Mi oído se había vuelto agudo.
Un llamado efecto secundario de no tener vista.
El más mínimo de los ruidos.
El más débil de los sonidos.
Yo lo escuchaba.
Deseaba jodidamente por Dios que no estuviera encerrado, para poder colocarme frente a Eleanor y mantenerla a salvo, pero al menos ella era libre. Al menos le había dado una advertencia.
— Vete, Eleanor. —
— ¡No te voy a dejar! — susurró ella.
Volvió el ruido.
¿Era Drake?
No... los pies eran demasiado ligeros.
¿Era un mercenario?
No... demasiado rápido.
— ¿Quién está ahí? — Apreté mis manos, instintos primarios arrastrándose por mi sangre. Ya me sentía mas fuerte que cuando desperté por primera vez. Mi fiebre se había calmado y podía ignorar el latido constante en mi pierna cosida. El resto de mis heridas se había vuelto intrascendentes. Rasguños simples que no requerían atención.
A pesar del final que me esperaba, las posibles secuelas fatales de mi brebaje Tritec-87, abracé la sensación de poder. Agradecía el uso de extremidades que se habían convertido en un obstáculo más que en una ayuda.
— ¿Quién diablos está ahí? — Gruñí.
— ¡Shush! — El ruido suave llegó de nuevo, un leve roce de la madera seguido de un ruido sordo en las sombras. — Soy yo.—
— ¿Jealousy? — La conmoción me recorrió el cuerpo. — ¿Que demonios estas haciendo aquí? —
Joder, Cal se enojaría si supiera que ella se pondría en peligro. Lo había visto mirándola. Sabía cosas que no había divulgado.
La inhalación de Eleanor aceleró mi corazón, haciéndome locamente consciente de ella.
— Vi el barco, — dijo Jealousy. — Y no podía soportar estar sentada otro día sin saber si estabas bien. Así que... nadé aquí.—
— ¿Nadaste? — Preguntó Eleanor. — ¿Por tu propia cuenta? —
— No le dije a nadie que iba. Arbi no me hubiera dejado. — Su voz se suavizó. — Tenía que intentarlo. En el momento en que apareció el barco supe que eras tú, Jinx. Eres demasiado testaruda y enamorada para irte para siempre. —
La voz de Eleanor bromeó con una sonrisa. — Bueno, gracias por ponerte en riesgo. — Los pasos de pies descalzos se paseaban frente a mi jaula. — Necesitamos encontrar una llave. Incluso una pieza de metal para abrir el candado. —
— Olvídate de mi. Vete. Nada de regreso a Lebah. — Busqué a Jealousy en mi oscuridad actual, decidiéndome a hablar en su dirección general. — ¿Cómo entraste aquí? Toma a Eleanor y vete. —
— Entré por la ventana de la parte de atrás, pero ahora dos hombres están fumando afuera. Fue solo la suerte lo que me mantuvo escondida. —
— Bueno... la suerte seguirá ayudándote. Lleva a Eleanor a la playa y naden lejos. —
— Hemos hablado de esto, — cortó Eleanor. — Volví a buscarte. Si yo me voy... tú te vas conmigo. —
— Me encantaría, pero ahora mismo, no es malditamente posible. —
— Entonces no me voy a ir. — Sus pies corrieron más rápido, agachándose hacia las esquinas de la villa y volviendo sin nada. — No hay llaves. No hay cables de metal ni herramientas para liberarte. —
— Por eso te digo que corras. —
La sensación de su hormigueo me calentó cuando se detuvo fuera de mi jaula. — ¿Corrí la última vez que me lo pediste? ¿Corrí cuando me atacaste con elixir? No. No lo hice. Así que deja de pedirme que lo haga porque te enojarás más con mi respuesta. —
— Cristo, eres... —
— ¿Molesta? Sí, lo sé. — Las dos diosas se alejaron, moviéndose alrededor de la villa en una cacería coreografiada. Cinco minutos después, Eleanor preguntó, — ¿Algo? —
— No. Nada. Ni siquiera una horquilla o un clip. — La dulce voz de Jealousy venía de algún lugar en la distancia.
— Mierda. —
La maldición de Eleanor se alojó como una roca en mi vientre. Hice una bola con mis manos. — Te lo sigo diciendo. ¡Corre! Mientras todavía puedas. —
Ellas simplemente me ignoraron. Eleanor preguntó, — ¿Sabes dónde está Drake? —
Jealousy respondió con vacilación. — Lo vi, eh... haciendo una parrillada en el restaurante principal. Él... um, ensartó algunas ardillas y un par de garzas. Algunos hombres vestidos de negro comieron con él. —
— ¡Por el amor de Dios! — Pasé ambas manos por mi cabello, clavándome las uñas en el cuero cabelludo. ¿Cuántas más de mis criaturas mataría ese hijo de puta?
— Le dije a Arbi que deberíamos pedir ayuda por la radio... pero él es demasiado literal y obedece tus reglas, Sullivan. — La voz de Jealousy se acercó a mí. — Eres inflexible referente a la policía. Siempre. Entonces... él se niega a llamarlos. —
Me pellizqué el puente de la nariz. — Es leal, pero no tiene visión más allá. —
— Traté de llamarlos yo misma, pero no pude acceder a la red de radio, así que yo... —
La puerta se abrió.
El aire fresco se derramó en el espacio.
Al diablo con ser ciego. A la mierda dejar que las gotas me curarán los ojos.
Desgarrando la cinta y rasgando el algodón, parpadeé.
Negrura.
Sólo una maldita negrura.
— Bueno, bueno, parece que Henry tenía razón... tenemos un segundo visitante. — La voz aceitosa de Drake serpenteó hacia nosotros. — Mira lo que escupió el mar. —
Me froté los ojos, rogándoles que trabajaran. Desesperado por la vista, la sombra, la forma. Cualquier cosa.
Sus zapatos chirriaron en el suelo cuando se volvió hacia Eleanor. — ¿Cómo te liberaste? — Su ira hirvió. — ¿Por qué no hay nadie aquí tal como lo pedí?
Un hombre que no podía ver murmuró, — Estaban inconscientes. El ambiente se puso demasiado caliente y congestionado. Pensé que no podrían ir a ningún lugar, así que nosotros... —
— Contraté imbéciles, — murmuró Drake. — Cállate. No me importa. Haz tu trabajo o terminaré tu propósito en esta tierra, ¿entendido? —
Parpadeé de nuevo, mi frecuencia cardíaca era maníaca cuando los primeros hilos de luz atravesaron la oscuridad.
Un suave grito femenino sonó alrededor de Jealousy.
— ¡Detente! —
— ¡Joder, no la toques! — Agarré las barras, deseando poder separarlas y saltar de esta maldita celda.
Drake se rio. — Me encanta cómo sigues dando órdenes, hermano. Ah, bueno, a pesar de la laxa seguridad, parece que tengo dos diosas con las que jugar esta noche. —
Más luz se filtró a través de mi visión, crujiendo como pintura vieja, rasgando las cortinas apolilladas. La maldición de Eleanor azotó mi cabeza hacia ella.
Su breve grito hizo que mi mente se pusiera roja como una mierda. — QUITA TUS MANOS DE ELLA, TÚ MALDITO HIJO DE PUTA. —
— Está bien, Sully. Estoy bien. —
Maldita sea, ¿cómo se atreve a hacerme tan privilegiado, tan desgraciado, tan impotente?
Me dolió la cabeza cuando mis ojos hicieron todo lo posible por enfocarse más allá de la empalagosa bruma. — Solo déjala ir, Drake. Tú ganas, ¿de acuerdo? Deja ir a las dos chicas y firmaré las escrituras que quieras. Te daré los esquemas de Euphoria, los códigos, la programación, los sensores. Te daré la receta del elixir. Puedes tenerlo todo... solo déjalas ir. —
Él no respondió, dejándome tambaleándome en la luz crepitante de la oscuridad.
Eleanor jadeó, su cuerpo crujió por la lucha. — ¡No!—
Mi corazón latía con pánico, amplificando el Tritec en mi sangre, otorgándome una oleada de fuerza que exigiría el peor pago al final. — ¡No la toques! —
— Ya no estás en el puesto de mando, Sully. — Pateó mi jaula, haciéndome sacudir. No lo había sentido acercarse. Mis instintos estaban revueltos por Eleanor. Todas las células se concentraban en ella. Cada rastro de conciencia y supervivencia se habían fijado firmemente en nuestra conexión eléctrica. — Aceptaré esa generosa oferta. Sin embargo, tengo que probar la mercancía, ¿no? Ah, y para tu información, tus ardillas son deliciosas. Saben a pollo con nueces. —
— Te mataré, tú... —
— ¿Qué estoy sosteniendo, Eleanor? — Drake proyectó su voz un poco más fuerte, interrumpiéndome y esperando una respuesta.
Eleanor se tomó su tiempo, negándose a obedecer o debatiendo otras opciones. Finalmente, dijo, — Estás sosteniendo un frasco de elixir. —
Ah, mierda.
Entonces había allanado mi oficina.
Había encontrado los últimos tres viales en esta isla.
— ¿Sabes lo que eso significa, hermanito mío? — Drake se rio disimuladamente. — Significa que espero que ustedes dos hayan tenido un buen descanso porque esta noche, puedo probar lo que has estado tomando. Puedo follarme a una diosa. Y vas a verlo... todo. —
***
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