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miércoles, 30 de septiembre de 2020

TWICE A WISH - PROLOGO



Un corazón era como un mar.

Un momento, podría ser despiadadamente frío, cavernosamente profundo y protector de sus secretos, pero al siguiente, podía ser felizmente cálido, maravillosamente tranquilo y penetrantemente claro.

Ese era mi corazón.

Un ecosistema complejo de oscuridad y luz.

Odio y lujuria.

Perdón y venganza.

Pero si yo fuera el mar, entonces Sullivan Sinclair era el tiburón.

Elegante y sensual, sin esfuerzo y cruel, él era el depredador del océano, mientras yo era el guardián de su sustento. No solo era su diosa, para rentar y empeñar, para ganar tesoros incalculables de su carne, sino que también albergaba sus secretos y enterraba sus verdades en mi corazón sin fondo.

Sin mí, simplemente nadaría bajo el sol y la sombra, merodeando y patrullando, cazando y sobreviviendo, su vida era una repetición monótona del día anterior.

Pero el mar no era monótono.

Cada día era diferente.

Tempestad y lleno de tormentas por la mañana.

Cristalino y sereno por la tarde.

Ese era mi corazón.

Esa era la amplitud de mis emociones cuando se trataba del hombre que me había comprado.

Las grietas y fisuras eran las venas que rodeaban el músculo obstinado que me mantenía con vida. La salmuera era mi sangre fluyendo por esas venas, otorgándome la fuerza para seguir sobreviviendo.

No porque tuviera que ganar, sino por las pequeñas migajas que recogía sobre el dios que me había capturado. Su capacidad para esconder miles de naufragios era casi tan impresionante como la capacidad del mar para albergar un millón de criaturas.

Sully Sinclair dijo que yo tenía el poder de arruinarlo.

Yo le creía.

Algo nos ataba que no podíamos explicar.

Pero eso no sería lo que lo destruiría.

Un maremoto de injusticia e ira, de soledad y lujuria estaba creciendo en mi corazón. Barriendo las aguas poco profundas, agitando las sombras, asegurándome de que no era solo una gota atrapada en una botella, sino un tsunami completo en el horizonte.

Tenía el poder de arruinarlo, sí.

Pero en el proceso, también me destruiría a mí misma.


***


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