Existe un punto en la vida donde la determinación reemplaza las circunstancias. Donde la fuerza de voluntad gana sobre lo que se debe hacer.
Había vivido en ese punto durante dos años.
Luché mis batallas silenciosamente. Viví en una zona de guerra sin decir una palabra. No lo hice inconscientemente; lo hice porque no tenía otra opción.
Mi idiota voluntad de sobrevivir me mantuvo viva, incluso cuando quería morir. Me mantuvo esperando, incluso cuando no existía esperanza. Y cada día era un castigo, especialmente cuando el extranjero tatuado con un dragón entró en mi prisión.
Él lo hizo peor.
Mucho, mucho peor.
Pero luego regresó.
Él me robó.
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