-->

lunes, 23 de agosto de 2021

FIFTH A FURY - CAPÍTULO 44




Dolor.

Dolor delicioso, devorador, que aprieta el cuerpo y sofoca el corazón.

Me ahogué en el. Sucumbí a eso. Sentiría tanto dolor por el resto de mi vida por solo mirar al hombre que era casi mío.

Sully había trascendido de un simple dios a un demonio resplandeciente.

Tenía la magia para mojarme solo con una mirada, el poder de detener mi corazón solo con un toque, y la capacidad de hacerme llorar solo por la forma en que se tambaleaba hacia mí, negándose a esperar a que me uniera a él en el altar, aboliendo la tradición y escribiendo las reglas solo porque podía.

El chasquido del dedo para que el celebrante lo persiguiera tenía todas las características de un rey engreído que sangraba poder. Su olfato de expectación por que Cal y Jess lo siguieran hizo eco de los hábitos de su pasado. Pero debajo de esa arrogancia acechaba un escándalo más reciente y más feroz.

Un hombre lascivo que siempre retendría el exterior de cruel e impugnable, pero de alguna manera me había dejado entrar en la guarida de su corazón. Una guarida donde derribó sus paredes, me permitió verlo, me permitió cultivar la bondad en lo profundo de su ser.

No habló cuando me alcanzo en la orilla.

Los kayaks con joyas que había utilizado para huir, habían sido escondidos junto con las tumbonas y sombrillas para los huéspedes desterrados. La playa estaba tan vacía como una isla deshabitada y ambos íbamos vestidos como si hubiéramos sido arrastrados sin pertenencias ni pasado entre nosotros.

¿Cómo lo había sabido Jaya?

Cuando sacó el vestido rasgado y me prometió que era perfecto para hoy, me mostré escéptica. ¿No se suponía que todas las novias brillaban a la vista y crujían en encajes? Me había sentido mal vestida, desnuda, completamente a merced de Sully mientras caminaba descalza por su arena.

Ningunos tacones altos hubieran funcionado aquí. Sin pantimedias elegantes ni barniz de uñas.

Desde el momento en que llegué, había cambiado los zapatos por nada y la metáfora en eso se me clavaba en el corazón. Los zapatos no eran necesarios aquí porque mi camino había terminado. No necesitaba caminar sobre vidrios o dificultades, no necesitaba atravesar los caminos de las carreras o el estrés.

Estaba en casa.

Y cada paso de aquí en adelante sería con Sully a mi lado.

Skittles chirrió cuando aterrizó sobre mi hombro desnudo.

Pika revoloteó detrás de Sully, arrastrando una cinta plateada con tres anillos brillando por el sol.

Y Sully tomó mi mano entre las suyas, los puños de sus pantalones remangados húmedos por el mar, su cabello desordenado y siendo empujando hacia atrás con una mano impaciente, su barba absorbiendo la luz del día y reduciendo toda mi atención en sus perfectos labios para ser besados.

Esos labios habían dicho cosas tan viles.

Pero también habían dicho lo más dulce.

Su mano izquierda permaneció encerrada alrededor de su bastón mientras el celebrante nos alcanzaba, secándose el sudor en las sienes y poniendo los ojos en blanco ante la rota tradición de Sully.

— ¿Están listos para comenzar? — preguntó el celebrante.

Sully tragó y despidió al hombre con un gesto. — Todo lo que necesitas hacer es la parte de la vinculación, nada más. —

Cal se rio entre dientes, Jess puso los ojos en blanco y yo... no podía apartar la mirada de la intensa nitidez, el absoluto gruñido en la mirada de Sully.

Silbando una vez, Sully soltó mi mano y esperó a que Pika descendiera y envolviera sus garras alrededor de su dedo. Dejando su bastón clavado en la arena, sacó la cinta y desenroscó los tres anillos. Silenciosamente, me pasó el más grande.

Lo capturé en mi palma y lo sostuve hacia el poniente, ardiente sol. Cada minuto el cielo se oscurecía con grietas de carmesí y salpicaduras de siena, bañándonos de rojo pecaminoso. La banda que sostenía estaba hecha de oro amarillo grueso. Pesado de sostener y esmerilado con diamantes brillantes, que se extendían por la parte superior, siguiendo el contorno y el erizado de dos plumas.

Miré hacia arriba, comprendiendo al instante. — Por Pika y Skittles. —

Sus labios lucharon contra una mueca y una sonrisa. — No solo te vas a casar conmigo, te casas con todo lo que considero precioso. Nunca confiaré en nadie tanto como confío en ti para que los cuides como yo. Nunca amaré a nadie, tanto como te amo a ti para compartir la misma empatía hacia los animales que han sido maltratados. —

Mordí mi labio, conteniendo un tonto baño de lágrimas.

Hoy no lloraría.

No arruinaría las suaves pestañas de rímel ni desdibujaría la imagen perfecta de Sully con su perfecto traje de lino de pie en su perfecta playa al atardecer.

Tomando mi mano, Sully extendió mis dedos y empujó el enorme diamante de talla cojín en mi dedo. Este era del triple del tamaño del que me había dado después de la fantasía de la cueva e igual de impecable. El oro amarillo que lo aprisionaba brillaba con incrustaciones de diamantes en la banda.

— Eso es para mostrarle al mundo que eres mía. Un recordatorio llamativo y monetario de que es un honor para mí proveer para ti, albergarte y protegerte. — Pasó su pulgar sobre mis nudillos, usándome como su apoyo cuando sus piernas amenazaron con balancearse. — Pasaremos la mayor parte de nuestra vida aquí, escondidos en el mar de Java, donde no necesitamos a otros. Pero, en esas raras ocasiones en las que nos mezclaremos, quiero que todos los hombres y mujeres vean ese anillo y sepan que eres venerada, adorada y que eres dueña de mí en cuerpo y alma.

Jess empezó a llorar. Cal contuvo el aliento.

Simplemente me aferré a Sully, ahogándome en los océanos en sus ojos y en el tesoro absoluto que encontré allí.

— No sé cuáles son los votos tradicionales. No tengo ni idea de lo que se supone que debo decirte para hacer esto oficial, pero… — Se aclaró la garganta, dándome una mueca sexy. —Te amo, Eleanor. Te amo demasiado, pero sé que es solo una fracción de lo mucho que te amaré a medida que envejezcamos juntos. Todavía hay mucho que aprender, tantos hábitos que descubrir, tantas peculiaridades e ideales que compartir. A medida que nos conozcamos, tengo miedo de lo profundamente que me enamoraré de ti. No hay nadie más. Nunca lo hubo y nunca lo habrá. Eres la única y ese es mi juramento para ti. Acéptame y aceptas mi impulso para mantenerte a salvo. Ámame y aceptas ser amada todos los días que este vivo y más allá. Cásate conmigo y serás mía para siempre. No solo eres mi amiga y amante, sino también mi conciencia. Prometo escucharte siempre. Prometo que no iré demasiado lejos. Confío en que me complacerás cuando soy autoritario y confío en que tienes el temperamento para ponerme en mi lugar cuando lo necesite. Confío en ti, Eleanor, con todo lo que soy.—

Se confesó con un nivel de devoción con el que cualquier chica podría soñar, y lo expresó con elegancia y amenaza. Sus ojos brillaban con dominación mientras su rostro se suavizaba con reverencia.

Cuanto más tiempo estábamos unidos, más su confianza hacía que mi corazón se acelerara para estar solos, para tocarlo y confirmar que esto era real. Esto no era una falsedad ni una fantasía. Mi realidad se había vuelto eufórica sin necesidad de trucos.

El celebrante tosió detrás de su mano. — ¿Si eso es todo, señor Sinclair? Quizás, a la Sra. Grace le gustaría decir algunas palabras. —

Sully le miró con el ceño fruncido, pero me sonrió con culpabilidad. — Lo siento si fui un poco dramático. — Ahuecó mi mejilla y pasó sus dedos por mi cabello suelto, incapaz de evitar tirar un poco y disparar fragmentos de electricidad por mi columna.

Jadeé cuando mis músculos internos se tensaron.

Nuestra proximidad crepitaba de pasión. El constante zumbido que siempre se encendía entre nosotros había creado su propio campo de fuerza, chisporroteante y sediento con una potencia chispeante, asegurando que nunca dejaría de desear a este hombre. — No fue dramático, — susurré. — Fue perfecto. No tengo nada tan maravilloso que decir. Me has cautivado. —

Metiendo mechones rebeldes detrás de mi oreja, enviando otra lamida de anhelo a través de mi vientre, murmuró, — No tienes que decir nada para que sea perfecto. Tu eres perfecta. — Él sonrió, mostrando indicios del rey elixir que había conocido por primera vez. — Pero... es tu turno, Jinx, y espero que me jures tu vida. —

Me sonrojé.

Habíamos llegado tan lejos desde ese primer día. Esa primera espina de lujuria que había atravesado nuestra piel, se había convertido en sangre y hueso, asegurando que ambos estuviéramos infectados con un compromiso de por vida.

Sonriendo, respiré profundamente y aparté mis dedos de los suyos. Mi enorme anillo de compromiso brilló, refractando las agujas magentas del sol, cobrando vida como un pequeño fuego en mi mano.

Hacía lo que Sully pretendía. Me marcaba mejor que cualquier tatuaje o marca. Me unía a su corazón y a sus islas, y nunca me lo quitaría.

Exhalando mi preocupación de tropezar con las palabras o hacer un lío con mi declaración, extendí los largos y hermosos dedos de Sully y deslicé la alianza masculina sobre su nudillo.

Cuando se deslizó en su lugar, algo se abrió dentro de mí.

Una llave a un lugar dentro que ni siquiera sabía que existía. Desde ese lugar surgió un cálido río de conocimiento de que esto era lo correcto, esto era exactamente como debería ser. Habían habido muchos momentos de premonición mientras vivía en este mundo fantástico y luchaban contra los horrores de las alucinaciones. Visiones de vidente cuando Sully estaba herido, a punto de estarlo, o que descarrilaría mi vida mucho peor de lo que temía.

¿Y ésta? Me concedió un avance rápido hacia el futuro, así como un retroceso al pasado, y me paré en el punto de mira de tantas decisiones y destinos, todos bifurcados como mil agujas en una brújula. Hubo tantos viajes que podría haber hecho, tanta gente que podría haber conocido, tantas aventuras que podría haber perseguido, sin embargo... ninguna de esas hubiera sido la correcta.

Sí, podría haber tenido una buena vida. Y sí, podría haber sido feliz, pero solo porque no habría conocido la alegría absoluta de encontrar al indicado.

Sully era el indicado.

Sin preguntas ni dudas.

Él era la razón por la que había nacido en este momento exacto de la historia porque había algo más que la casualidad fortuita que nos había unido, pero toda una vida de reencarnación e intentos desconocidos de encontrarnos.

Perdí la batalla por no llorar mientras seguía mirando sin decir palabras el anillo en forma de bucle en su dedo. Tener ese símbolo en él me volvió posesiva, poderosa y llena hasta el borde de una convicción omnipotente.

Esto estaba destinado en todas las formas e historias brillantes.

— Sullivan Sinclair, —contuve las lágrimas y miré su deslumbrante vista al mar. — Ya no tengo miedo. Ya no tengo miedo de cometer un error o de decir algo incorrecto. Ya no tengo miedo de perderme algo o de no arriesgarme cuando debería. No tengo miedo porque sé que puedo decirte cualquier cosa y tú me escucharás. Puedo confiar en ti y te importará. Sé que puedo cometer errores y tú estarás ahí para ayudarme y reír conmigo. Cada nueva experiencia, la compartiremos juntos. Cada nueva apuesta no es una apuesta porque estamos juntos, y eso es increíblemente valioso. No tengo ninguna duda de que a veces te volverás mandón y controlador, pero tampoco tengo ninguna duda de que serás generoso y protector. Te prometo que te cuidaré en todos los estados de ánimo y enfermedades. Yo estaré a tu lado con tus caridades y tus cruzadas por todos los emplumados y peludos. Como tú, sé que la profundidad que siento por ti ahora no es nada comparada con cómo te amaré dentro de un año, dentro de una década, dentro de una vida. Eres dueño de mí en cuerpo y alma, Sully, no por contratos o elecciones, sino porque siempre lo has sido. Tal como yo soy tu dueña. —

Las fosas nasales de Sully se ensancharon cuando agarró mi mano y deslizó el tercer y último anillo en mi dedo. Una versión femenina más pequeña de la creación de diamantes emplumados que ya tenía en el suyo.

Con un suave movimiento de cabeza y una suave risa, murmuró, — Acabo de tener una epifanía, mi maravillosa Eleanor. —

— ¿Oh? —

Acarició los diamantes dobles de mi dedo, los pensamientos nublaban su mirada. — Desde que te conocí, ha habido una pregunta que nunca tuvo respuesta. Pensé que la tenía la primera vez que te dije que te amaba, pero... ahora tengo una respuesta mucho mejor. —

— ¿Cual era la pregunta? —

Sully me ignoró y se volvió hacia el celebrante. — ¿Puede unirnos ahora? —

Me estremecí cuando el celebrante asintió y juntó las manos. — ¿Usted, Sullivan Aiden Sinclair, acepta a Eleanor Grace para ser su legitima esposa? —

— Acepto. — Su estruendo sonaba como un volcán. Siempre lo había comparado su temperamento también. El silencioso crujido de las placas tectónicas, la amenaza absoluta del poder lista para ser desatada en cualquier momento.

— ¿Y usted, Eleanor Grace, acepta a Sullivan Aiden Sinclair como tu legitimo esposo? —

— Yo también tengo un segundo nombre. Me gustaría agregarlo, por favor. — Eché un vistazo al celebrante en su vestido. — Jinx. —

Sully contuvo el aliento, balanceándose lo suficiente como para agarrar su bastón y abrir las piernas en la arena durante un rato como apoyo.

Sonreí, desesperada por besarlo, loca por meterlo en una cama para que pudiéramos terminar nuestros votos finales con su cuerpo dentro del mío.

El celebrante suspiró pero repitió su pregunta. — ¿Usted, Eleanor Jinx Grace, acepta a Sullivan Aiden Sinclair como su legitimo esposo? —

— Acepto. —

— En ese caso, los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia. —

Sully me empujó hacia él, pero en lugar de acercar su boca a la mía, acarició mi cabello y susurró en mi oído. — ¿Quién eres tú, Jinx? ¿Quién diablos eres tú para destruirme, restaurarme y, en última instancia, convertirme en el monstruo más feliz del mundo? —

Me estremecí cuando su lengua lamió el caparazón de mi oreja.

Teníamos una audiencia. Las olas corrían alrededor de nuestros pies descalzos, empapando nuestros dobladillos y puños. Dos loros volaban alrededor de nuestras cabezas, sin darse cuenta de que habían sido excluidos, y los ojos nos miraban mientras Sully una vez más rompía la tradición.

— ¿Quién eres tú, Eleanor? — murmuró.

Y supe exactamente la respuesta que quería.

La pregunta que él había hecho desde el principio.

La pregunta que había arrastrado una maleta llena de respuestas pero que nunca dio la correcta.

Soy tuya.

Soy tu otra mitad.

Soy tu para siempre.

Soy...

— ¿Quién eres tú, Jinx? — Preguntó Sully de nuevo, mordiendo la simple perla que colgaba de mi oído.

Yo tenía la respuesta.

La única respuesta.

— ¿Quién soy yo, Sully? — Besé los bigotes de su rostro. — Yo soy tu esposa. —

Todo su cuerpo se estremeció. Su exhalación hizo que se inclinara hacia mí. Y su voz tembló de asombro. — Maldita sea, jodidamente tienes razón. — Tirando de mi cabeza hacia atrás con su puño en mi cabello, aplastó su boca contra la mía. Una vez más rompió cualquier expectativa de boda de un simple beso público e hizo que la playa se encendiera con un fuego rugiente cuando su lengua se hundió más allá de mis labios y me pegó con fuerza contra él.

Su bastón se clavó en mi vestido. Sus brazos me rodearon. Y su beso me dejó sin aliento y me excitó todo en uno.

Encontré su lengua cazando con la mía.

Él gimió cuando dejé de lado todo el decoro y lo besé tan salvajemente como él me besó a mí.

Nos besamos como si hubiéramos sobrevivido a los escombros de la vida y hubiéramos naufragado de verdad en este paraíso pecaminoso. Nos besamos hasta que Cal se alejó con Jess, el celebrante refunfuñó y regresó al helicóptero, y mi padre apagó la transmisión de video, dejándonos solos en las aguas poco profundas que lamían nuestras tibias.

Nos besamos hasta que incluso el sol se inclinó ante nuestra necesidad, extinguiéndose en el mar en un orbe llameante de sangre y carnicería, convocando el manto de la noche para mantener nuestros besos y nuestro impulso animal de devastarnos el uno al otro lejos de las inocentes estrellas.


***


Siguiente Capítulo --->


No hay comentarios:

Publicar un comentario