Querido nadie,
Romperé esto el momento en el que termine, ya que no tengo un lugar seguro para esconderte, pero tengo que contarte que ha pasado.
Tengo que darte buenas noticias.
Las mejores noticias.
Las noticias que espere para escribir por dos largos años.
Él esta muerto.
Él esta muerto.
De por Dios, nunca me cansaste de la emoción y el alce de escribir estas tres palabras.
Él esta muerto.
Ellos están muertos.
Cada maldito bastado (aparte de Monty) esta muerto.
Yo jale el gallito y le disparé al Maestro A.
¿Estas orgulloso de mi? ¿Estas feliz por mi?
Quiero continuar hablando contigo, pero no se cuanto tiempo más van a dejarle por mi cuenta. No quiero ser atrapada. él robó nuestras conversaciones previas, pero no las robara nunca más.
Tal vez, en algunas semanas cuando este curada, será capaz de susurrarte mis confesiones en lugar de escribirte.
Tal vez en este momento, mi vida será normal.
Había terminado de triturar mi ultima nota en pequeños fragmentos y dispersarlos en el cajón cuando la puerta se abrió. No me había movido del colchón individual con sus sabanas blancas, demasiado almidonadas y tenía el tubo de drogas de alimentación y quien sabe que mi sistema.
Esperaba al doctor de nuevo.
Quería que fuera el doctor de nuevo. Sería más tiempo por mi cuenta antes de tener que afrontar mi nuevo futuro.
No obtuve lo que queria.
Mi primer momento de paz en tan largo tiempo desapareció en elemento en el que él rodeo la habitación.
Nuestros ojos se encontraron.
El mundo se detuvo una vez más, girando y volteandose de arriba a abajo. Cualquiera que fuese el poder que él tenia sobre mi en mi habitación blanca, todavía permanecía, más fuerte y mas intoxicante ahora que estaba en su hogar y bajo su autoridad.
Elder se detuvo unos pocos metros, su mirada desuncido de mis ojos a mis labios agrietados y adolorados, después a mi esqueleto rígido debajo del camisón amarillo con el cual alguien me había vestido.
La alegre tela debería iluminar mi oscura existencia, pero solo amplificaba el verde y el marrón de mis feos, feos golpes.
Queria ser libre.
Y si no podía ser libre, entonces quería estar desnuda. Como normalmente lo estaba. No me gustaba estar confinada o el condicionamiento mental al que había estado sometida donde la ropa era mi enemiga y no era de fiar.
Arrancando el vestido amarillo, hice lo posible para no arrugar la nariz. Me veía juvenil en color limón mientras que él se veía distinguido en medianoche. Si tenía que usar ropa, ansiaba vestirme de negro como él. El negro escondería mi decoloración y me daría un poder refinado que la desnudez y el blanco no podrían.
Sus ojos negros, almendrados y regios, atraparon los míos. Su cuerpo emanaba poder fuertemente controlado con letalidad hirviendo. Su fuerte mandíbula se apretó cuando lo estudié como él me estudiaba a mí.
Mis labios hormiguearon, recordando la forma en que él, con toda su violencia masculina, se arrodilló, acunó mi cara y me besó como si cualquier cosa que me atrajera hacia él, lo atrajera hacia mí con igual fuerza.
Una sombra cayó sobre sus ojos cuando se cruzó de brazos, destacando los músculos y las manos que estaban listos para infligir peligro o muerte. "Veo que eres tan obstinada aquí como lo eras allí".
Mis ojos ardieron; mi mandíbula sobresalía en inquietud.
¿Qué demonios significa eso?
"No me levantes la barbilla, ratona silenciosa."
No uses el apodo de mi papá.
El nombre Ratona no le pertenecía, aunque mi cuerpo sí por el momento.
No se dio cuenta de mi molestia.
Sus zapatos de grafito hacían clic en el suelo de baldosas blancas mientras avanzaba. Su camiseta gris oscuro y jeans desteñidos no combinaban con el calzado formal.
Mis ojos se desviaron hacia sus musculosas piernas y luego hacia el piso donde las líneas y el color me recordaban demasiado a las del maestro A. Sabía que se debía al saneamiento más que a la preferencia personal, pero aún así me inquietaba.
"Siento lo mismo por el blanco que tú." Su voz tomó prestado cualquier poder que su cuerpo tuviera sobre el mío, resbalando por mis oídos. "Es un color repugnante y será abolido de mi hogar."
Odiando la persuasión que tenia sobre mis tímpanos, me encorvé sobre mi cuerpo.
Él piensa que puede leer mi lenguaje corporal tan fácilmente.
Eso solo me hacia quererme esconderme muy, muy profundo dentro de mi, donde solo unos minutos antes quería mirarlo a los ojos y agradecerle por lo que había hecho. Agarrar su mano y apretarla tan fuerte con miles de agradecimientos.
"¿Como esta tu lengua?"
La urgencia de presionar mi agonizante músculo contra mi paladar para ver su todavía estaba intacto me estremeció. La última hora por mi cuenta, había luchado por no tocarla, inspeccionarla. Quería un espejo para ver como de cerca estuve de estar discapacitada de por vida.
"Supongo que es incomodo."
Tu me haces sentir incomoda.
No tenia forma de pedirle que se fuera. Pero quería que lo hiciera. No estaba emocionalmente preparada ni mentalmente equipada para él, para sus preguntas o cualquiera que fuera el futuro que él ya había planeado para mi.
¿Te puedes ir? ¿solo por un rato?
Me puse rígida ante mi rudeza y silenciosamente añadí, "Estoy agradecida, realmente. Pero también estaría agradecida si me dejas descansar en paz".
Se rió entre dientes, no viendo mi mensaje. "Por lo menos todavía tienes tu lengua."
Eso es verdad.
Mi molestia por su prepotencia se desvaneció un poco.Fruncí los labios, estremeciéndome cuando el labio inferior se rompió a causa de los implementos que habían usado en la cirugía para mantener mi boca abierta.
Me había acostumbrado a tolerar a los hombres en mi espacio incluso cuando gritaba solo por un momento, lo cual era bueno ya que Elder no tenía intención de irse. Si él estuviera aquí para aprender sobre mí, para interrogarme por su placer, entonces yo haría lo mismo. Yo catalogaría y prestaría atención. Intentaría averiguar qué quería antes de que sus labios se abrieran para decirlo.
La engreída forma en que cruzó los brazos me antagonizó. "¿Pretendes usarla? ¿Ahora eres libre?"
¿Soy libre?
Me arrastré más alto en mis almohadas.
¿Quieres decir que me dejarás curar y luego me llevaras de regreso a Londres, con mi madre, a la universidad y a los cafés y a la normalidad mundana de todo lo que me he perdido?
Se pasó una mano por el cabello. La agudeza de su mandíbula, la profundidad de sus ojos y su presencia dolorosamente peligrosa me intimidaron. Era el epítome de calculador y hermoso. Un hombre con quien no deben meterse. Un asesino para nunca faltarle el respeto. "Yo hem me expresé mal. Quiero decir, ahora estás libre de él." Se alzó sobre mí, su sombra besó cada centímetro de mi piel. "No eres libre en el sentido general. Me lo debes, Pimlico. Te dije que yo no era un héroe."
Si, pero me rescataste rompiendo tu promesa de olvidarme.
Eso era progreso, así fuera pequeño.
"¿Necesitas algo?" paseaba alrededor del final de mi cama, su mirada se poso en todo de manera desconfiada, como si estuviera analizando una amenaza invisible.
Si lo necesitara, no te lo pediría a ti.
No porque tuviera un resentimiento por haber sido robada de nuevo, sino porque él ya había hecho demasiado.
El me devolvió mi vida. ¿Que más podía pedir?
Ser libre, por supuesto.
Ese siempre fue mi objetivo final. Por ahora, tenia que estar satisfecha con este cambio de eventos y contemplar si debería pelear con él, someterme a él, o esperar mi tiempo y matarlo.
No sabia cual camino elegir, pero... él estaba en lo correcto. Se lo debía. Y no quería deberle nada más de lo que ya debía.
Podrías solo terminar con esto - como lo era el plan original.
El aleteo de final libertad me cubrió por completo. Elder Prest podría haber cambiado mis circunstancias, pero el era todavía un monstruo al cual tenia que sobrevivir. ¿Seria considerado débil, tomar mi propia vida ahora o ser todavía fuerte para prevenir que el lo haga?
Había vivido con la idea de la muerte desde hace demasiado tiempo como para renunciar al susurro de un sueño final. El suicidio nunca había sido una opinión sin carácter para mi pero era mi final hurra. No renunciaría a ello. No todavía.
"¿Estas cansada? Hemos estado en el mar por un tiempo, es casi el atardecer." Sus ojos se agudizaron. "¿Estas hambrienta?"
Sus preguntas quedaron sin respuesta.
El goteo le daba a mi cuerpo cualquier sustancia que necesitara, dejando cualquier dolor de estomago de lado. Incluso, aunque estuviera hambrienta, ¿como comería? Mi lengua se negaba a moverse, y Michaels me advirtió sobre no insertar objetos en mi boca. No tenia duda que esa regla incluía comida por un tiempo.
Desvíe mi mirada, cayendo sobre el lapicero abierto mientras Elder detenía su caminata a los pies de mi cama. "Supongo que Michaels ya pensó sobre el hambre y el tema de la hidratación." Froto su barbilla, sus dedos rascando rastros de una barba de un día. La indecisión paso por su rostro. "En ese caso, te dejare dormir, tengo un gran día mañana y también necesito descansar."
Caminando hacia la puerta, sus ojos fueron en mi dirección. "Sugiero que te relajes y me dejes cuidar de ti. Necesitarías tu energía."
Mi corazón se detuvo desviando la sangre, llenando mis venas de un frío sentimiento.
¿Qué quieres decir?
¿Energía para qué?
La repente tensión en mis músculos señalaron otro problema del cual era medianamente consciente pero de pronto desesperadamente incomodo.
Mi vejiga.
Oh, no
Mi mirada atravesó la habitación buscando un baño.
Tal vez tengas un cateter.
Mis brazos fueron debajo de las sabanas e inspeccionaron abajo. El pensamiento de mearme en la cama me aterrorizaba, pero había estado inconsciente por un largo tiempo. Cuando me extirparon las amígdalas a los quince años, la operación había sufrido una complicación. Me habían retenido toda la noche con un catéter, así que no me moví de una posición acostada ni interrumpí la herida chamuscada en el fondo de mi garganta.
¿Esto era así?
¿Cómo podría saberlo?
Podía orinar y descubrir de la manera asquerosa, o podía salir de la cama y de alguna manera manipular el goteo hasta que encontrara las instalaciones del baño.
De cualquier forma, tenía que esperar a que Elder se fuera antes de avergonzarme.
Esperé a que se fuera.
Solo que no lo hizo.
Levantando la barbilla, miró la tensión en mis hombros y mis manos agrupadas en las sábanas. Lentamente, se alejó de la puerta volviendo a mí. "¿Estás bien?"
Mi cabeza no se movía; No respondí su pregunta, no era insolencia, solo una vida de autoconservación.
Él suspiró enojado. "Puedes darme pistas, Pimlico."
No se trata de esto, no puedo.
Era demasiado vergonzoso.
Vete.
Si Michaels regresara, escribiría una solicitud para que una enfermera fuera quien me ayudara, o me las arreglaría. Me sentía lo suficientemente fuerte como para salir de la cama. Estaría tambaleante por la operación, pero me las arreglaría.
Como siempre lo hago.
Arqueando la mandíbula, miré fijamente la puerta.
Le debía mi mayor agradecimiento y él lo conseguiría. Yo le devolvería el dinero. Encontraría una manera (incluso si esa forma me fuera aborrecible) pero no ahora.
Elder gruñó. "Maldita sea, no tienes que guardar silencio conmigo."
En caso de que lo hayas olvidado, mi lengua no está trabajando.
Una oscura sonrisa torció sus labios una vez más siguiendo mi línea de pensamiento. "Sé que tu lengua te impide hablar por ahora, pero tu cuerpo no está dañado."
Mis ojos se posaron en los feos moretones y cicatrices.
¿No dañado? ¿Cómo puedes decir eso?
¿Cómo miraba más allá de las marcas grotescas en mi piel y veía a alguien que había olvidado hace mucho tiempo?
Él se rió con dureza. "No quise decir que no estás herida y que ese maldito bastardo no hizo un show contigo. Quise decir que puedes agitar los brazos y sacudir la cabeza. Puedes responderme ahora que estás a salvo."
¿Estoy a salvo?
Él frunció el ceño y bajó la mandíbula. "No me mires así. Si digo que estás a salvo, estás a salvo. ¿Entendido?"
El impulso de asentir fue más fuerte esta vez. Lo ignoré.
A salvo del maestro A, pero ¿estoy a salvo de ti?
La pregunta no formulada colgaba como humo de canela, haciendo juego con la rica especia de su afeitado.
Sabía dónde se habían arrastrado mis pensamientos, pero no respondió. Dándome un pedazo de mi propia medicina.
Suficientemente justo.
Podría empatizar con lo frustrante que era conversar con alguien que no respondía. Había sido el receptor de esa frustración del maestro A durante suficiente tiempo.
Alrik.
Se llamaba Alrik.
Ya no es tu maestro.
Me sobresalté cuando Elder repentinamente se acercó a mi cama y me tocó el antebrazo.
Mi piel se tensó y se calentó bajo su toque.
"No me estás diciendo algo."
No te estoy diciendo muchas cosas.
"Creo que sé lo que es."
Lo dudo.
Me retorcí un poco cuando sus dedos apretaron mi muñeca. La tensión en mi cuerpo apretó mi vejiga, recordándome que sería mejor sacarlo de mi presencia pronto o arriesgarme a mojar la cama.
"No les permití poner uno."
Mis ojos ardieron.
¿Un que?
"Después de todo lo que has pasado y del abuso que has sufrido, no quería que sintieras que habían tomado ventaja."
Yo fruncí el ceño. No tenía idea de lo que quería decir.
Él resopló, dejando ir mi muñeca. Me arrancó la sábana que cubría mi camisón amarillo y las piernas moteadas. "Un catéter. No lo dejé insertar uno. Y han pasado horas desde que estuviste en cirugía. Sé por qué estás tensa y sigues mirando la puerta."
Mierda, ¿cómo hace eso?
"Necesitas ir al baño."
Mis mejillas se enrojecieron al instante. Bajé la mirada, buscando la sábana que acababa de arrancarme.
Vete. Entonces podré solucionar mi problema por mi cuenta.
"Si crees que voy a dejarte parar sin apoyo, eres un jodida idiota tal como eres muda." Con ferocidad e impaciencia, colocó un brazo alrededor de mi espalda, haciéndome soltar las almohadas más suaves que había tenido durante años, y deslizó el otro brazo debajo de mis rodillas.
"Sosténte de mi cuello."
Su orden llegó una fracción de segundo antes de levantarme de la cama y ponerme en sus fuertes y terroríficos brazos.
Me quedé sin aliento, o tanto como pude con el relleno y la gasa alrededor de mi boca, e instintivamente coloqué mi brazo sobre sus hombros. El cordón de goteo se deslizó sobre su cabeza, pinchándome la mano donde la aguja perforaba mi vena.
"Toma la IV y llévala con nosotros." Elder señaló el medicamento con la barbilla.
Hice lo que me dijo. No tenía intención de dejar que el artilugio con ruedas corriera detrás de nosotros teniendo como única ancla, mi carne.
En el momento en que agarré el acero frío, él se movió.
El único sonido eran los zapatos de Elder en el piso y el peso de su corazón escondido debajo de su camiseta y el impresionante dragón chisporroteante que conocía residía en su piel.
Le tomó dos segundos cruzar la habitación y otros dos para que él me acomodara en su abrazo para doblar y abrir la puerta, revelando un pequeño baño con una ducha de pie, una bañera separada y un inodoro con tocador.
La vista de la porcelana me hizo temblar de anticipación.
Sin decir una palabra, Elder me colocó con mucho cuidado de horizontal a vertical. Dejó que mi peso volviera a mis piernas muy lentamente, sin apartar la vista de mi cara.
Me hizo sentir cohibida, frustrada, con picazón, todo tipo de cosas, pero sin miedo. Tener un hombre tocándome hacía que mi corazón agarrara el silbato de violación y se preparara para soplar como siempre hacía cuando el maestro - no, Alrik - venia por mí. Sin embargo, no había interés sexual en su mirada, simplemente una evaluación sobre mi salud.
Su respiración se volvió cálida y profunda cuando se alejó un paso, pero no quitó sus manos de mis hombros.
Cuando ya no me tambaleaba ni me tambaleaba, a pesar de que el aturdimiento me daba vueltas en la cabeza, gruñó, "Una vez más, subestimé tu fuerza." Casi a regañadientes, me dejó ir, moviéndose otro paso. "Incluso después de una operación larga y un encarcelamiento aún más largo, puedes sostenerte sin ayuda."
"Esperaré afuera. Llámame..." Él sonrió, contándose. "Golpea la pared cuando hayas terminado, o simplemente irrumpiré cuando escuche la descarga." Empujando un dedo en mi cara, gruñó. "No se te ocurra volver a la cama por tu cuenta. No me estoy yendo."
Oh, Dios, ¿iba a estar afuera y esperar? ¿Escuchar? Me di la vuelta mortificada, cambiando el aturdimiento por mareo.
Retrocediendo por la puerta, Elder miró por encima de mi hombro el pequeño espejo sobre el lavabo plateado. Nuestros ojos se encontraron en el reflejo. Su sombra acechaba detrás de mí, negra y pecaminosa, con duros secretos en su mirada, mientras yo estaba con tristes (no alegres) vendas amarillas y aleatorias.
Estábamos en mundos separados, pero por alguna razón, no solo me invitó a entrar en la suyo sino que me robó para compartirlo. No sabía por qué merecía tal invitación, pero necesitaba que él lo supiera solo porque no estaba lista para hablar, no estaba desagradecida.
Había besado a este hombre.
Había sentido algo por este hombre.
Él necesitaba saber que no lo daba por sentado.
Parpadeando deliberadamente en el espejo, incliné la barbilla con el mayor respeto.
Contuvo el aliento al salir del baño, cerrando la puerta. Apenas escuché su susurro cuando dijo, "De nada."
Me arrastré dolorosamente al baño y me preparé para hacer lo mío. Su olor y su persistente presencia me mantuvieron en la tierra mientras mi cuerpo encontró consuelo una vez más. Una vez terminado, me puse de pie (tambaleándome con las piernas demasiado débiles) para sonrojarme.
Me tensé por un visitante no deseado. Necesitaba un poco más de tiempo para ordenar mis pensamientos y sentirme un poco cuerda.
Cuando él no entró, usé los segundos adicionales para lavarme las manos y frotarme la cara lo mejor que pude, evitando el dolor de boca. No pude detener la aprensión de que todavía pertenecía a Alrik y en cualquier momento volvería a lastimarme.
Una vez que me había peinado hacia atrás mi cabello salvaje y sucio, me di la vuelta con toda la intención de tocar la pared para que me escoltara de regreso.
Sin embargo, el giro aleteó en el pequeño equilibrio que tenía, y me tropecé.
Al caer como un edificio de papel, mis rodillas se rindieron, dejándome caer de un orgulloso rascacielos a escombros en el suelo.
Huesos y músculos protestaron. Se escapó un gemido gutural, que no sonó como una niña y más como un perro severamente maltratado.
Ouch.
La puerta se rompió hacia adentro.
Elder estaba de pie vibrando con impaciencia lívida. "Te dije que golpearas la pared, maldición."
Estaba ... lo intenté ...
Bajé la cabeza.
Se adelantó, elevándose sobre mí.
Cada instinto se tensó por una patada, un golpe, algo a lo que estaba acostumbrada por desobedecer.
En cambio, se dejó caer sobre sus ancas y levantó mi barbilla con su dedo. "Ahora eres mía, Pimlico, y te cuidaré mucho mejor que él, pero si continúas desafiándome, si luchas conmigo a cada paso, tendremos una jodida guerra en nuestras manos Y ganaré. ¿Lo entiendes?"
Cerré los ojos, pero él me sacudió la mandíbula hasta que los volví a abrir.
"¿Entendiste?"
No había ganas de asentir esta vez; Parecía que la ira provocaba lo contrario de mí. Sé amable y pregunta suavemente, y la necesidad de responder se volvía casi insoportable. Grita y maldice, y me apago, ya no puedo escuchar preguntas... solo rabia.
Elder respiró hondo. "Pronto aprenderás. Ya verás."
Recogiéndome, me llevó de vuelta a la cama.
Mi corazón hiperventiló, intensamente consciente de su bulto atrapándome. Colocándome de nuevo en las sábanas, eliminó su toque tan pronto como mi peso quedo sobre la cama, como si no pudiera soportar sostenerme más de lo necesario.
Me dolió la refutación incluso mientras mi cuerpo daba un suspiro de alivio.
Una vez que me instalé, la somnolencia se deslizó como una niebla venenosa sobre mí. Resultó que no tenía tanta energía como pensaba.
Su voz perdió su mordisco, cayendo en melaza. "Será mejor que te acostumbres a la invasión de la privacidad, Pim. Te robé porque quiero conocerte. Quiero descubrir lo que mantienes oculto. Dame lo que quiero, y esto será mucho más fácil para ti. No lo hagas, y lamentarás el día en que te negaste."
Sin una mirada hacia atrás, se alejó.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario