Todo lo que tienes que decir es que lo fingiste.
Tu no la amas.
Tu no la quieres.
Ella no significa nada.
Di eso.
Sólo eso.
Y ella se irá.
Suspiré pesadamente, mi corazón jodidamente hecho pedazos en el suelo.
Se nos había acabado el tiempo.
Ya había apostado su vida cediendo al deseo entre nosotros. Nuestro sexo no había sido saludable. Un acto que nos había dejado a ambos luchando en la oscuridad por nuestras almas robadas.
Y ahora, se suponía que debía encontrar la fuerza para quitarle sus opciones de nuevo. No tenía tiempo para una adecuada negociación. No tenía tiempo para un montón de tonterías sobre el amor andrajoso y las despedidas obstinadas.
Drake me había dado tres horas.
Esas tres horas se estaban derramando rápidamente entre mis dedos y necesitaba que ella se fuera.
Había llamado a esta isla Batari, gracias a la palabra en indo para Diosa. Serigala no había era protegida por deidades o demonios... pero esta isla lo era. Lucharía hasta mi último aliento para asegurarme de que Drake nunca me robara otra maldita cosa.
Y empezaría enviando a Jinx a casa porque no podía ofrecerle lo que se merecía.
Observé a Eleanor mientras se vestía.
Apoyándome contra el marco de la puerta de su vestidor, permanecí desnudo después nuestra guerra. Crucé mi brazos, maldiciendo la polla bien disfrutada entre mis piernas.
Sabía que si la tocaba, no tendría la fuerza para seguir adelante con esto.
Pero ahora... ahora ya no estábamos unidos, ya no luchábamos, y nuestra energía se había agotado hasta un tensa rendición... tal vez podría terminarlo.
Quizás tenía la oportunidad de salvarla.
Dile.
Dile que no sientes nada. Que todo fue una ilusión.
Dile todo lo que malditamente quieras, aparte de la jodida y miserable verdad de que eres un triste y patético bastardo que apenas puede respirar ante la idea de decir adiós.
Aclarándome la garganta, me clavé los dedos en mis ojos, frotando la repentina picadura, activando imágenes de pieles humeantes y el hedor rancio de carne chamuscada.
Dudaba que alguna vez pudiera sacar esos olores y recuerdos de mi mente.
Úsalos.
Empúñalos.
Si continuaba ahogándome en la muerte, tal vez tendría la resistencia para patear fuera a Eleanor de mi costas antes de que Drake llegara.
Dejando caer mis manos, mi mirada se encontró con la de Eleanor.
Estaba de pie con un sencillo vestido de verano verde azulado que le llegaba hasta las rodillas. Su cabello colgaba en rizos sobre sus hombros. Sus labios estaban hinchados gracias a los míos. Sus pezones todavía formaban guijarros debajo del vestido.
Pero eran sus ojos los que me destripaban.
Esos increíbles ojos plateados que una vez rondaron mis sueños y ahora condenaban mi futuro.
Ella lo sabía.
Ella siempre lo había sabido.
Ella supo en el momento en que me conoció que yo era suyo, así como yo supe que ella era mía.
No importaban las mentiras con las que la alimentaba. No importaba qué ficción tratará de vender como un hecho, ella discutiría y derrotaría cada una de ellas.
Podríamos luchar durante horas, días, años.
Podríamos luchar hasta que nos encontráramos en un jodido altar, prometiéndonos vivir y morir juntos.
El destello de ella con un vestido blanco con los pies descalzos y una orquídea en el pelo, caminando por los bajíos de mis costas, viniendo a casarse conmigo en mi playa.
Mierda, apenas podía estar de pie.
Mi estómago se convirtió en una bola agonizante.
Ella no podría odiarme por esto.
Después de todo, se lo había advertido.
Le había advertido tantas jodidas veces que amarme no era una elección sabia.
Su vestido se balanceó alrededor de sus rodillas mientras se movía hacia mí. Mis propias rodillas amenazaron con enviarme hacía el suelo. El hecho de que ella usara ropa y yo no usaba nada me mantenía más expuesto: un hombre sin nada más con que jugar pero aún decidido a ganar de alguna manera.
— Sully... — Sus ojos se llenaron de lágrimas, sabiendo sin palabras todo lo que pensaba. — Detente. — Ella ahuecó mi mejilla, haciéndome estremecer. — Deja de torturarte con mentiras que sabes que no tienen sentido. —
Capturé su muñeca, apartando su toque. — No son inútiles si logran lo que necesito. —
— Lo que necesitas soy yo. —
Resoplé miserablemente. — Lo que necesito es que seas libre.—
— Soy libre. — Ella sonrió con tristeza. — Soy libre porque estoy contigo. —
Skittles y Pika volaron hacía el armario, aventurándose valientemente a ver si la lujuria agresiva entre nosotros se había disipado. La agresión podría haberse desvanecido, pero nuestra lujuria nunca se atenuaría. Existía entre nosotros en cada mirada, suspiro y caricia.
Joder... no puedo hacerlo.
No tienes elección.
Armándome contra la imagen perfecta de Eleanor mientras Skittles descendía confiadamente sobre su hombro, me tragué mi angustia.
Pika gorjeó, sintiendo mi desesperación, y aterrizó en mi cabeza a pesar de mi cabello mojado. Tiró de mi hebras, haciendo que mi corazón sangrara más fuerte.
Todavía tendría una cosa que me amaba.
Había sobrevivido toda mi vida solo con el amor de un loro.
Podría sobrevivir de nuevo.
Juntando mis manos, dije con tanta frialdad y cuidado cómo podía, — Nuestro tiempo se ha terminado, Eleanor. Yo te faltaré al respeto mintiendo. No me quedaré aquí e intentaré hacerte creer que nunca te he amado. Pero exigiré lealtad y obediencia. No estoy preguntando, te lo estoy diciendo. Te vas esta noche. Puede que me recuerdes, pero nunca volverás a verme. —
Me preparé para su diatriba.
Sostenía una muleta invisible para no caer como un mendigo inútil a sus pies.
Pero un puño golpeó la puerta, toda la vida real se entrometió, y el reloj terminó su cuenta regresiva final.
Arrancando mi mirada de la de ella, ahuequé mi polla en busca de decencia y me salí como una tormenta a enfrentar mi destino.
***
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