Besar a Pimlico hacía que la energía empapa mis extremidades magulladas y bravas.
Su toque me hacía pensar que podría pararme fácilmente de esta cama abandonada y sacarla de aquí. Su gusto me hacía creer que estaba curado. Sus maullidos y gemidos hicieron que el sexo fuera infinitamente más atractivo que regresar al Phantom tan rápido.
¿Por qué irnos ya?
Teníamos una cama y privacidad.
Tengo la intención de poner esto en uso.
Cuanto más nos besábamos, más me hundía en las almohadas y la acercaba más.
La necesitaba a ella. Yo la quería a ella. Mi dolor desapareció bajo su peso.
Colocándola encima de mí, siseé entre mis dientes cuando cuchillas de agonía golpearon mi cráneo, insinuando que el dolor podría no haber desaparecido, después de todo.
Sus manos se presionaron contra mi pecho, magullando costillas rotas, discutiendo contra mi insistencia de tenerla cerca.
Su boca bailaba con la mía pero con vacilación.
Respiré más fuerte, arqueando mis caderas contra las de ella para mostrarle exactamente lo que quería y dejara de negarse.
Pero entonces, el giro regresó. Ese maldito giro que me envió a la inconsciencia la última vez. La espiral hipnótica en blanco y negro, robando la gravedad a mis entrañas y lanzándolas una y otra vez en una lavadora de enfermedad.
Los besos pasaron de una curación milagrosa a una pérdida de energía. Luchar contra ella cambió de aventurero a agotador.
Girando, girando, girando.
En un momento la estaba besando.
Al siguiente ... no lo estaba.
***
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