El Dr. Campbell me mantuvo en observación durante tres horas.
Se negó rotundamente a que Cal y Sully entraran a su consultorio después de vernos a las cuatro, todas con huellas dactilares alrededor de la garganta, todas estranguladas hasta la inconsciencia, todos a merced de un monstruo.
La única diferencia era que Sully me había tocado con agresión en el colmo de la lujuria. Nuestro dolor era mutuo. Nuestro placer, compartido.
A diferencia de las tres diosas a las que casi había matado. No habían tenido lujuria mutua; no habían sentido nada más que miedo.
Sabía que debería sentirme reivindicada. Debería sentirme honrada por lo que había hecho para obtener venganza en mi honor.
En cambio, me sentía terriblemente triste.
Triste por ellas.
Triste por él.
Triste por toda esta desordenada isla.
— ¿Están bien, doctor? — Pregunté en voz baja mientras el Dr. Campbell regresaba de la puerta cerrada que conducía a donde habían sido llevadas Júpiter, Neptuno y Calico. No recordaba nada después de desmayarme. El siguiente recuerdo que tenía, era haber despertado aquí con un dolor de cabeza punzante y un fuerte dolor de cuello.
Sonrió gentilmente, su curtido rostro se arrugó detrás de sus lentes de media luna. — ¿Cómo estás tu? Esa es la respuesta que me interesa más. — Se acercó a mí, ignorando mi pregunta. Tomando mi muñeca, contó mi pulso antes de sonreír gentilmente. — Tus signos vitales son buenos y tus pruebas salieron claras. Estoy seguro de que no tendrás nada peor para mostrar. —
— ¿Y ellas? ¿Ellas estarán bien? —
Su mirada se ensombreció. — Tal vez sea el momento de enviarte de regreso a tu villa. Puedes continuar recuperándote en un ambiente más agradable que la aburrida consulta de un médico. —
Mi temperamento creció un poco. — ¿Me dirás cómo están? —
Palmeó mi rodilla. — En un rato. La confidencialidad del paciente sobre todo. —
Sus negativas hicieron que mis pensamientos se volvieran locos. ¿Sully las había matado?
Oh Dios.
Estaba de acuerdo en que merecían tener alguna consecuencia. Después de todo, habían intentado matarme.
¿Pero asesinato?
Ese pensamiento se sentaba como una roca cubierta de limo en mi vientre, filtrando una preocupación nociva en mi sangre.
¿Sully era tan literal? ¿Así de blanco y negro?
Una vida por una vida.
La parte terrible era que ya sabía que él era capaz de tal cosa. Lo había sentido en el momento en que nos conocimos. Él vivía su vida firmemente entre esos dos colores. No había sombras en el gris para él, ni indulgencias, ni segundas oportunidades.
Mi estomago se encogió.
Me voy a enfermar.
Mi cuerpo quería eliminar el flujo dentro de mi, porque ¿cómo podría estar enamorada de un hombre que podía ser tan vicioso? ¿Un hombre que podía matar tan fácilmente que no le robaba una gran parte de su alma?
No lo encontraba romántico.
Lo encontraba bárbaro y francamente... jodidamente aterrador.
Si podía erradicar a tres mujeres que habían vivido con él durante años... ¿qué me haría a mi si lo hacía algo que no aprobaba?
¿Era por eso que se mostraba tan inflexible en no sentir algo por mí? ¿Por qué sabía lo que él era capaz? ¿Que a la primera señal de una discusión o desacuerdo, podría resultar en que mi corazón se detuviera gracias a su despiadada mano?
Temblé en silencio cuando el Dr. Campbell tomó el teléfono junto a su escritorio y llamó a alguien para que me acompañara a mi villa.
Por primera vez, quería que ese alguien fuera cualquier persona menos Sully.
Estaría bien con Arbi, el tercero al mando más diligente. Estaría bien con Cal y su mirada fría y burlona. Incluso me conformaría con uno de los muchos discretos guardias que patrullaban las costas, manteniéndonos a salvo pero también impidiendo que nos alejáramos nadando.
Pero, por supuesto, mis deseos quedaron sin respuesta.
Diez minutos más tarde, la puerta se abrió y apareció Sully.
Me quedé sin aliento cuando todo el poder de su presencia me dejó muda. Incluso con mi miedo a su comportamiento y el pánico residual de ser atacada por sus diosas, no podía ignorar la química entre nosotros.
La innegable e insuperable ardiente conexión.
He sido mancillada por Sully... de todas las formas posibles.
Mental, física, emocionalmente.
Le había permitido que me rompiera y me hiciera olvidar quién yo había sido. Le había dado la espalda a lo que estaba bien y mal. De buena gana había renunciado a mi oportunidad de escapar. Estaba sentada en una camilla donde me habían tratado por casi morir, y todavía no podía controlar mi estúpido corazón que saltaba.
¿Que esta mal conmigo?
Caminó hacia mí, amplificando mis temblores.
Su oscuro cabello con sus puntas bronceadas por la islas estaba peinado hacia atrás y húmedo, ya sea por un baño o una ducha, y su piel brillaba con un hermoso bronceado. Su mandíbula se apretó mientras se acercaba, sus ojos azules se volvieron ilegibles.
Ya no usaba traje, sino que había elegido unos jeans desteñidos casuales y una camiseta negra, casi como si ya no quisiera ser la criatura divina en la que se convertía cuando usaba traje.
Lucía normal.
Parecía arrepentido pero también plenamente justificado.
Su mano buscar tocar mi mejilla.
Me estremecí.
Ambos nos quedamos paralizados, nuestros ojos bailando sobre los del otro, gritando mensajes, comprendiendo dolorosamente las ramificaciones.
Su brazo cayó y suspiró profundamente. Pellizcando el puente de su nariz, no habló por un momento antes de asentir una vez y pasar a grandes zancadas hacia la habitación donde yacían las otras tres diosas.
¿Era una sala de recuperación o una morgue? ¿Se estaban recuperando las chicas o estaban esparcidas como cadáveres?
Esperé cinco minutos por su regreso.
Cuando no lo hizo, mi curiosidad superó mi preocupación, lanzándome fuera de la camilla. Mi vestido revoloteó alrededor de mis piernas mientras perdía la visión por un momento por ponerme en pie demasiado rápido.
Aparte de una garganta magullada y una voz ligeramente ronca, no sufrí efectos a largo plazo. Yo había vivido peores experiencias en México, y tenía toda la intención de seguir a Sully a través de la puerta. Mirar fijamente a las chicas que me habían atacado y cosechar mi propia retribución.
Usaría las palabras como mi arma.
Escucharía sus quejas.
Haría todo lo posible para demostrar que no era una amenaza... incluso si me percibían como tal. No podía evitar el vínculo entre Sully y yo, como si no pudiera evitarlo. Pero al igual que él luchaba... yo tenía la intención de hacer lo mismo. A partir de ahora, haría todo lo posible por ignorar el hormigueo y el calor cada vez que él estuviera cerca porque no tenía ninguna intención de terminar siendo una tonta estadística.
Ya no más.
No me había vendido a Roy Slater, así que eso significaba que había elegido quedarse conmigo. De ahora en adelante, me concentraría en cumplir mis cuatro años, acercándome cada vez más a mi libertad, pero mantendría mi corazón lejos de su control, para poder volver a la realidad y olvidar esta zona crepuscular de insensibilidad y locura.
Mis pies descalzos recorrieron el suelo esterilizado, pasando junto a numerosas estanterías y equipos médicos. Mi mano se extendió para presionar la manija de la puerta, solo para que se abriera, con Sully regresando a mi lado.
Tropecé hacia atrás, tratando de ver a las chicas alrededor de él
Cerró la puerta demasiado rápido, impidiendo que las viera.
— ¿Ellas están bien? — Exigí, juntando mis manos a los lados.
Se aclaró la garganta. — Necesito salir de esta maldita isla. — Extendiendo su mano, ablandó su voz. — Ven conmigo. —
Negué con la cabeza. — Quiero saber si están bien. —
— ¿Por qué? Intentaron matarte. —
— Y tu trataste de matarlas. — Maldije el nerviosismo en mi voz. — Si eso es todo lo que pasó... estamos a mano. Sin deuda a pagar. Sin venganza. Entonces ... ¿siguen vivas? —
Gimió en voz baja y luego miró al techo. — ¿Por qué eres tan jodidamente perfecta? —
— ¿Perfecta? — Le enseñé mis dientes. — No soy perfecta. Quiero que paguen por lo que hicieron, Sully, pero no quiero que mueran. Todas las vidas importan. Animales y humanas.—
Se abalanzó hacia mí, ahuecando mis mejillas, su cuerpo entero temblaba. Me hizo retroceder contra una pared, nuestra inercia haciendo vibrar una fila de estanterías, haciendo que viales se derramaran y rebotaran en el suelo.
Me puse rígida y escuálida.
Odiaba y codiciaba.
Sus dedos eran puro fuego. Su cuerpo inigualable poder.
— Quise decir por qué eres tan perfecta... para mí? — Inclinó la cabeza, sus labios rozaron los míos con un palpitante beso de disculpa.
Comenzó inocente, dulce, gentil.
Terminó húmedo, profundo y pecaminoso cuando su lengua se deslizó en mi boca, probándome, casi como si se convenciera a sí mismo de que todavía estaba viva, aún era real.
Le devolví el beso.
Odiaba haberle devuelto el beso.
Pero era imposible ignorarlo, morderlo, negar esa invencible necesidad.
Con otro golpe de su lengua, gimió y se apartó. Dejando caer su toque, me dejó pegada al suelo con las rodillas temblorosas y los pensamientos revueltos.
Mi núcleo se apretó por él. Mi vientre revoloteó por él. Y mi estúpido, estúpido, estúpido corazón lo perdonó, le dio las gracias, y lo quería, lo quería, lo quería.
En medio de los restos de nuestro beso, volvió a levantar lentamente la mano. Sus cejas ensombrecieron su complicada mirada fija, sus labios se movieron lo suficiente para susurrar, — Ven conmigo... por favor. —
Tragué saliva, incapaz de transformar el aire en el volumen adecuado. — ¿A dónde? — Murmuré.
— A Lebah. —
— ¿Qué es Lebah? — Con vacilación puse mi mano en la suya.
Sus dedos se curvaron con fuerza, posesivos pero también amables. Su pulgar acarició mis nudillos mientras me tiraba hacia la salida. — Ya lo verás. —
*****
Mis pasos vacilaron cuando Sully me guio por un camino diferente hasta un pequeño muelle de bambú. Atado al final, había una elegante lancha rápida negra y cromada con un león plateado que salía de una ola ondulante y el nombre Singa Laut grabado debajo.
Esperaba que me llevara al helipuerto.
No sabía que tenía otros métodos de transporte.
— ¿Singa Laut?— Pregunté mientras Sully mantenía su agarre posesivo en mi mano, tirándome hacia el final del muelle. Mis pies descalzos ardieron un poco en el bambú caliente. Llevaba unas delgadas chanclas negras que se golpeaban silenciosamente con cada paso.
Miró hacia abajo y se puso un par de gafas de aviador con lentes de espejo en la nariz. — Es Indo para León de Mar. —
Entrecerré los ojos al sol de la tarde y solté un vergonzoso suspiro de alivio cuando Sully me subió silenciosamente a la lujosa nave e inmediatamente abrió un pequeño armario, regalándome un par de gafas de sol y una gorra de béisbol con un león marino plateado a juego bordado en la visera.
Los tomé sin hablar, recogiendo mi cabello para meterlo a través de la banda en la parte de atrás del sombrero. Me miró todo el tiempo, su atención centrada en mi cabello mientras me desobedecía, negándose a pasar por el pequeño espacio.
— Ven... déjame. — Deslizándose detrás de mí, sus dedos se juntaron a lo largo del cabello con una suavidad que nunca antes había mostrado, asegurando silenciosa y meticulosamente cada hebra.
No podía respirar. Me asfixiaba con tanta seguridad como si sus dedos estuvieran atrapados alrededor de mi garganta.
Cada pasada de su toque, cada pequeña caricia en mi nuca me mojaba, me mareaba y derramaba la mayor parodia de mis efímeras convicciones de antes.
Estaba destinada a protegerme de este hombre, pero aquí estaba luchando contra cada instinto de no desmayarme en sus brazos y dejar que hiciera lo que quisiera.
Estranguló a tres chicas.
Podría haberlas matado.
Química o no, no podía olvidar ni perdonar.
Con el corazón palpitante, di un paso adelante, rompiendo las cuerdas del contacto chisporroteante y tragando un aliento salino.
Gruñó dolorosamente y luego se movió rígidamente hacia el timón. Instrumentos y monitores de fantasía insinuaban el valor exorbitante de este barco, pero Sully giró la llave y jugueteó con los diales y botones sin esfuerzo, lo que indicaba que utilizaba el costoso barco a menudo.
¿A dónde diablos me esta llevando?
El suave estruendo del motor apenas se notó cuando él soltó y agregó velocidad con el acelerador, saliendo de la pequeña bahía.
No hablé mientras él nos conducía a través de aguas poco profundas. Me incliné hacia el costado, maravillándome con la claridad del mar, revelando corales de colores, peces brillantes y una curiosa serpiente marina con bandas amarillas y negras, flotando en nuestras ondas.
Tosí un poco, todavía dolorida por lo que había sucedido.
La cabeza de Sully se volvió hacia mí.
Esperé alguna agresión, alguna pregunta sobre mi salud y la reivindicación de lo que había hecho. En lugar de eso, obligó a sus hombros a relajarse, borrando su tensión y devolviendo su atención al horizonte.
Parecía que hablar no era el propósito de este viaje.
Agradecida por la tranquilidad entre nosotros y la tregua aparentemente frágil, seguí el hermoso mar hasta que lamía las costas de la isla que ahora llamaba hogar.
Lo había visto desde el cielo, caminaba por sus senderos, nadaba en sus calas, pero no lo había visto desde la distancia. No había estado al tanto de la verdadera maravilla de su existencia.
Las palmeras se elevaban en todas direcciones, algunas con enredaderas colgando de sus frondas que tensaban el sol, otras pesadas con cocos. Arbustos y árboles más pequeños llenaban los huecos de abajo, un rocío de amarillo, blanco, púrpura, y flores rosadas que atraían a las abejas y pájaros a sorber el néctar y esparcir el polen.
La arena era blanca como el cristal desde aquí, lamida con agua perfecta como el cristal, mientras el sol moteaba todo en esplendor. El telón de fondo del cielo turquesa sin nubes lo hacía parecer demasiado perfecto para ser real.
Si no fuera una prisión... sería un lugar del que nunca querría irme. Un paraíso en el que nunca se podría vivir a tiempo completo, sino en un sueño que quizás tuviera la suerte de visitar mientras dormía.
Dos aviadores emplumados salieron disparados de la maleza y siguieron a toda velocidad al barco mientras éste ganaba velocidad. Pika y Skittles se detuvieron a nuestro lado, sus cuerpecitos elegantes por el viaje aéreo, sus ojos brillantes y juguetones.
Siguieron el paso, rápidos y lanzándose como pequeñas libélulas sobre la marea. No intentaron aterrizar en mi mano ofrecida o regresar a la orilla, casi como si se divirtieran jugando a la persecución y amando la novedad de extender sus alas y volar, en lugar de revolotear de árbol en árbol.
Estaba celosa de su libertad, pero también consciente de sus limitaciones.
No quería que se cansaran y no tenía idea de hasta dónde pensaba llegar Sully.
Moviéndome hacia él, balanceándome con el balanceo del bote, dije, — Pika y Skittles nos están persiguiendo. ¿Tenemos que volver? —
Se volvió para mirar a los dos loros, sus labios se torcieron en una sonrisa reservada. Incluso con una sonrisa medio comprometida y extremadamente rara, no lo convertía en nada tan malicioso. Se me podría perdonar por pensar que él no era un asesino de mujeres, después de todo.
— Pueden venir. Pika viene a menudo conmigo a Lebah. No está lejos. Pueden aterrizar en el bote si se cansan. —
Me obligué a relajarme, eligiendo un banco de flocado impermeable para sentarme. — ¿Entonces Lebah es otra isla?—
El asintió.
— ¿Nombrada en indonesio por cual criatura? —
Su sonrisa se ensanchó. — Lo entiendes rápido. Abeja. —
—¿Abeja? —
— Sin ellas, la comida que cultivo tendría que extraerse a partir de semillas modificadas genéticamente que no permiten el cultivo repetitivo. Obtengo cultivos inalterados y los mantengo funcionando con polinización natural. —
— ¿Me vas a llevar a tu jardín? —
— Nos llevaré por un poco de paz y tranquilidad. —
— ¿No hay personal allí también? —
Agarró el volante como si la idea de tratar con más personas lo llevara al límite.
— Lo hay, pero les han dicho que se esfumaran. Se mantendrán alejados. —
— ¿Por qué? —
— ¿ Por qué? — Arqueó una ceja, estudiándome detrás de sus gafas de sol. — ¿Por qué no quiero que el personal nos espíe y nos observe? —
— ¿Por qué necesitas paz y tranquilidad? —
Se rio entre dientes bajo y oscuro. — ¿Por qué lo piensas? —
— ¿Porque acabas de matar a tres de tus diosas? —
Todo su cuerpo se puso rígido. — ¿Es por eso que me estás mirando como si te repugnará? ¿Porque crees que las mate?—
— ¿No es así?—
— Lo iba a hacer. — Se lamió el labio inferior, saboreando diferentes respuestas. — Pero... me detuve a tiempo. —
Mi corazón dio un vuelco de esperanza. — ¿Es esa la verdad?—
Se volvió un poco para mirarme, manteniendo una mano en el volante y la otra a su lado.
— ¿Quieres la verdad? ¿Qué tal la versión en la que Skittles te salvó la maldita vida? ¿Qué tal el hecho de que si ella no hubiera volado a buscarme, estarías muerta ahora mismo en lugar de en este maldito barco? —
Su rostro se ennegreció; su voz llena de rabia. — ¿Quieres que crea que eres tan desinteresada que ya las perdonaste por casi robar tu vida? — Él rio con frialdad. — Eso me lleva a creer dos cosas, Eleanor. Primero, que estabas agradecida con ellas, porque si estás muerta, estás libre de mí. Y dos, que no te defendiste porque decidiste, después de que te follara, que ya habías tenido suficiente de lo que sea que esté pasando con nosotros, y que preferías tomar la salida débil, la única forma en que no podría luchar para traerte de regreso. —
Sus palabras eran tan agudas, tan reales, que hicieron agujeros en el bote, amenazando con hundirnos. Esas palabras nos había hundido. No en el sentido literal sino en todos los demás sentidos imaginables.
¿Sully finalmente iba a hablar conmigo?
¿Estaba equivocada Jealousy cuando dijo que tenía que darle el disfraz detrás de una máscara para que él fuera sincero? ¿Darle alguna opción para retirarse de todo si cambiaba de opinión?
No había vuelta atrás de esto...
Sin pretender que ninguno de los dos no sentía algo.
Algo... eso lo era todo.
— Te equivocas. —
— ¿Oh si? — Se burló, con su temperamento volviéndolo cruel. — ¿En que parte? —
— Me defendí... no es que sirviera de nada. Admitiré que fui débil porque no pude liberarme, pero no había forma de que quisiera morir. — Me incliné hacia adelante, abriendo mi vestido, enviando una brisa por mi escote mientras me agarraba al banco a cada lado de mis muslos. — ¿Por qué iba a renunciar a nosotros... después de lo que hicimos? —
— Porque probé que soy yo en quien no se puede confiar. — Apagó el motor con un tajo de control, dejando la dirección al capricho de las corrientes, y cerro rápidamente la pequeña distancia entre nosotros.
Poniéndose en cuclillas, sus manos aterrizaron sobre las mías, clavándolas en el banco, cubriéndolas con poder y calor.
Esa maldita electricidad brotaba de la más pequeña yesca, arqueándose y crujiendo, haciéndolo duro y mojándome, liberando nuestros sistemas de estar gobernados por la mente a ser consumidos por el cuerpo.
Gemí un poco mientras él hundía su toque más profundamente en el mío, activando el dolor y su primo engañoso, el placer.
Se lamió los labios, sus dientes brillando mientras gruñía,
— Mírate, mujer. Tienes perfectas hendiduras de mis dientes en tu cuello. Mis huellas dactilares bordean tu garganta con tanta precisión que podrían usarse en la detección de un delito. Me da miedo pensar con qué otras heridas te dejé. Qué dolorida estás. Qué hinchada. Me perdí en ti, Eleanor, y en el proceso, perdí cualquier sentido de dignidad que me quedaba. —
Su mano atrapó mi cabello mientras la brisa del mar lo soplaba sobre mi hombro. Sus dedos se curvaron profundamente dentro de las trenzas marrones, llevándose el lío a su nariz. Inhaló con fuerza, su pecho se tensó contra la camiseta, sus músculos tensos y restringidos. — Te lastimé. Lastimo a aquellos que me importan. Es una inevitabilidad. La terrible y jodida verdad. Yo mato a los que amo. Y si sigues empujándome por este camino, si sigues haciendo que me preocupe... haré que maldigas el solo pensamiento de mí. Destruiré toda la fe que tengas en mí. Apagaré el corazón que estás tratando de darme. Haré todo eso porque el amor es igual a la traición, y la traición requiere no tener misericordia. —
Llevándome hacia adelante con la cuerda que había formado con mi cabello, murmuró, — Estarías mejor muerta, Diosa Jinx. Serías libre ahora mismo si Skittles no estuviera tan jodidamente enamorada de ti. Podríamos habernos salvado de la matanza en nuestro futuro. —
Era feroz y aterrador y absolutamente intrépido en su creencia.
¿Qué había hecho para estar tan seguro de sus acciones?
¿A quién había matado en el pasado?
— Sully... yo... —
Una ráfaga de plumas verdes pasó por mi barbilla y desapareció en la parte delantera de mi vestido. Grité y caí hacia atrás, retorciéndome cuando Pika serpenteo contra mi escote. Sus garras atrapando carne delicada, sus alas cosquillearon en áreas muy sensibles, y la total estupidez de un loro saliendo de mi escote lo destrozó todo.
Rompió la ansiedad que se había deslizado por mi columna.
Rompió la agonía en el rostro de Sully.
Rompió cualquier respuesta a mi prematura muerte y los tentativos despliegues de nuevo amor.
Sully se balanceó sobre sus talones, sus manos ahuecando mis rodillas para sostenerse.
Su toque en mis piernas y su loro en mis pechos y lo raro de todo, se mezcló con el estrés de las últimas semanas, las emociones caídas, la soledad, la esperanza, los altibajos, la conexión... todo subió en un géiser de risa.
La risa se derramó de mis labios.
Pika chilló, acicalándose mientras se posaba muy feliz en mis tetas.
Me tapé la boca con una mano cuando otro repique cayó libre; con miedo de ofender la seriedad de Sully y haciendo que me maldijera aún más.
Pero lentamente, se quitó las gafas de sol.
Su mirada se fijó en Pika que se apoderaba de mi pecho.
Y sucedió lo más extraño.
Un momento que nunca había esperado.
Sully sonrió de satisfacción, luego sonrió alegremente...
...entonces, rio.
Rio como si no se hubiera reído en décadas.
Fuerte y sin obstáculos, masculino y puro.
Hizo a un lado sus pecados pasados y eliminó cualquier duda de su integridad, de quién era por dentro.
Hizo que mi corazón se abriera de par en par, directamente por la mitad, una grieta de sangre y destino, ahogándose en amor crudo y aterrorizado, dejándome en ruinas a sus pies.
¿Quién lo hubiera pensado?
Una risa fue lo que me hizo enamorarme perdidamente de Sullivan Sinclair. Una risa que Jealousy me había dicho que era imposible.
Una risa que se extendía sobre el océano, clara y maravillosa...
... y todo mía.
***
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