Skittles me atacó en Serigala porque creía que yo estaba hiriendo a Eleanor cuando habíamos estado tan, tan cerca de tener sexo. Había hecho lo mismo mientras yo estaba en camino, manteniéndome en mi lugar con pura fuerza de voluntad mientras las aspas del helicóptero ganaban velocidad lentamente y sacaban a Roy Slater de mi isla.
El pequeño loro, que normalmente era tan pasivo, llegó en un ciclón de plumas, mordeduras y garras. — ¡Oye! — Levanté mi brazo mientras ella me desgarraba la oreja, disparándose en dirección del camino antes de repetir su ataque en picado.
Pika trató de interceptar su carnicería, solo para que ella se volviera cruel hacía sus payasadas juguetonas.
O Skittles estaba sufrido un aneurisma y tenía un cambio total de personalidad, o ...
Eleanor.
Corrí en dirección en la que Skittles parecía desesperada por ir. Ella chillaba y graznaba, volando delante de mí ahora que había recibido el mensaje. Apenas pude mantener el ritmo cuando la arena salió volando de mis zapatos, Pika se unió a nosotros en nuestra prisa.
Las habría pasado por alto si no hubiera sido por Skittles. Si el pequeño, leal y hermoso pájaro no se hubiera metido en la maleza donde unas pocas orquídeas violetas habían sido aplastadas por los pies de las mujeres.
Gracias a ella, me topé con un asesinato en curso, y la rabia que había hecho todo lo posible por erradicar gracias a hablar con mi hermano, se convirtió en un miasma incontenible.
Vi rojo.
Probé la sangre.
Me apagué.
Skittles no esperó a que matara a las diosas; se encargó de ir hacia adelante, picoteando los ojos de las dos chicas que intentaban estrangular a Eleanor con una maldita bufanda.
Neptune hizo una mueca y agachó la cabeza, manteniendo su atención en tirar de la bufanda con todo su peso. Skittles la mantuvo distraída mientras yo la seguía con pasos mesurados, mis puños se cerraron hasta que mis nudillos crujieron, mi corazón latiendo salvajemente y sin latir en absoluto.
Yo era fuego y hielo. Yo era un monstruo y un hombre.
Tenía miedo de lo que haría porque todo lo que quería era abrirles el pecho, dejar sus entrañas en la tierra, y sus bocas abiertas en lastimosos gritos.
Una ramita se rompió debajo de mi zapato cuando cerré la distancia entre nosotros. Júpiter miró alrededor del árbol, su mirada pegada a la mía. Al instante, su tez se puso blanca como la nieve, todo el pigmento de su carne se retiró hacia adentro, como si fortaleciera los órganos que estaba a punto de masacrar.
Skittles voló hacia las ramas de arriba, sentándose al lado de Pika, lista para que yo entregara las desordenadas consecuencias.
Neptune fue la siguiente, soltando su agarre de la bufanda alrededor de la garganta de Jinx, quitando la barrera que la mantenía erguida.
Eleanor cayó al suelo. Ligera, elegante, una cascada de piernas, torso y brazos plegados hasta que se quedó tendida y con los ojos cerrados entre los helechos.
¿Verla así?
Al ver el enrojecimiento alrededor de su garganta y la palidez de sus labios, rompió otra pared alrededor de mi corazón.
Destruyó mis mentiras de que lo que sentía por ella se desvanecería. Borró mis garantías de que la superaría. Me obligó a admitir que haría cualquier cosa por ella, sería cualquier cosa por ella, mataría malditamente a todos por ella.
Comenzando ahora.
Hasta ese momento, todo se veía en cámara lenta. El mundo había sido reemplazado por melaza y barro, pero con esa flecha de verdad propia, todo se convirtió en arenas movedizas. En cascada a través de un reloj de arena, haciendo tic-tac en el tiempo perdido que necesitaba para salvarla.
No recuerdo mucho después de eso.
Skittles chilló cuando agarré el cabello de Calico y la arrastre hacia atrás. Gritó de sorpresa cuando la hice girar, envolví ambas manos alrededor de su garganta y apreté sin piedad.
Ella colgaba en mi agarre, sus uñas afiladas dejando surcos carmesí en mis nudillos. Sus ojos se abrieron, el cartílago de su cuello cedió bajo mi fuerza, y su cuerpo pasó de feroz a flácido en un momento.
Respirando por las fosas nasales ensanchadas, la dejé ir en el momento en que quedó sin vida en mi agarre. Cayó al suelo, como una marioneta a juego con la forma inconsciente de Eleanor.
A diferencia de Eleanor, quien había quedado en el frente de mi mente, un sacrificio brillante al que tenía que llegar, al que tenía que salvar, me olvidé de Calico en el momento en que pase sobre ella y me preparé para castigar a las otras dos.
Júpiter estalló en lágrimas cuando cerré la distancia entre nosotros.
Neptune cayó de rodillas, sus manos en oración, sus labios blancos. — Sullivan, por favor. Por favor, no nos lastimes. Estábamos… —
Le di una cachetada.
Fuerte.
Tan jodidamente fuerte.
Su cabeza giró hacia un lado y su cuerpo se agitó al ritmo, estrellándose contra el suelo. Júpiter se quedó de pie, balanceándose de terror, con lágrimas cayendo.
Mi rabiosa sangre farfulló un poco, permitiendo que la misericordia se filtrara a través de la bruma asesina. Gruñí con los dientes apretados. — ¿Por qué? —
Parpadeó, enviando otro chorro de lágrimas que manchaban sus mejillas. — Porque... porque nunca nos miraste como la miras a ella. —
Neptune se levantó lentamente de la tierra, ahuecando su mejilla hinchada y atreviéndose a mirarme mientras se balanceaba sobre sus rodillas. — Te amamos, Sullivan. Por favor… —
Me reí sin piedad. — ¿Amor? ¿Crees que esto es amor? —
— Haríamos cualquier cosa por ti. Obedecemos todos tus ordenes. Somos tuyas, de principio a fin. —
Eleanor gimió cuando el oxígeno se filtró de regreso a su cuerpo, manteniéndola viva.
Amor.
Lo había rechazado toda mi vida. Había ignorado su insidiosa atracción hacia Jinx. Pero ella tenía razón. Puede que no hubiera sido un amor instantáneo cuando nos conocimos, pero había sido algo instantáneo. Y por primera vez, quería luchar por eso en lugar de matarlo.
Mi mano arremetió, empujando el delgado hombro de Júpiter hasta que ella quedo de rodillas junto a Neptuno. Ambas diosas temblaron, pero nunca apartaron la mirada de mí.
Bien.
Tenía su completa atención.
Con explícita indecencia, me agarré entre mis piernas. Apreté el bulto que las había atrapado mirando, activé el dolor a causa de dormir con Eleanor. Esperé a que sus ojos se deslizaran hasta mi agarre antes de retroceder nerviosamente a mi mirada.
Con su concentración total quemando agujeros en mi carne, gruñí, — ¿Esto es lo que quieren? ¿Esta polla que creen que tiene el poder de darles felicidad? —
Sus hombros rodaron y la vergüenza salpicó sus mejillas.
— Solo queremos que nos ames. —
— Ahí está esa asquerosa palabra de nuevo. — Mi brazo tembló cuando me apreté más fuerte. Mi mirada se posó en Eleanor, y un rayo eléctrico sobrealimentado de mil vatios detuvo mi corazón cuando sus ojos grises se abrieron. Sus cejas se fruncieron mientras regresaba lentamente de la muerte, parpadeando para alejar el letargo y el smog de ser estrangulada.
Mientras ella todavía bailaba en el límite de la vigilia y el letargo, miré a las dos diosas asesinas. Sacudí mi brazo, mi polla todavía palpitando en mi agarre. — Esto le pertenece a ella. Siempre fue de ella. No tenían ni una maldita posibilidad antes de que ella llegara, y ahora que la encontré, han perdido para siempre. —
Neptune inclinó la cabeza. Júpiter dejó de llorar, su desesperación temblaba hasta que le castañetearon los dientes.
Soltando mi polla, apreté la camisa sobre mi corazón y les confesé, incluso si nunca tendría las pelotas para confesárselo a Eleanor. — Y esto... esto también le pertenece a ella. Nadie más, ¿entienden? Ocurrió en contra de mi voluntad. Ocurrió a pesar de sus trucos. Está hecho, y no importan sus planes, no se puede deshacer, lo que significa que acaban de firmar sus órdenes de ejecución porque ¿cómo puedo dejarlas vivir después de que trataran de matar a la dueña de mi maldito corazón? —
Fue el turno de Neptune de llorar.
Grandes gotas se derramaron de sus ojos, sumergiéndose en la curva de su boca. — Lo sentimos, Sullivan. Cometimos un error. —
— Lo hiciste. Un gran maldito error. — Asentí y caí de rodillas frente a ellas. Calico permaneció en la tierra que se había convertido en su ataúd, pero había otras dos diosas que acabar.
— No lo hagas. Prometemos que ... —
Corté la súplica de Júpiter con una mano alrededor de su garganta. Dos manos se enroscaron alrededor de dos cuellos.
Si tuviera otra arma, habría utilizado un método diferente de exterminio. Estaba cansado de tan gentil homicidio. Una hoja sería afilada y transmitiría un mensaje rápido. Un arma sería brutal y las enviaría a la otra vida con solo apretar el gatillo.
El estrangulamiento era personal.
Demasiado íntimo con la forma en que mi piel se pegaba a la de ellas, su pulso martilleaba contra mis dedos, sus débiles intentos de libertad dejaban marcas en mi cuerpo.
Ambas se agitaron, ambas arañaron, ambas intentaron correr, pero mis brazos eran fuertes por escalar cascadas y nadar millas. Mis dedos implacables de poder.
Seguí apretando hasta que sus intentos de respirar se debilitaron.
Pasos se estrellaron a través de la jungla, cambiando el camino prístino por una maleza descuidada. — Señor... detente. —
Señor.
La broma interna de Cal.
Le gustaba llamarme señor cuando creía que necesitaba recordar mi lugar como gobernante. O era una burla por lo alto y poderoso que había actuado, o una bofetada para hacerme humano después de deslizarme al infierno.
Nunca me había gustado que me llamara señor. Desequilibraba nuestra amistad. Pero en ese momento, hizo exactamente lo que él pretendía.
Me despertó.
Me trajo de vuelta.
Arranqué mis manos de las dos chicas justo cuando caían en silencio.
Ah, mierda.
Corrió a mi lado mientras me levantaba, frotándome los pantalones con las palmas sudorosas. El calor de su terror todavía empapado en mis palmas, retorciéndome las tripas.
Había matado mujeres antes.
Pero solo aquellas que demostraban haber ido demasiado lejos para ser redimidas. Júpiter y Neptuno... no eran malvadas. Solo dos chicas que tuvieron la desafortunada suerte de ser vendidas a mí.
Cal se arrodilló de golpe, tumbándolas de espaldas y realizando reanimación cardiopulmonar, pasando entre las dos. Agarré mi teléfono y llamé al Dr. Campbell.
Respondió al primer timbre, como si hubiera sentido que había hecho algo monstruoso. — Trae cuatro camillas y personal. Tienes algunas pacientes que atender. Estamos fuera del camino a la playa principal. —
Colgué antes de que pudiera hacer preguntas.
Me daría un sermón por esto. Incluso podría renunciar, pero cuando mis ojos se posaron una vez más en Eleanor, no me importo un carajo.
Merecían su lección incluso si sus vidas no me pertenecían.
Honré el valor de la Diosa Jinx, la chica quien nunca podría conocer el poder que tenía sobre mí. Acercándome a ella, la ayudé a sentarse. — ¿Estás bien? —
Ella gimió y se frotó la garganta, tragando unas cuantas veces antes de croar, — Sí, eso creo. — Mirando más allá de mí, palideció. — Oh, Dios... Sully. ¿Qué hiciste? —
No miré por encima del hombro a los tres cuerpos. — Te lastimaron. Fueron castigadas. —
Frío.
Factual.
La verdad.
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Te amo, así todo loco ajajajja 💓💓💓 muchísimas gracias 😊
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