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domingo, 12 de julio de 2020

LAGRIMAS DE TESS - CAPITULO 2



*Arrendajo Azul*

En algún lugar, a cientos de kilómetros de la tierra, me desperté seca, sin aire que circulara, y el olor de la cena.

Brax puso sus labios sobre mi cabeza. “La cena está servida, cariño.”

Me deslicé en posición vertical en la prisión de mi silla, haciendo una mueca porque mi trasero estaba plano ya.Maldito infierno, íbamos a tardar mucho en viajar por todo el mundo.

Una azafata apareció con un carro mientras avanzaba lentamente por el pasillo, sonreía y entregaba bandejas envueltas en papel de aluminio.

“¿Qué quieres?” preguntó Brax, tapándose la boca para ahogar un gran bostezo.

Sabía cómo se sentía. Todo lo que quería era una ducha de agua caliente, una cama suave y que Brax me abrazara. Me encogí de hombros. “No sé. ¿Cuáles son las opciones?”

La azafata llegó a nuestros asientos, radiante. “¿Cazuela de pollo o carne de res salteada?”

Ambos sonaban poco atractivos, pero dije, “Pollo, por favor.” Brax pidió lo otro, y el silencio reinó mientras comíamos. Estaba pensando cuando llegáramos al hotel. La película pasaba por mi mente: besarlo y abalanzarme sobre él con necesidad. Brax me levantaría la falda y me haría el amor delante de los huéspedes. Mi libido estaba por las nubes más de lo normal.

Los aleteos no se detenían en la parte más oscura de mi vientre. El conocimiento de que finalmente iba a confesar lo que necesitaba sexualmente, me aterrorizaba y me emocionaba a la vez.

Brax sonrió, masticando un pedazo de brócoli. “¿Qué estás pensando? Estás con tu mirada de atún atónita.”

Oh, nada, cariño. Sólo fantaseaba con que me cogieras de las muñecas y me dieras duro. Probablemente se arrojaría fuera del avión. Yo era la que torcía esta relación, yo era la que tenía que cambiar.

Cambiar a Brax sería imposible.Miré a mi comida, moviendo un trozo de pollo seco. “Estaba pensando en lo mucho que te quiero, y en cómo no puedo esperar para estar en la cama. Sola.” Su cara se suavizó, era tan guapo... La poca luz que había le destacaba la mandíbula suavemente, los ojos azules y el pelo castaño. Además de sus fuertes brazos. Me encantaba que fuera tan grande y fuerte, me podía dominar tan fácilmente... pero nunca lo hizo. Me trataba como si fuera cristal y me colocaba en un pedestal para que permaneciera limpia y perfecta.

Presionó su frente contra la mía.“Yo también te quiero. Estoy tan feliz de que vayamos a pasar estas vacaciones juntos.”

Apartó su comida, o lo tanto que podía hacerlo con la pequeña mesa delante de él, y metió la mano torpemente en el bolsillo. “Tengo un regalo para ti, para que te acuerdes de estas increíbles vacaciones.”

No podía respirar. Mi lengua se convirtió en un ladrillo y la saliva se transformó en el mortero.

Dejó caer una caja de terciopelo negro en mi regazo y luego se frotó la parte posterior del cuello. “Sé que llevamos dos años juntos y te quiero con todo mi corazón, Tess. Pero cada año que paso contigo, me pongo más nervioso por miedo a perderte.”

De repente, me vinieron a la cabeza los viejos demonios de nuestro pasado, acechándonos. Me incliné, besando sus labios suavemente, como a él le gustaba. Mi corazón estaba herido por él. ¿Volvería a superar la pérdida de sus padres? Los médicos dijeron que sus pesadillas nocturnas pararían con el tiempo, pero habían pasado seis años ya, y él no podía dormir todavía sin las pastillas.

Le susurré, “Nunca me perderás, Brax. Nunca. Lo juro.” Le volví a dar un beso y sus labios se abrieron. Su lengua salió y me lamió el labio inferior, enviándome estrellitas de calor.

Gemí y me apreté con más fuerza, con más intensidad.

Se echó hacia atrás, sonriendo tímidamente. Sus ojos se rondaron la cabina, como si hubiéramos sido reprendidos por las azafatas.

Murmuré, “¿Puedo abrirlo ahora?”

Su rostro brilló con confusión. “¿Qué?”

Mi satisfacción femenina se hinchó, lo había distraído lo suficiente con un beso como para hacerlo olvidar. “El regalo. ¿Puedo abrirlo ahora o tengo que esperar hasta que lleguemos al hotel?” La audacia crepitaba y le susurré, “Porque también tengo un regalo para ti, pero tienes que esperar hasta que lleguemos.”Mi voz, baja de tono con una tosca bienvenida, causo que mis fosas nasales estallaran.

“Puedes abrirlo ahora.”

Sonreí, y agarré la caja más feliz de lo que había estado por un tiempo. Brax estaba respondiendo. Audiencia cautiva supongo.

Abrí la caja y se me paró el corazón. “Brax, es... precioso.”

“¿Te gusta?” su voz se intensificó como un niño mientras sacaba el brazalete de la caja de terciopelo.“No me gusta, me encanta.” Puse la caja en mi regazo, y me puse el regalo en la muñeca. No podía apartar los ojos de la joya de plata. Nos simbolizaba: corazones entrelazados con hilos de plata, y el destello ocasional de diamantes en el centro de cada corazón.

Los dedos de Brax me rozaron la parte inferior de la muñeca, asegurando el cierre. Me estremecí, suspiré y temblé.

“Tess... Yo...”

La tensión se interpuso entre nosotros, como una flor que crecía rápidamente, y me dolía. Sufría por él. Sufría por no tener su cuerpo. Había algo caliente en nuestras miradas, y Brax apretó la mandíbula.

Bajó los ojos y rompió el hechizo. Fingiendo que no había pasado nada, puse la cabeza en su hombro, observando mi nueva pulsera. “Nunca me lo quitaré.”

Suspiró, acurrucándose más cerca y besándome la parte superior de la cabeza. “No quiero que lo hagas. Es para siempre, como yo.”

Inhalé bruscamente, respirando su aroma de manzana de nuestro gel de baño. ¿Alguna vez dejaría de hacerme daño y de curarme a la misma vez?

“Para siempre,” le susurré y cerré los ojos.

 

 La siguiente vez que me desperté, sentí cómo aterrizábamos en la pista y vi una nube de niebla. El aeropuerto estaba lleno de gente, incluso a la una de la mañana, y pasamos por el mar de pasajeros a través de inmigración.

Cuando estuvimos fuera, donde estaban los taxis, me picaban los ojos como a los gatos y mi cabeza parecía de algodón.

Dejé que Brax buscara el camino, siguiéndole obedientemente mientras buscaba a nuestro conductor que nos iba a llevar al hotel.

“Quédate aquí. Voy a preguntar en el mostrador de información. El hotel debería haber dispuesto un servicio de transporte para nosotros.”

Dejó las maletas en la acera, cogió su maletín del portátil y lo puso entre mis pies. “No te preocupes. Yo protegeré las maletas.”

Acarició mi mejilla y me dijo, “Vuelvo enseguida.”

Sonreí, cogiendo su mano mientras se alejaba. “Te voy a echar de menos mientras.”

Con una sonrisa, se dio la vuelta y volvió por donde habíamos venido, mientras yo admiraba su culo en esos vaqueros holgados. Me encantaría verlo con un traje, o por lo menos con unos pantalones ajustados. No importaba cuántos elogios le dijera, Brax nunca se lo creía. Chico tonto. No se daba cuenta en cómo le miraban las mujeres, pero yo sí lo hacía. Mis garras se descubrían cada vez.

Pasaron diez minutos, y me senté encima de nuestras bolsas, mis nervios se acrecentaban. México era ruidoso, bullicioso, y el aire era muy pesado y había mucha humedad. Estábamos acostumbrados al calor en Australia, pero el calor de allí era seco. Sentía que tenía la ropa mojada y que mi pelo se estaba rizando.

“Perdone, señorita[1].”

Giré y miré detrás de mí. Un mexicano muy guapo se quitó una gorra de béisbol y se inclinó ligeramente. Sus ojos negros me observaban, y me hizo retorcerme.

“¿Sí?” le pregunté, poniéndome de pie, y buscando a Brax por el rabillo del ojo. ¿Dónde diablos estaba?

“Me preguntaba si estaba aquí sola. ¿Necesita que la lleve a alguna parte? Tengo un taxi y la puedo llevar a donde quiera ir.”

Una amplia sonrisa mostró sus dientes manchados y la piel alrededor de sus ojos se arrugó de manera amistosa. Mis instintos no me transmitían miedo, así que me relajé un poco. “No, gracias. Estoy aquí con mi nov...”

“¿Tess?” Brax apareció de repente y se quedó mirando al hombre. “¿Puedo ayudarle?”

El hombre retrocedió, volviéndose a poner la gorra de béisbol. “No, en absoluto, señor. Sólo quería asegurarme de que una chica tan bonita estuviera a salvo. Esta ciudad no es segura para una chica sola.”

Brax hinchó el pecho y me arrastró hacia él. Mis ojos se abrieron cuando me apretó los hombros. “Ella está segura. Gracias por preocuparse.” Se volvió hacia mí, despidiendo al hombre. “He encontrado ya al conductor que nos va a llevar al hotel, ¿estás lista para irnos?”

Asentí con la cabeza, mirando donde había estado el hombre, pero había desaparecido en medio de la multitud. Me mordí el labio; ¿no estaba segura en este país? Había oído todo tipo de historias macabras. De cualquier manera, no iba a dejar que Brax se fuera muy lejos otra vez. No era tan estúpida como para pensar en que nada me pudiera hacer daño.

Arrastrando nuestras maletas, llegamos al bus y estas pasaron los siguientes cuarenta y cinco minutos rebotando y desviándose en las carreteras mexicanas. El tráfico era psicótico, parecía que iba a haber un accidente en cualquier momento, sentía el corazón en la garganta. Los semáforos no significaban nada. Los peatones y los ciclistas iban en masa, como un organismo vivo a las dos de la mañana. Si todo esto era una locura ahora mismo, ¿cómo demonios sería durante las horas normales?

Parecía que la gente de aquí no dormía. Cada bar por el que pasábamos tenía gente bailando salsa, todo eso disipaba mi sueño. Quería bailar, frotarme contra Brax, beber cócteles deliciosos y disfrutar uno del otro.

Me enamoré inmediatamente de México.

Me había pasado la vida entera pensando que era tímida, que mi familia no me quería, pero gracias a eso descubrí que era una bailarina llena de lujuria con muchos deseos oscuros. Este viaje me permitiría conocerme, y encontrar mi verdadero yo. Dejaría de ser Tess, la chica que no se había puesto de pie en su vida ­la chica que se transformó en lo que los demás querían. Iba a encontrar a la verdadera Tess. Mi estómago se retorció. ¿Y si mi verdadero yo no era digno de Brax?

Llegamos a un gran resort con sombreros y frutas tropicales. Había una fuente con unos chorros muy altos de agua, que casi tocaban el techo de tres pisos.

Un botones llevó nuestro equipaje y mientras Brax nos registraba en el hotel. Yo vagaba con felicidad y asombro. El resort era una selva viviente: palmeras, helechos y exotismo en cada esquina.

Vibraba con antelación. No me importaba que llevábamos sin dormir veinticuatro horas. Quería explorar y caminar por la playa que oía a lo lejos. El golpe suave de las olas sobre la arena me seducía para nadar desnudos y hacer el amor bajo la luz de la luna.

Unos brazos me agarraron de la cintura, tirándome hacia atrás. Di un grito ahogado, aterricé contra unos músculos duros y ropa arrugada.

Brax me besó la clavícula y me estremecí.“¿Lista para ir a la cama, cariño?”

Oh sí, estaba lista para irnos a la cama. Más que lista.

Asentí sin aliento. Brax me giró y cogió el equipaje a la misma vez. Había un botones detrás, sonriendo con indulgencia. “Por favor, adelante. Yo llevaré sus maletas.”

Entramos en el ascensor con el botones. El espejo reflejaba en cada dirección. Mi pelo era un nido de pájaro enredado, mi blusa estaba lista para un lavado, y mis ojos grises azulados brillaban con lujuria y amor.

Esperaba que Brax me lo notase. Me preocupaba mucho por él.

Sus ojos azules eran cálidos. Bajamos del ascensor, y fuimos a nuestra habitación. El pasillo era una terraza amplia, al aire libre, con enormes helechos y pequeños asientos acogedores donde había mucha privacidad.

“Es esta, con su permiso, señor,” dijo el botones, señalando una puerta mientras caminábamos.

Brax sonrió e insertó la tarjeta de acceso. Una vez que colocó la tarjeta, se encendió una luz, y avancé en trance. La habitación estaba decorada con estilo mexicano y también tenía pinturas brillantes, además la colcha era una fiesta de color y texturas. Alfombras de colores púrpuras, rojos y amarillos tejidas a mano cubrían el suelo de madera.

Grité con asombro infantil y fui corriendo al balcón. La oscuridad de las tinieblas me susurró mágicamente mientras escuchaba las olas en la orilla.

El cielo. Estoy en el cielo.

Brax le dio propina al botones y cerró la puerta. Me giré hacia él, y se aceleró mi respiración. Finalmente estábamos solos después de este loco y largo viaje.

Mi nueva pulsera tintineó, haciendo que mi corazón se desbordase de alegría. Di un paso hacia él. Brax extendió los brazos, con aspecto cansado pero feliz.

Me abrazó y apoyó la barbilla en mi cabeza.“Lo siento, no podía permitirme un hotel de cinco estrellas, Tessie.”

Mis ojos se abrieron como platos. Estábamos en medio de un sueño y le preocupaba por no haber podido darme más. ¿No podía ver que todo esto era perfecto?

No respondí. En cambio, le capturé el rostro con mis manos. Se quedó inmóvil, mirándome profundamente a los ojos. Le envié mensajes de hambre y necesidad. Quería meterme dentro de su alma y encender un fuego para que coincidiera con las llamas que yo tenía dentro.

Le di un beso.Brax inclinó la cabeza, permitiendo que mi lengua se escabullese entre sus labios, pero él no me acerco. Vamos. Por favor, necesítame también.

Le besé más fuerte, presionándome contra él con urgencia. Estaba demasiado caliente. Lo necesitaba demasiado, durante demasiado tiempo. Debería haber hablado antes con él, decirle como de mal necesitaba ser poseída. Durante meses, me sentía a la deriva, como si él ya no fuera mi ancla. Lo necesitaba para recordarme que le pertenecía, al igual que él me pertenecía.

Brax se rio entre mis besos, torciendo los labios. “¿Qué te pasa, Tess? No puedes mantener tus manos lejos de mí.”

Mi estómago se retorció y me sonrojé. “¿Tan malo es que te desee? ¿Que te necesite? Estamos en un país nuevo. ¿Podemos celebrar nuestra primera noche?” Mis ojos se dirigieron a la cama y volví la mirada. “Podríamos ducharnos juntos, y entonces podré enseñarte mi regalo.”

Mi regalo consistía en vestirme con medias de rejilla, ligero y el ridículo y caro sujetador push­up que compré. Lo había planeado todo. Esperaba que Brax se quedara boquiabierto, haciéndome sentir como una diosa. Le haría un masaje con aceite corporal de fresa, hasta que no pudiera soportarlo más y me atase las muñecas con mis bragas. Él me tomaría por detrás, y nuestros cuerpos se deslizarían juntos intoxicándose, rozando lo increíble. Incluso había estado en el centro de belleza y me había depilado dolorosamente en mis partes bajas especialmente para la ocasión.

Temblaba ante la idea de que se le oscureciese la mirada a Brax, que su cuerpo se pusiera salvaje y posesivo.

Me dio un beso en los labios, gimiendo, “Estoy muy cansado. ¿Podemos dejar la ducha para mañana?”

La decepción me inundó totalmente, empapando mi necesidad como agua helada. Incluso aunque me matara, no quería llorar, así que bajé los brazos y me liberé del abrazo de Brax. “Está bien, lo entiendo.”

Suspiró. “Está bien, está bien. Si me necesitas tanto, jugaré.”Su voz estaba resignada, pero él sonrió con cansancio.

¿Éramos tan rancios?

La pasión dio paso al miedo. No podía enseñarle el regalo ahora. No cuando parecía que estaba feliz con que lo hiciéramos cada dos meses haciendo el misionero. No quería que pensara que era una pervertida sexual, o arruinar nuestras vacaciones antes de que hubieran empezado.

No quería decir mis secretos. Era un error pensar que podía.“No, tienes razón. Es tarde, deberíamos ir a dormir,” murmuré.

Me alejé y no pasó mucho antes de que Brax me cogiese del codo. Gimiendo, se pasó una mano por el pelo castaño.“¿Por qué haces esto?”

Parpadeé. “¿Hacer qué?”

“Mentir. Tú nunca mientes.”

La vergüenza brillaba sobre mi piel. Miré a la alfombra brillante que había en el suelo. “Lo siento, Brax. No te lo voy a enseñar.”

Se enderezó y aspiró una bocanada de aire.“¿Por qué? ¿Qué ha cambiado?”

Lágrimas inútiles invadieron mis ojos. ¡Para de llorar!Esto no estaba mal, solo era diferente. Pero yo ya no quería ser diferente. Quería complacer a Brax. Odiaba ser egoísta. Soy una persona horrible.

Se agachó, mirándome a los ojos vidriosos.“Oye, Tess. ¿Qué pasa? Dímelo.”  Me llevó a la cama y me puso en su regazo. Me acurruqué en su pecho.

¿Qué pasaría si se lo dijera y me odiara? Me apartaría y me dejaría sola, como hicieron mis padres. Yo sería otro error.

No le respondí, dejándolo consolarme, tratando de desenredar mis desordenados pensamientos.

Brax murmuró: “¿Recuerdas cómo nos conocimos? ¿Lo que me dijiste?” Por supuesto que me acordaba. Él me había hecho sangrar. Nuestro primer encuentro no se ajustaba exactamente a la etiqueta de una primera cita. Me reí en voz baja. “Te dije gilipollas.”

Él se echó a reír. “No es eso.” Mientras me acariciaba la espalda, se zambulló en los recuerdos del pasado.“Estaba paseando con Blizzard por la playa y le lancé un palo. De la nada, apareció una chica como un ángel, completamente fuera de control en una tabla de kite board. Una gran ráfaga de viento la catapultó fuera del agua y fue derecha a la cara de mi husky.”

Una lesión fantasma me vino a la memoria. Había sido una idiota al pensar que podía hacer kite board. Había sido un intento de salir de mi zona de confort. Fracase de manera drástica.

Brax continuó, “No me lo podía creer cuando tu comenta se fue volando por la playa, arrastrándote a ti y a mi perro. Me las arreglé para abalanzarme sobre ti, pero tardé media hora en desenredar a Blizzard con todas esas cuerdas y arneses.” Su mirada se ensombreció. “Estaba muy preocupado cuando por fin los liberé. Tenías sangre en el hombro y tenías un ojo negro. Mi pobre perro tenía una pata dolorida y el palo se había roto.” Me pasó un dedo por el pómulo.

El palo roto había causado que me sangrara el hombro. Maldito palo.

“Te pregunté si querías ir al hospital, y me dijiste que si parecía que estaba muy mal. No quería asustarte, así que te mentí. Te dije que sólo era un rasguño, cuando en realidad era un enorme agujero, chorreando sangre y pedazos de corteza saliendo por todas partes. Te mentí porque no sabía qué decir.”

Me estremecí. Había sido bastante malo. Me pusieron ocho puntos, pero Brax nunca se fue de mi lado.

“Te mentí y tú me dijiste...”

“Nunca mientas. La verdad duele menos que unas mentirillas y unas farsas.” Me acordé de ese día como si hubiera sucedido hace dos horas. Me había hecho daño, porque era mi dieciocho cumpleaños y mis padres se olvidaron.

“La verdad duele menos que unas mentirillas y unas farsas,” repitió Brax. “Eso siempre se quedará conmigo porque es tan honesto y puro. Me dijo mucho de ti y me hizo enamorarme. Hay mucha gente que me mintió sobre la muerte de mis padres. Pasando por alto la oscuridad y ocultando la retorcida verdad.”

Sus brazos me abrazaron con más fuerza, apretándome contra él. “ El no tener la oportunidad de decirle adiós me perseguirá para siempre. Y no saber la verdad de porqué pasó lo que pasó me duele en el alma.”

Sus ojos ardían mirando los míos. “Por lo tanto, Tess. No me mientas. La verdad es nuestro único camino.”

Asentí con la cabeza; él tenía razón. Nunca debí haber sacado el tema si no tenía las agallas para seguir adelante.

“Déjame ir. Te lo voy a enseñar.” Por favor, por favor, que le guste.

Me cogió la mano, apretándome los dedos. “Me gustaría ver lo que quieres enseñarme.”

Me mordí el labio. Sus ojos cambiaron de azul nítido a humeante cerúleo.

La felicidad caliente me quemaba y lo besé. “No tienes ni idea de lo que significa para mí.”

Agachó la cabeza, mirándome a través de los ojos entrecerrados. “Creo que sí.”

Al ayudarme a levantarme de su regazo, me tocó el culo. “Ve. Sé rápida, antes de que me duerma.”

La nueva confianza que tenía se desinfló. ¿Realmente puedo pedirle que cambie?

Brax gimió. “Tess, no me dejes más con la duda.” Me echó hacia atrás, poniéndome entre sus muslos abiertos. “Nunca te voy a dejar ir. Así que sea lo que sea, no tengas miedo.” Dejó caer mi mano y capturó la pulsera de plata. “Espero que sepas que esto no es sólo un brazalete para mí.” Sus dedos acariciaron la parte interior de mi brazo y me estremecí. “Es una promesa de más. Cuando me pueda permitir lo que te mereces, te haré mía.”

Me incliné y lo abracé con fuerza.“Yo ya soy tuya.”

Su respiración se volvió superficial y se inclinó para besarme. Comenzó inocentemente, dulce, pero poco a poco, inclinó la cabeza, besándome más profundo. Puso su mano en mi cintura y cerró la distancia entre nosotros. Su lengua lamió la mía en una gentil invitación.

Apreté mis manos en sus hombros mientras me calentaba, teniendo miedo e incertidumbre a la vez. Gemí mientras me mordisqueaba el labio inferior, mientras me cogía del cuello para hacer el beso más profundo.

Todo creció con necesidad.

No lo ataques. No lo ataques.Brax paró de besarme. “Enséñame.”

Me empujó suavemente y fui a buscar mi maleta. Abrí el bolsillo lateral donde había escondido el vibrador, cogí la bolsa de plástico con mi ropa interior nueva, y lo escondí todo detrás de la espalda. Respirando hondo, le dije “Ahora vuelvo.”

Brax asintió. “No me iré de aquí.”

Me fui al baño y cerré la puerta. Coloqué la bolsa en el lavabo, y me quedé mirando mi reflejo. Después de un largo vuelo, estaba hecha un desastre, pero quería acabar de una vez. No podía dejar de sentir que todo esto era un gran error.

Puedes hacer esto. Sé honesta. Todo lo demás... podíamos trabajarlo juntos. Esto podría ser bueno, el siguiente paso en nuestra relación.

Podría hacernos más fuertes.Me quité la ropa y me puse el tanga y el sujetador push­up de encaje morado.

El sujetador había sido extremadamente caro, pero mis tetas parecía que valían un millón de dólares, convirtiendo mi talla C en una generosa D.

Quería sentirme sexy y caliente, pero realmente me sentía como un fraude. Mi piel estaba muy blanca. Dios, este color morado me hacía parecer una idiota vestida con la ropa interior de su madre.

Me temblaban los dedos mientras desenrollaba las medias de rejilla, y colocaba los clips en el liguero. Aún más ridícula.

Suspiré, frunciendo el ceño ante mi reflejo. Quería su culo sexy, pero estaba llena de inseguridad y de arrepentimiento.

Maldita sea, no era así como quería sentirme. Mi nueva ropa interior me prometía poder y picardía. Todo lo que quería hacer era ponerme mi pijama de franela y olvidarme de este fiasco.

Me volví a encontrar con mi reflejo en el espejo. Esto tenía que acabar de una vez.

Me peiné el cabello, metí la barriga y salí del cuarto de baño. Brax estaba tumbado en la cama. Se incorporó sobre los codos en cuanto entré en la habitación. Su boca se abrió de golpe, mientras me miraba. El deseo explotó en sus ojos, lo que desató algo muy dentro, anulando el miedo que tenía al rechazo.

El poder femenino reemplazó a la autoconciencia.

Brax se sentó en el borde de la cama. Se movió, reajustándose sus pantalones cortos. “Guau...”

El calor brilló con intensidad radiactiva, y fui hacia él antes de que pudiera decir nada más, antes de que mi confianza pudiera tambalearse.

Saqué el vibrador de detrás de la espalda. El pequeño conejo púrpura, me puso coloradas las mejillas. Oh, Dios, ¿por qué estaba haciendo esto?

Brax tragó y se bloqueó mientras miraba mi posesión más personal.

“Quiero que seamos más aventureros,” murmuré. “Te quiero y amo nuestra vida sexual, pero pensé que...”

Brax se levantó de la cama y vino hacia mí lentamente mientras se quitaba la camiseta, dejándome boquiabierta como una idiota enamorada.

Su rostro era inescrutable mientras murmuraba: “¿Quieres más?”

Más. Podía ser una palabra peligrosa.

Negué con la cabeza. “No más, diferente.”

El dolor brilló en sus ojos antes de desaparecer con la misma rapidez.

“No siempre, sólo a veces...”

Le temblaba la mano mientras cogía el vibrador. “¿Usas esto?” Su dedo se cernía sobre el botón de encendido. No podía tragar, la humillación me había cerrado la garganta.

Claro, Tess, mostrándole tu vibrador todo iba a ser sexy y divertido. Quería pegarme a mí misma, pero me quedé completamente inmóvil, horrorizada por lo que él podría decir. Me abrí y el riesgo era arruinar los sentimientos de Brax hacia mí.

Quería gritar: ¡Estoy bromeando! Este no es mi verdadero yo. Pero mis labios seguían cerrados, no podía apartar la mirada de su mano agarrando el vibrador.

Estúpida. Tan estúpida…

Brax lo encendió y un zumbido llenó la habitación. Miré hacia otro lado mientras presionaba la máxima potencia. Parecía que estaba gritando todos mis secretos.

“¿Diferente?” Su voz resonó con la pérdida y la confusión mientras miraba el vibrador. Sin duda, sabía que me iba a abandonar, no quería que pensara que le sustituía por eso. ¿Cómo podría explicar que tanto tiempo sin sexo era al final de todo, tortura?

Mi corazón estaba destrozado. Esto ya no se trataba de mis necesidades, se trataba de las de él. Le había hecho pensar que no era lo suficientemente bueno. Mierda.

Agarré el vibrador, odiándolo en ese momento. Lo apagué, le quité las pilas y lo tiré todo a la basura. “Olvídalo, Brax. Era una idea estúpida. Sólo te quiero a ti, ¿de acuerdo? Por favor, no me odies.” Era la perra más grande la historia.

Sacudió la cabeza y dejó caer las manos. Su mirada se nubló mientras miraba al suelo. Conocía esa mirada, era la misma mirada que tenía cuando se despertaba de una pesadilla, aterrado por si se despertaba solo. “Tess, ya me tienes. Pero si yo no soy suficiente...”

“¡No!” Le cogí de los brazos, tirando de él hacia la cama. “Tú eres más que suficiente. Lo siento mucho, olvida todo esto, por favor.” Ahora, yo era la que pensaba que me iba a quedar sola.

Si él pensaba que yo no lo quería, me haría a un lado.

El pánico me hacía actuar así. “Eres suficiente, eres más que suficiente. Brax, por favor...” Las lágrimas me quemaron en los ojos, y el pecho subía y bajaba con la emoción.

Sus ojos se dirigieron a mis pechos mientras se mordía el labio. Muy lentamente, me acarició el suave montículo. “Me está matando el pensar que no te voy a dar todo lo que necesitas.” Su dedo siguió bajando, encontrando mi pezón dentro del sujetador.

Mi respiración se paró, a pesar de que había muchísimas emociones dentro de mí, le necesitaba. “Eres impresionante. Siempre supe que estabas fuera de mi alcance, y con esto puesto me hace darme cuenta de lo sexual que eres.” Su voz se puso ronca mientras seguía tocándome. “No estoy seguro de poner mantenerte conmigo. Te amo, Tess. Me encanta estar contigo, pero no necesito follarte para ser un hombre. Te necesito como una amiga, como mi apoyo. ¿Lo entiendes?”

Dejó caer la mano de mi pecho, bordeando el estómago, arrastrándome en un abrazo sofocante. Dejé que la vida se me exprimiera, pero lo necesitaba. Lo necesitaba para convencerme de que no se iba a ir, que no había arruinado nuestra relación.

“Todo lo que necesito es a ti. Honestamente, nada de eso importa. Estoy contenta, muy feliz, cuando estoy contigo,” le susurré.

Me dolía tanto el pecho... ¿Podía oír las palabras que habíamos usado? Estaba contenta y él me utilizaba como apoyo. No hizo mención de la pasión ni de la lujuria desenfrenada.

No importa. Deja de ser tan tonta. Eso sólo era para las películas, esto era la vida real.

Brax se apartó, tenía los ojos llenos de vergüenza y necesidad. Le cogí la mano y presioné mis labios contra los suyos. Él me devolvió el beso como siempre, con ferocidad.

Gemí, envolviendo las manos en su pelo, acercándolo más a mí. Esto es lo que necesitaba, pasión mezclada con dolor.

Rompió el beso, respirando con dificultad. “Entonces, ¿podemos fingir que todo esto nunca ha sucedido?”

El alivio se me extendió por el pecho. Atrás quedó la decepción de que nunca sería poseída por Brax en la cama. No había arruinado nada. No podría estar más agradecida.“Ya está olvidado.”

Exhaló y sonrió torcidamente. Me besó la punta de la nariz y me dijo, “Gracias por amarme lo suficiente para aceptar lo que puedo darte.” Mi cuerpo entero vibraba con remordimiento.

No podía responder.

Brax me desabrochó el sostén, sacó mis pechos lentamente y bajó la cabeza para succionarme el pezón. El calor explotó en mi interior.

Brax todavía me amaba. Eso era lo único que me importaba. Nada más. No quería sexo pervertido, ni de condimentar el dormitorio. Era una chica muy afortunada. Tan afortunada.

Le mordí la clavícula a Brax mientras él gemía. Su erección se presionaba contra mi vientre.

Temblando, empecé a quitarle los vaqueros. Él se arqueó para ayudarme. Una vez que se los quité, me arrancó las bragas y las tiró al suelo.

Brax se colocó entre mis muslos, y me miró. Me mordí el labio mientras se presionaba dentro de mí. No estaba tan mojada como debería haber estado, pero la invasión me llenó de placer y también de dolor.

Sus ojos se cerraron mientras se acomodaba muy dentro. Su erección envió oleadas de seguridad y mi pasión se hizo añicos. Nos sacudimos juntos mientras me daba besos delicados, dulce afecto. Me volví resbaladiza alrededor de él, calentándome, construyendo.

Mis pezones rogaban por atención, y desee que él me mordiera solo un poco, tal vez sería capaz de llegar al orgasmo.

“Tess...” me susurró al oído, aumentando la velocidad. Sus caderas me presionaron más y peleamos contra impulso de tocarnos, para ayudarnos a alcanzar el orgasmo.

Con otro empuje, Brax gimió, su espalda tembló y me apretó el culo con fuerza. Se corrió dentro, oleadas de éxtasis para él y simple aceptación para mí. Le acaricié el pecho, por lo feliz que era de ser capaz de encontrar la liberación después de todo lo que le hice pasar.

Se desplomó encima de mí, presionándome entre su peso y el colchón. Me quedé mirando al techo, luchando contra tantos pensamientos, no todos tenían sentido.
 Brax resopló, acurrucando su cara en mis pechos.

Enseguida se quedó dormido, dejándome sola y confundida.



[1] Señorita, en español en el idioma original



***


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