La oscuridad había caído.
Un salto hacia el futuro, transformando la luz del sol en medianoche.
Gemí mientras trataba de sentarme. Los músculos no me obedecían. Las extremidades no se doblaban bien y el mundo no se quedaba quieto. Las náuseas me hicieron girar boca abajo y me quedé tendida donde me había despertado.
¿Dónde estoy?
Parpadeé, apretando los dientes contra el torbellino y el malestar del mundo.
Sully.
Oh, Dios.
La memoria.
La espantosa, espantosa realidad.
Muerto.
Ido.
¡Él está muerto!
Una presión aguda y chillona me agrietó el pecho.
Él está muerto.
Estaba acostada sobre mi espalda.
Los sollozos estallaron y sacudieron mi débil cuerpo.
No puede estar muerto.
Por favor.
¡No puede terminar de esta manera!
No puede.
— ¡Sully! Dios, por favor. —
Ruidos sonaron detrás de mí.
Alguien venía a darme el pésame, su presencia no deseada y cruel. — Hey. Está bien, Eleanor. Estoy aquí. — Louise Maldon apareció a mi lado, agachándose y tomando mi mano helada. — Estas bien. —
Arranqué mi mano de la de ella, necesitando darme la vuelta, para hacerme un ovillo para que mi dolor no pudiera clavar su espada más profundamente en mi vientre.
Sully...
Mis sollozos se hicieron más rápidos, más fuertes, paralizándome.
Ella secó mis lágrimas, incapaz de contener su salida a borbotones. — Siento mucho haber tenido que hacer eso. Déjalo pasar. Las náuseas se desvanecerán. —
En mi dolor asfixiante, no entendía.
Todo lo que sabía era que no podía vivir en este horror.
Deja que sea Euforia.
Deja que sea una pesadilla.
Cualquier cosa menos real.
Él está muerto.
¡No!
Lloré más fuerte de lo que había llorado antes.
Abrazó mi cabeza y apartó mi cabello mojado por las lágrimas. — Escúchame, estás bien. Tuve que administrarte un sedante porque estabas perdiendo la cordura. Estabas obstaculizando nuestros esfuerzos. No podíamos permitir que lo golpearas mientras tratábamos de salvarlo. —
Sus palabras hicieron todo lo posible por meterse en mi desdicha. El dolor presionó más fuerte, apuñaló su hoja filosa, cortándome las entrañas.
Sully...
Louise se puso de pie y me agarró por los hombros. Arrastrándome a una posición sentada, sentí arcadas cuando las náuseas empujaron el ácido hacia mi garganta. Se movió hacia un lado, adelantándose a mi intento de vomitar, pero continuó apartándome el cabello. — Necesito que me escuches ahora, ¿de acuerdo? Él está vivo. —
Mentirosa.
Embustera.
¡Embaucadora!
Le di un golpe, enojada por mi miseria. — ¡Lo vi morir! —
— Lo hiciste. — Ella agarró mi barbilla, fijando mis ojos mareados y borrachos en los suyos. — Su línea se perdió. Te perdiste en la pena. Traté de sacarte de la habitación para que pudiéramos trabajar con él, pero no cooperaste. — Sus dedos se clavaron en mis mejillas. — Te inyecté un sedante por tu propio bien... y por el de él. —
Parpadeé, las lágrimas aún corrían por mi rostro. — ¿Cómo pudiste apartarme de él? ¡Él murió! —
— Murió, pero no se quedó así. —
Me quedé quieta.
Todo se detuvo.
La sensatez hizo todo lo posible por pasar de puntillas a través de mi fuerza de voluntad y comprensión perdidas. — Estás mintiendo. —
Ella dejó caer su mano de mi barbilla, tomando mis manos entre las suyas. Se quedó inclinada ante mí, implorándome que confiara. Su uniforme médico habitual había sido reemplazado por un vestido color crema más adecuado para la humedad de la isla y sus pecas se habían vuelto más espesas gracias al sol. Sin embargo, sus claros ojos verdes seguían siendo los de una profesional.
Una doctora que hablaba con la verdad, aunque algunas verdades dolieran.
— Necesito alguna señal tuya de que estás escuchando. Que no te estás yendo. El shock puede crear muchas complicaciones, Eleanor, y necesito que me escuches. — Ella apretó mis manos. — ¿Puedes hacer eso? —
Moví mi cabeza, agradecida de que el malestar se disipara esta vez.
Ya no sentía náuseas, solo estaba confundida, me dolía el corazón y tenía magulladuras en todos los huesos. — Yo... no lo entiendo. —
— Ven conmigo. Será más fácil mostrártelo. — Me sacó del sofá donde me había despertado y me acompañó a través de la sala de estar de Sully, donde un par de guacamayos se sentían como en casa en una silla de comedor y pasaban junto a una ardilla de cola tupida que asaltaba el frutero.
Mis rodillas temblaron. Tropecé cuando mi cuerpo se dobló bajo el luto, pero ella nunca me soltó ni dejó de arrastrarme de regreso a la habitación que se había convertido en una tumba.
No, espera.
No tenía fuerzas para entrar allí.
Me rompería bajo sus mentiras y sus verdades.
Apreté la mandíbula mientras ella me empujaba hacia el umbral, e instantáneamente Pika y Skittles chirriaron desde la esquina. Estaban sentados aplastados juntos en un cuenco de mimbre con piezas de vidrio marino lisas. Verde botella y azul zafiro, que refractan los recuerdos de los ojos turbulentos de Sully.
Mi corazón sangró de nuevo, llenando mis huesos magullados con un terrible dolor. — Yo no. No puedo... — Tiré de su mano.
— Ven. — Con feroz fuerza, me tiró hacia la cama.
Una cama con un hombre envuelto en sábanas al que amaba más que a todo combinado.
No podía dejar de temblar.
Me castañeaban los dientes.
Las lágrimas ardían mientras miraba a Sully.
Tumbado regiamente bajo la sábana blanca, era una perfección inmaculada y sublime. No más sudor o fiebre. Sin piel brillante ni latidos cardíacos rotos. Estaba sereno y tan solemne como cualquier cadáver ingeniosamente preparado.
Mi lamento comenzó de nuevo.
No podía ver esto.
No podía recordarlo así.
Quería recordar su sonrisa sexy y su violenta pasión. Quería escuchar su risa ronca y pedregosas ordenes. Necesitaba vida. Lo necesitaba.
Pero... se ha ido.
Su rostro estaba flojo. Sus labios ligeramente separados y en su mayoría azules. Su piel se había convertido en nieve, mostrando huellas de venas enroscándose en su garganta llena de tendones. Su poderosa figura y músculos magníficamente tonificados se estaban desvaneciendo; reduciéndose en masa y fuerza cuanto más tiempo permanecía enterrado bajo una maldición durmiente.
Me había dejado, descartando sus restos terrenales, listo para ser esparcido con rosas y despedidas mientras era exhibido en un podio de la funeraria.
Mis piernas se doblaron.
Louise trató de mantenerme de pie, pero caí en un charco al suelo a los pies de su cama. Las lágrimas se derramaron de mi alma sangrante. Me sorprendió que lloraba sal en lugar de carmesí.
Skittles graznó y trató de acercarse a mí, su férula le impidió volar. Pika revoloteó hacía ella, posado en mi regazo mientras mis lágrimas caían sobre él. Él arrulló y tocó mis dedos entumecidos, luego voló hacia mi hombro y acarició el hueco de mi cuello.
Me quebré.
Enterré mi cara en mis manos y lloré.
Dedos hicieron palanca en mis muñecas, alejando mis manos. — Si no crees lo que te estoy diciendo. Mira. — Me empujó la barbilla hacia arriba, inclinando mi cabeza hacia el monitor de frecuencia cardíaca conectado permanentemente al esculpido pecho de Sully.
Brillaba en mis lágrimas.
Líneas tenues onduladas. Bips y pitidos silenciados.
— ¿Ves? Su corazón aún late. Tu conmoción hace que sea difícil creerme, pero es verdad. —
Pika dejó mi hombro y voló hacia su maestro. No desató su terror revoltoso sobre Sully, sino que gorjeó suavemente y esponjó sus plumas antes de anidarse en el pecho de Sully.
Su pecho que respiraba levemente.
Me moví.
Fue como si me hubiera alcanzado un relámpago, me hubiera contagiado la electricidad y me hubiera atravesado el corazón con un rayo.
Arrastrándome como una loca, acorté la distancia y me arrodillé al lado de Sully. Le agarré la mano y presione dos dedos contra su muñeca. Cerré los ojos y olfateé mi esperanza agonizante y esperé.
Thud-thud.
Thud-thud.
Thud-thud.
Y luego, hice la cosa más vergonzosa de todas.
Convulsioné con sollozos de alivio.
Mocosos y mojados.
Salvajes y ruidosos.
Lloré.
Aullé.
Lloré más por la esperanza que por un final.
Lloré hasta que una migraña me atacó, la deshidratación me hizo marearme, y Louise me tiró del suelo y me guio hasta mi lugar junto a Sully.
En el momento en que sentí la suavidad de su cama y olí su aroma a mar y coco, me pegué a su forma inconsciente.
Me estremecí.
Suspiré.
Dormí.
*****
La segunda vez que desperté, la luz del sol había reemplazado a la medianoche, dejando mi mundo al revés. Robando días que no conocía y revolviendo el calendario de cuánto tiempo Sully había estado dormido.
A diferencia de todos los demás días de despertarme después de una noche agitada, segundos arrebatados y pesadillas repetidas, me sentí descansada.
Pesada y adolorida, pero descansada.
Sentándome, gemí mientras mi cabeza palpitaba y mis ojos se sentían del doble de su tamaño habitual. Necesitaba lavarme la cara de la pegajosidad del dolor. Enjuagar mi boca de mis sollozos.
La idea de una ducha me hizo mirar hacia el baño.
El miedo a que Sully volviera a colapsar hizo que me aplastara más y apoyara la mano en el fuerte pulso de su garganta. Pasar mis dedos por su espeso cabello y disfrutar del total agradecimiento de que todavía estuviera vivo.
Respirando y durmiendo y vivo.
— No me asustes así de nuevo, ¿de acuerdo? — Me incliné y besé la punta de su nariz. — No más, Sully. La próxima vez que quieras hacer algo impactante... simplemente despierta. —
— Ah, estás despierta. — Louise entró en la habitación de Sully, sus manos recogiendo su cabello castaño rojizo y sujetándolo en un moño en la nuca. — ¿Cómo te sientes? —
— Mejor. — Me limpié debajo de los ojos y luego volví a colocar la mano en el brazo de Sully. Siempre tocándolo. Siempre ahí. Nunca me volvería a apartar de su lado.
Louise frunció el ceño levemente ante mi toque antes de moverse para agarrar una tumbona del exterior y colocarla frente a mí.
Sentí un cosquilleo de inquietud cuando ella se sentó y suspiró, quitando los finos zarcillos que se habían escapado de su moño. — Dormiste durante quince horas. Pediré algo de comida, y tú necesitas beber algo, pero antes de que lleguemos a eso... ¿estas lo suficientemente coherente para hablar? —
Tragué saliva.
¿Quince horas?
Nunca había dormido tanto en mi vida.
— ¿Podemos tener una conversación, o prefieres esperar? — preguntó de nuevo, mirando la silencia forma de Sully antes de volver a asentarse en mí.
Pasé las manos por mi cabello enmarañado y asentí. Sorprendentemente, mi cerebro ya no estaba lleno de lágrimas, no lenta y llena de smog. — Podemos hablar. —
— Bien. — Inclinándose hacia adelante, se deslizó hacia los tonos cortados y la autoridad de doctor. — No debes hacer eso de nuevo.—
— ¿Hacer qué? —
— Permitir que su sistema se agote tan drásticamente. No habías dormido Dios sabe por cuánto tiempo. Apenas te veo comer. No le serás útil a él si no te cuidas a ti misma. —
— Creo que sacrificar un poco de sueño es... —
— Más de una semana sin dormir es médicamente peligroso, Eleanor, por eso tu conmoción de ayer no te permitió darte cuenta de que estaba vivo. Por qué tus emociones están al filo de la navaja. Por qué te rompiste cuando tuvo un episodio. Por qué estás agotada física y mentalmente. Y lo entiendo. Por supuesto que sí. Estás bajo mucha presión. Sigues viendo cómo el hombre que amas intenta morir. Es comprensible que se haya vuelto demasiado. —
Ella me hacía parecer débil.
No me gustaba.
Aparté la mirada y entrelacé mis dedos con los de Sully. No pasó nada. No se movió. El monitor no reaccionó. Era como si yo no existiera.
Negué con la cabeza, odiando la frialdad de su mano que no respondía. Hielo. Rígido. Un extraño.
— ¿Cómo es que sigue vivo? — Me obligué a hacer preguntas desagradables. — Lo vi morir. —
— Una vez que su línea se puso plana, se interrumpió la taquiarritmia. Logramos estabilizarlo. Su pulso se reanudó con la desfibrilación y le inyectamos anticoagulantes para reducir la probabilidad de un derrame cerebral. —
— ¿Y se mantiene estable sin que yo lo toque? —
— Lo hace. —
Apreté sus dedos.
Sin pico. Sin aleteo.
Solo el bombeo, bombeo, bombeo constante de un corazón en el cual ya no confiaba.
¿Mantendría a Sully con vida esta vez, o lo arrojaría a los lobos de nuevo?
Era mi enemigo.
Odiaba ese corazón. Quería sacarlo y darle uno nuevo.
Dale el mío... al menos el mío era fuerte, podía sentir cómo martillaba mis costillas con consternación.
Louise me dio un momento para aceptar que cualquier vínculo que compartiéramos ya no tenía en cuenta su deseo de quedarse vivo. Ya no necesitaba mi ayuda. Yo era innecesaria.
Eso dolía.
Me hizo vacilar y dudar. ¿Qué había hecho mal? Esto tenía que haber sido culpa mía porque había colapsado cuando hablé con él. Cuando le recordé a nosotros. Quizás era cierto y no podía recordarme. Tal vez no quería aferrarse a una diosa que solo estaba destinada ser su empleada. Tal vez me veía como lo hizo con Calico y Júpiter: una chica que intentaba robarle el corazón para ganar su libertad.
Sully...
Quería sumergirme en su cabeza y encontrarlo. Quería sacudirlo hasta que sus ojos se abrieran de golpe.
— Esta es la parte en la que necesitas escucharme con atención, ¿de acuerdo? — Louise murmuró. — Es importante.—
Me tensé.
Pika voló hacia mí y Skittles chilló de frustración desde su lugar en la mesa auxiliar. Su ala diminuta aleteó torpemente en su tablilla. Acercándome a ella, dejando a Sully sin mi toque, extendí mi dedo y me estremecí de amistad cuando ella saltó a mi percha y frotó su pico a lo largo de mi mandíbula mientras la besaba.
Las lágrimas presionaron de nuevo, pero me las tragué.
Colocando Skittles en mi hombro, regresé a la cama de Sully y me senté en el borde frente a Louise. Pika aterrizó junto a Skittles, clavando sus garras en mis músculos mientras me tensaba. — Prosigue. —
Ella hizo una mueca. — Hay cosas que debemos discutir... de ahora en adelante. —
Me había despertado con un optimismo renovado, pero sus palabras me desinflaron hasta que toda fe y creencia escaparon. Me hundí de nuevo, más profundamente en la oscuridad. Incapaz de vivir más en este mundo como una montaña rusa.
Subir y caer.
Subir y sumergirse.
Esperanza y fracaso.
Está vivo... pero ¿cuánto tiempo esta vez?
— Yo... — La habitación se llenó y mi estómago vacío se apretó. — De repente no me siento muy bien. —
— Lo Sé. Todavía es el shock. Tus síntomas aparecerán y desaparecerán hasta que aceptes ciertas cosas. Sé que todavía tienes la esperanza de que se despierte y todo vuelva a la normalidad. Yo también quiero eso. Y haré todo lo que pueda para asegurarme de que suceda, pero... también debes aceptar los hechos. Es importante estar informado para que tu cuerpo no sufra. —
No pude responder.
Apreciaba su consejo y estaba de acuerdo. Siempre había sido una de las que quería tener tanto conocimiento como podía obtener, pero... no quería escuchar esto. No quería que me golpearan con realidad.
No todavía.
No mientras Sully solo había estado estable por un tiempo.
Se despertará... ya verás.
— Has sido muy diligente al permanecer a su lado. Creí, como tú, que mientras lo tocara, él podría superar esto, pero... —
Sacudiendo mi cabeza, enterré mi rostro entre mis manos.
— Detente. Yo no… —
— Ya no responde a tu toque. Está vivo. Sus signos vitales están estables y respira sin ayuda, pero ninguna otra percepción sensorial es operativa. Hicimos pruebas sobre sus reacciones, y cada una revela el cierre sistemático de un sistema nervioso humano. —
Eso explicaba la desagradable sensación de tocar a un extraño.
Por qué ya no necesitaba mi cercanía.
Por qué ya no parecía haber una atadura entre nosotros.
Si Louise lo pesara, como sus estudios previos con pacientes, ¿encontraría que le faltaba el alma? Eran los impulsos eléctricos que se había ido de su cuerpo, mecánicos o místicos?
Respiré hondo, mi piel se puso helada.
Me había alejado. Me dejaría ir.
Fue su elección y solo suya, y no podía hacer nada al respecto.
Mis manos cayeron de mi rostro mientras una extraña calma sofocaba mi pánico.
No sabía si era el shock o finalmente había llegado al fondo de mi pozo y no tenía más fuerzas para succionar. De cualquier manera, escucharía. Prestaría atención. Y luego sobreviviría a cualquier futuro que hubiera sido dado. — Continua. —
Louise suspiró profundamente. — Lamento tener que lastimarte más. —
— Es la verdad. Necesito escucharla. —
Se puso de pie y metió las manos en los bolsillos de su vestido de verano. Su rostro se suavizó desde la amistad que habíamos formado y se acomodo en la máscara de una libertadora de la muerte, una doctora que había tenido esta conversación tantas veces antes con las familias que quedaron atrás.
Yo también me puse de pie.
Me abracé y esperé a que ella arruinara mi mundo.
Inhalando profundamente, dijo, — Sullivan Sinclair se encuentra ahora en un reino donde la medicina no puede hacer una pizca de diferencia en el resultado. Cuanto más tiempo permanezca en coma, es menos probable que se despierte. El resultado negativo de las pruebas de hoy muestra que puede estar deslizándose y continuará deslizándose hasta que toda la actividad neurológica esté inactiva. Si eso sucede, entrará en un estado vegetativo y es posible que necesite un ventilador y, en última instancia, la difícil decisión de mantenerlo con soporte vital o dejarlo ir. —
Apreté los dientes mientras el ácido quemaba mi pecho y me salpicaba los dedos de los pies. — ¿Algo más? — Me tambaleé en el acto, manteniéndome encerrada para no explotar con violencia o pena.
— Mi equipo y yo estamos felices de quedarnos hasta que se tenga que tomar una decisión o se presente otro resultado. Tienes mi palabra de que nos aseguraremos de que su cuerpo permanezca en el mejor cuidado posible... pero es su mente la que no podemos ayudar. — Ella vino hacia mí, mirando a los loros en mi hombro antes de mirarme a los ojos. — Todavía creo que él puede sentirte. Puede que no reaccione a tu toque, pero mi consejo sigue en pie. Independientemente de su desaparición, le ayudaría que permanecieras presente. El amor ha demostrado ser una droga más fuerte que cualquiera que haya creado el mundo moderno, pero incluso eso tiene sus límites. Ojalá tuviera un mejor consejo, pero todo lo que tengo es la verdad. Ámalo... hasta el final. No digas adiós... hasta que realmente haya terminado. Pero sobre todo... no te pierdas a ti misma. Esta preparada para el día en que ese monitor se quede en silencio por última vez. Prepárate para la probabilidad de su muerte porque eso ayudará a aliviar el dolor si ocurre. —
Tragué saliva y asentí.
Tropecé cuando las cosas se agrietaron y se derrumbaron dentro de mí.
Los pilares que sostenían mis piernas. Los ladrillos que mantenían mi columna recta.
Todos empezaron a caer.
Ayer pensé que había tocado fondo.
Estaba equivocada.
Mi fuerza interna estaba colapsando.
No podía estar aquí cuando cayera.
— Si eso es todo... — Tropecé hacia la salida. — Creo que... podría ir a caminar. —
Sully no me necesitaba.
Mi toque ya no era mi grillete.
Necesitaba aire fresco. Soledad. Algún lugar para quebrarme.
— Por supuesto. Yo cuidaré de él. — La simpatía de Louise me echó del dormitorio de Sully.
No miré al hombre que amaba, congelado en el tiempo en su cama.
No pensé en Skittles con su férula o en Pika con su dolor.
Tropecé con la puerta principal y corrí.
Corrí bajo el sol y a través de arena dorada y espesa.
Corrí hasta que no pude correr más.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario