La oscuridad trató de tragarnos enteros, matarnos, arruinarnos, capturarnos el alma.
— No me estoy casando contigo por el placer de llamarte mi esposa, esclave. No me voy a casar contigo porque es la evolución de una relación. Me voy a casar contigo porque te estoy reclamando por siempre. Tu alma será mía para siempre. En la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte me pertenecen a mí. Y yo te pertenezco a ti. —
Q me acercó, susurrando su pasión en mi boca. — No pienso que esto es un contrato entre dos personas enamoradas. No pienses que este documento legal es algo endeble y no poderoso. Al casarte conmigo estás tomando todo de mí. Todo lo que soy. Todo lo que seré. Estás aceptando mi ligereza, mi oscuridad, mi maldito y eterno espíritu. Al firmar tu nombre en el mío ya no eres Tess Snow. —
— ¿Quién soy? — Murmuré, aceptando su beso de plumas suaves.
— Eres Tess Mercer. Ahora y para siempre. Por los siglos de los siglos. Está hecho. —
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