es. — Ella se echó hacia atrás, su piel enrojecida y jodidamente hermosa. — Estás pensando en Kes y Emma porque todavía puedo oírlos discutir por el pasillo. Me estás manteniendo a salvo escaneando el pasillo en busca de intrusos y manteniendo tu percepción abierta. Sé lo difícil que fue para ti el baile. Sé que has tenido problemas para deshacerte de los pensamientos de los invitados. Quiero que solo seas tú. Tener una sola voz dentro de tu cabeza. — Sus labios aterrizaron en los míos, besándome con fuerza.
Me entregué a ella, permitiéndole dictar qué tan profundo, qué tan rápido. Mientras me besaba, le desabotoné la camisa y se la bajé por los brazos. Su sujetador se desabrochó en la parte de atrás, liberando sus pechos y haciendo que mis dientes dolieran por morder sus pezones.
Pero luego se fue, dejándome duro e impaciente. — Vuelve aquí. —
— Ponte esto primero. — Sosteniendo los lentes y los auriculares, ladeó la cabeza. — Vamos, Kite. Una noche. Confía en mí. —
Hice una pausa, mirando su mano y los sensores extendidos. Confiaba en ella por encima de todos, pero tampoco tenía la intención de ingerir una droga que Sullivan había hecho.
Lo había aprendido de la manera más difícil.
Centrándome en Nila, trabajando más allá de su oleada de lujuria, robé sus otras emociones. Traté de no traspasar demasiado sus pensamientos. Después de todo, estar casada con un hombre como yo no le daba privacidad alguna. Sin embargo, ella aceptó quién era yo cuando juró su vida por la mía y, en este caso, yo tenía derecho a disparar.
Una vez más, había trepidación y excitación, pero el miedo se había ido, ahogado por el deseo húmedo. Decía la verdad de que me deseaba. Mucho. Y quería estar a solas conmigo de una manera que nunca antes habíamos podido estar.
Acercándose, tocó mi mejilla suavemente. — Es algo divertido, Jet. Nada mas. Nunca te pediría que hicieras algo que pudiera poner en peligro todo lo que hemos trabajado tan duro para construir. — Su tono palpitaba con honestidad. Honestidad que coincidía con su dominio feroz y afectuoso sobre mí y mi condición.
— Te amo. — Ella se inclinó para besarme de nuevo.
Y no pude luchar contra la oleada del amor eterno.
Le devolví el beso, asintiendo lentamente con la cabeza. — Está bien, Needle. Si es lo que tu quieres. —
Alejándose, se quedó en silencio mientras inclinaba mi cabeza hacia atrás y con cuidado colocaba los lentes sobre mis ojos derecho e izquierdo. Parpadeé contra la obstrucción, lamentando mi aprobación mientras intentaba poner los botones en mis oídos.
— Aquí, déjame. — La aparté suavemente, asegurándome de que los audífonos estuvieran colocados correctamente.
Con las manos ligeramente temblorosas, se colocó los lentes para los ojos sobre sus propias pupilas antes de apartarse el cabello y colocarse los auriculares. Cuando terminó, me miró como lo había hecho la primera noche que la conocí.
La noche de su desfile de moda en Milán. Había estado tan nerviosa y ansiosa por complacer. Tan inocente y frágil. Y la había arrebatado, robado y destrozado.
Mierda.
Envolviendo mis manos en su cabello, la atraje hacia mí y la besé profundamente. Derramando mis gastadas disculpas por su garganta.
Ella me devolvió el beso, sus manos ocupadas entre nosotros.
Me enamoré de su lengua, arrastrado por la pasión que aumentaba rápidamente entre nosotros y no sentí lo que estaba a punto de hacer hasta que fue demasiado tarde.
Se apartó por una fracción de segundo e inclinó la cabeza hacia atrás, exprimiendo una gota de cualquier líquido que hubiera en el frasco con tapón. Ella tragó y agregó otra, presionando su boca contra la mía al instante, besándome con la droga azucarada y floral.
Ella me la pasó.
Me quemó la lengua.
La aparté, maldiciéndola. — ¿Qué diablos acabas de hacer? Accedí al juego, no a la droga. —
— Confía en mí. — Ella se quitó la camisa y se apartó de mí para quítese los jeans y la ropa interior. — Estoy tratando de darte una noche de libertad. —
Mi corazón latió con más fuerza cuando se sentó a horcajadas sobre mí de nuevo, desnuda y lista en mis brazos.
Mi lujuria se encendió con mil fuegos. Ella era tan jodidamente hermosa, tan perfecta, tan mía.
Ella me había empujado a algo que no quería, pero sus intenciones eran puras y protectoras.
— Pagarás por eso. — Tirando de su cabello hacia atrás, la mantuve boca abajo mientras la besaba. — Ya soy libre cuando estoy contigo. No necesito nada más. — Mi otra mano exploró lugares de ella que conocía de memoria, pero que sentí como la primera vez cuando deslicé un dedo dentro de ella y sentí su delicioso calor.
Ella gimió y me dio la bienvenida a tomar más. — Dios, castígame todo lo que quieras. —
— Tengo toda la intención. —
Mi control parecía desvanecerse con cada latido.
Cada segundo que pasaba, caía un poco más en ella.
Mi polla se puso más dura.
Mi conciencia se estrechó hasta que giró completamente alrededor de ella. El mundo exterior se había ido.
No había más telarañas que lanzaba para escuchar a los miembros de este núcleo familiar. Sin preocupación por mis hijos. Sin antecedentes de lo que había sucedido en este castillo.
Solo Nila.
Y joder, la deseaba.
Tan.
Malditamente.
Mucho.
Ella jadeó cuando la volteé sobre su espalda y me acosté entre sus piernas extendidas. Me apresuré a remover la parte de abajo de mi pijama, la desesperación me volvía torpe.
Nila gimió cuando finalmente me liberé. Mi polla palpitaba para llenarla.
A diferencia de nuestras conexiones anteriores, esta vez no me dejé influir por su deseo por mí. No podía aprovechar lo que ella estaba sintiendo porque mis propias emociones se amplificaron.
Empapada y oscura, mi lujuria se hizo espesa y ruidosa en mi cráneo. Qué novedad sentirme solo a mí y no a otra persona. Qué maldito regalo estar libre del constante ruido.
Gemí y la besé, vertiendo lujuria por su garganta.
Su única mano me araño la espalda, cerrándome el trasero y tirándome hacia arriba y dentro de ella. Ambos gruñimos mientras conectamos, empujamos, nos unimos.
Nunca me cansaría de estar dentro de mi esposa.
Su espalda se arqueó mientras la empujaba hacia arriba, llenándola, tomándola. Mi corazón martilleaba y no podía tener suficiente. Quería correrme ahora, pero también quería retrasarlo. Quería que este sentimiento de absoluta obsesión durara tanto como pudiera.
Por otra parte, sentí que podría correrme una y otra vez. Que podía venirme toda la noche porque eso era lo mucho que codiciaba a esta mujer.
Solo fui vagamente consciente de que su otra mano se disparó a través de la cama y apretó su teléfono. Apenas coherente bajo el lavado de la ardiente necesidad mientras respiraba en mi oído, — Eres libre para ser tú mismo esta noche, Kite. Sin distracciones. Solo nosotros. —
Ella me besó con fuerza.
Apretó el botón de su teléfono.
El mundo se puso blanco.
Hawksridge Hall desapareció.
El silbido estático borró cualquier recuerdo de ser un empático.
Y cuando el color y la solidez regresaron, parpadeé en una nueva dimensión.
Nila estaba debajo de mí.
Mi polla estaba firmemente dentro de ella.
Ella era tan hermosa como siempre.
Sin embargo, estábamos en un tejado sobre un montón de mantas persas, las viviendas de arenas de colores y elaboradas luces de vidrieras de Marrakech esparcidas debajo de nosotros.
Y por primera vez en mi abandonada vida, no sentí a otra persona. No sentí sus pensamientos ni capté opiniones que no quería.
Dentro reinaba el silencio.
Dichosamente, increíblemente silencioso.
Me llenó de un agradecimiento absoluto. El propio deseo de Nila por mí goteó a través de la tranquilidad. Sus pensamientos tan familiares como los míos, nuestra lujuria reflejando pedazos del uno en el otro. Nuestros cuerpos estaban conectados, pero nuestras mentes estaban enhebradas a un nivel en el que nunca antes nos habíamos encontrado.
Estábamos solos.
Solo nosotros.
Y era libre de tomarla de todas las formas posibles.
Tomando aire, presioné un beso en los labios de Nila. — Podría acostumbrarme a esto. — La besé con más fuerza, cediendo a la serenidad y al placer que me había dado.
— Oh, Dios mío. Yo también. — Arqueó la espalda, haciéndome llenarla más profundamente. — Hagamos esto todas las noches. —
Me reí.
Me sacudí.
Me enamoré de nuevo.
Ambos sonreímos, sabiendo que esta sería una noche que nunca olvidaríamos. Una noche donde el mundo se había derrumbado, la libertad se había encontrado en una dimensión virtual de la realidad, y una droga cocinada por un amigo me había dado el mayor regalo imaginable.
Me dio silencio.
Me dio paz.
Me dio la oportunidad de amar a mi esposa exactamente como se lo merecía.
A fondo y de todo corazón.
Para siempre.
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