MILLIONS - CAPITULO 7

Mierda.

¿Cuánto tiempo llevaría encontrar a esos bastardos? Con cada minuto, no podía ignorar las imágenes de Pim siendo torturada, Pim siendo vendida, Pim siendo violada.

Temblé con una mezcla de fiebre, agonía y furia fuera de control por decepcionarla.

A medida que los minutos se convertían en horas, más y más dolor se acumulaba, más y más culpa me asfixiaba.

Maldita sea, no puedo solo sentarme aquí.

Estaba haciendo todo lo que podía: alistar cada truco, contactarme con cada narco, pero simplemente sentarme se sentía como si no me importara. Como si saber que ella estaba con extraños no fuera el problema más urgente y desgarrador que jamás haya tenido que resolver en mi vida.

Levantando mi trasero roto de mi silla, cerré mi laptop de golpe.

A la mierda.

No podía quedarme más aquí. Tenía que estar allí afuera, asaltando las calles y cazando físicamente. Cualquier cosa para evitar que mi mente fuera hacia lugares oscuros y profundos.

Cojeando desde mi estación de trabajo, me estremecí cuando sonó mi teléfono celular, tronando en mi escritorio. Los sonidos de Calais no pudo ahogar el sonido penetrante cuando lo agarré y le di responder.

La pantalla mostraba que era una llamada del intercomunicador parcheada desde el puente.

No era lo que quería.

Quería un dato de un número bloqueado de un soplón en las calles de Calais. Quería que un criminal derramara una dirección por su recompensa.

Mi temperamento se deshizo, pero presioné el teléfono contra mi oído. "¿Qué pasa, Jolfer? Se rápido."

Si tenía algo que ver con problemas con el atraque o tarifas de muelle, no estaba jodidamente interesado. No me movería de este muelle hasta que tuviera a Pim. Fin de la historia.

"Acabo de recibir una interesante comunicación por la radio".

"¿Interesante cómo?" Mi ritmo cardíaco se disparó a mil millas por segundo.

"Un hombre llamado Mercer. Dijo que cometió un error y tiene algo que es tuyo. Dio una dirección."

El mundo se detuvo.

Dejé de respirar.

Todo dejo de doler.

"Espera."

Volviendo a mi computadora portátil, abrí la tapa y esperé a que apareciera el navegador web. Con una sola mano, escribí el nombre de Mercer y presioné enter.

Inmediatamente, las imágenes del mismo bastardo que había masacrado el Chinmoku, a mi y a mi violonchelo, me devolvieron la mirada con arrogancia.

Mis ojos hojearon artículos contradictorios. Algunos afirmaban que era el chico de oro de Francia con más obras de caridad y buena voluntad en su nombre que la maldita Reina. Otros lo llamaban un psicópata despiadado. Un abusador de esclavas. La forma más baja de escoria.

Un bastardo de dos caras.

Igual que todo el resto.

"¿La dirección?"

Jolfer se aclaró la garganta. "Un castillo en Blois."

"¿Qué tan lejos?"

"Según mis cálculos, de cuatro a cinco horas en automóvil."

Demasiado tiempo.

"¿Y por aire?"

"Alrededor de una hora y media, más o menos."

Aún era demasiado tiempo. Pero mi única opción.

"Dile a Martin que prepare el helicóptero."

"De acuerdo."

Colgué.

No sabía a qué juego enfermo jugaba este bastardo o qué poder me daría la bienvenida. No sabía cómo podré superar mis heridas para entregar la venganza que se le debía, o qué haría una vez que lo hubiera terminado.

Pero no me importaba.

Tenía una dirección.

Pimlico estaba en esa dirección.

Y estaba llevando la guerra directamente a su puerta.

***

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