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viernes, 31 de julio de 2020

MILLIONS - CAPÍTULO 18



“¿Ellos están viniendo?” Mis ojos se abrieron de par en par cuando el terror instantáneo heló mis venas. “¿Qué quieres decir ellos estan viniendo?”

Elder arrojó el teléfono celular no deseado a Selix y marchó/saltó directamente hacia mí. El tormento que giraba en su mirada lo cerró, impidiéndome leerlo. Su mandíbula apretada e inflexible, un maestro de la situación con todas las respuestas y sin incertidumbre. “Quiero decir, necesito sacarte de aquí. Ahora mismo.”

“Pero-

Una mancha negra apareció, golpeando a Elder, envolviendo furiosos dedos alrededor de su garganta y golpeándolo contra la pared. Elder gimió cuando su cuerpo sufrió otro ataque.

Q jadeó de rabia, su mano blanca por apretar mientras repetía mi pregunta con veneno. “¿Qué coño quieres decir con que estan viniendo?”

Perdió todo indicio de ser generoso y amigable, mostrando cuán pesadilla podía ser. La negrura en su rostro me recordaba demasiado bien a los hombres a los que me habían vendido y la vida que una vez había llevado.

Quería salvar a Elder, pero no pude detener la autoconservación en mi sangre. Al caer hacia atrás, me topé con Tess, que me agarró la mano. “Está bien. Se calmará en un...”

Q rugió, sacudiendo a Elder que le cortó ambas manos en el agarre que Q tenía alrededor de su garganta. Con un giro y habilidad obtenida de años de lucha, se quito a Q de encima y se preparó como un depredador a punto de atacar. “Buscaron el historial de mi navegador. Lo último que busqué fue a ti, estupido.”

“¿Y no lo borraste? ¿No lo encriptaste?” Q se pasó las manos por el pelo. “¡Por el amor de Dios!” Se lanzó a una diatriba en francés, cada vez más fuerte y más duro con cada sílaba.

Tess se quedó a mi lado, sabiendo que no debía interrumpir a nadie, humano o bestia, cuando su temperamento estaba tan desmoronado.

“¡No puedo creer esto!” Q gruñó, volviendo al espeso inglés. “No puedo creer que hayas traído peligro a mi familia. A mi esposa. A mi hijo! ¿Cómo coño pudiste?” Sus ojos se volvieron salvajes, las fosas nasales abiertas, la piel blanca de furia. “Fallé a mi esclave una vez. Permiti que la tomaran porque era un maldito idiota y no cubrí mis huellas. ¡Y ahora has llegado y has hecho lo mismo!”

Se giró hacia Elder, golpeando su brazo contra la clavícula de este, sujetándolo una vez más a la pared. “Esto es tu culpa. Este es tu desastre. Vete maldita sea.” Agarrando a Elder por su desaliñada camiseta, lo jaló hacia la puerta. “Sal. ¡Ahora!”

Elder tropezó y cualquier decoro al que se aferraba se hizo añicos cuando su tobillo se dobló y el dolor lo empapó. Igualaba la ira de Q.

Arrancando a Q para detenerlo, empujó al francés y se acercó. “No me pongas otro jodido dedo encima.” Me señaló. “Ella es lo único que me importa, y créeme, nos vamos. No me quedaré aquí para que esos asesinos me la quiten.”

“¿Entonces dejarías que esos asesinos se llevaran a mi familia en su lugar?” Q se rio amargamente. “Qué maldito hijo de puta.” Otra corriente de francés cayó de sus labios cuando Tess dio un paso hacia él y puso una mano gentil sobre su pecho agitado.

Respiró con dificultad cuando Tess murmuró cosas que no podía escuchar. Su mirada se fijó en su marido, rogándole que se calmara y escuchara.

Lentamente, respiración por respiración, Q parpadeó para eliminar su sed de sangre y se concentró en lo que su esposa decía.

Elder vio su oportunidad. “Vamos, Pim. Salgamos de aquí.”

Me congelé en el lugar.

Si solo supiera que Elder era desinteresado y quería poner a la familia, cualquier familia, en el más alto respeto. El hecho de que quisiera dejar a Q y Tess solos para enfrentar a los Chinmoku, sabiendo lo mortales y despiadados que eran sin apoyo, no estaba bien.

Era en contra de todo lo que sabía sobre Elder.

Me hizo preguntarme si no era tan puro como pensaba.

Sacudiendo mi cabeza, crucé mis brazos, frotando un repentino escalofrío. “No nos podemos ir.”

Elder cojeó hacia mí y me agarró por el bíceps. “Podemos y lo haremos.” Arrastrándome hacia la puerta principal, murmuro, “Cuanto antes nos vayamos, antes podremos interceptar al Chinmoku.”

Mi corazón latió de nuevo con un destello de comprensión. Quería irse, no para evitar cualquier batalla que estaba por suceder, sino para hacer todo lo posible para evitar que ocurriera aquí, donde existían bebés inocentes y un matrimonio que no tenía derecho a verse atrapado en la antigua guerra de Elder.

Me enamoré aún más de él, moviéndome voluntariamente hacia la salida.

Selix sacó su arma de la cintura, abrió la cámara y contó las balas con las que la había abastecido. “Si vamos a hacer esto, necesitamos más munición, Prest. Estoy contigo al cien por cien, pero no sabemos cuántos habrán y...” —Miró a Elder de arriba abajo. “No eres exactamente un arma en este momento.”

Elder pasó junto a él, saltando en una pierna por los escalones hasta la entrada. “Sé cuántos habrá. Trece."

“¿Como sabes eso?” Selix nos siguió.

“Lo sé porque esa es la cantidad que el líder lleva consigo para exterminar a aquellos con quienes ha perdido la paciencia.” Elder sonrió con fuerza. “Hombres como yo.” Sus dedos me mordieron el brazo mientras me guiaba a través del césped hacia el helicóptero que nos esperaba.

La ceja de Selix se levantó. “Si los vamos a interceptar, ¿por qué vamos en helicóptero? Será muy difícil detectarlos. No podremos aterrizar. Nos quedaremos atrapados disparando las diez balas miserables que tengo desde el aire.”

Elder resopló cuando su cuerpo se atrevió a recordarle que no estaba listo para una caminata tan pronto después de ser herido. “Vas a ir en el helicóptero con Pim. La llevarás a un lugar seguro.”

“Oh, maldita sea, No.” Selix se detuvo de golpe. “Supongo que crees que vas a luchar contra ellos por tu cuenta, ¿verdad?”

Elder no respondió, pero el conjunto de su cuerpo y el brillo de acero en sus ojos de ébano dijeron que ese era exactamente su plan.

¿Qué?

No, no, no…

Selix se rió fríamente, discutiendo antes de que yo lo hiciera. “Sé realista, Prest. Te matarán en el momento en que los encuentres.”

“Exactamente,” me las arreglé para resoplar. “Sería un suicidio.”

Los dedos de Elder se clavaron más profundamente en mi brazo y me silenciaron. “Lo sé.”

“Entonces no puedes hablar en serio...” Selix y yo cuestionamos a tiempo con hilos coincidentes de incredulidad horrorizada.

“Hablo muy en serio.” Mirándome, la cara de Elder se derritió con sumo amor. “Lo siento mucho, Pim.”

Las lágrimas saltaron instantáneamente a mis ojos. Las lágrimas se formaron al comprender que tenía demasiada responsabilidad, culpa, vergüenza y conocimiento de que había causado esto y que era hora de que lo terminara, incluso si eso significaba terminar de la forma en que había tratado de evitar todos estos años.

Muriendo.

“No, El.” No pude detener mis sollozos. “No puedes.”

“Puedo si eso significa que te mantendras a salvo.” Se detuvo, arrastrándome cerca y ahuecando mi mejilla. “Te amo, Pimlico, pero no estoy siendo justo contigo al arrastrarte por todo el mundo esperando alejarme de estos hombres. Estos hombres para los que solía trabajar.” Él inclinó la cabeza y me besó muy suavemente. “Traje a estos hombres a mi vida y no he sido lo suficientemente valiente como para enfrentarlos desde entonces. Esta es mi cruz. No es la tuya.”

Lloré por el dolor abrasador e insoportable de que esta podría ser la última vez que lo besara, la última vez que lo viera.

¡No!

No puede hacer esto.

Aferrándome a él, lloré, “Esto no puede suceder. No dejaré que suceda. Nosotros iremos contigo. Te ayudaremos a pelear.” Incluso cuando prometía tales cosas, sabía que nunca sería capaz de cumplirlas. Era completamente inútil cuando se trataba de la guerra. No sería más que un obstáculo, un grillete.

Si tan solo hubiera sanado. Si tan solo fuera capaz de enfrentarse a trece luchadores altamente calificados y ganar.

“Por favor, Elder.” Agarré su camiseta, sin importarme si tocaba hematomas o puntos de sutura. “No puedes hacer esto. No puedes. Déjanos ir contigo.”

Aunque solo sea para morir juntos.

Morir a su lado era mejor que morir dentro de décadas después de una vida sin él.

Se rio tristemente, besando mi frente. “No tengo dudas de que lucharías contra cualquier maldad por mí, Pim, pero no puedo dejarte hacer eso. Te amo demasiado.” Besándome la boca, me empujó hacia Selix. “Vamos. Antes de que sea demasiado tarde.”

Selix se cruzó de brazos, sin agarrarme ni luchar contra la estupidez de Elder acerca de ser un martir. “No hagas esto, Prest. Como dijo Pim, es un suicidio.”

Los ojos de Elder brillaron. “Si mi muerte significa que dejarán en paz a la gente que amo, ¿es realmente un suicidio?” Respiró hondo con una pasión terrible. “He estado viviendo una mentira, diciéndome que haría cualquier cosa para vengar a Kade y Otōsan, cuando realmente, he estado corriendo todo este tiempo. Todo lo que necesito hacer es dejar que me maten. Entonces esto, este horrible desastre de mierda, se habra acabado. Debería haberlo hecho hace años. Ahora veo eso.”

Me agaché, abrazándome mientras otro golpe de pena y frustración me golpeaba.

¿Cómo podía hacer esto?
¿Cómo podía hablar de morir como si fuera su elección si extinguir su vida?

¿No tengo derecho a decir algo?

¿No tengo derecho a estar en desacuerdo?

No debería tener que morir. Nada de esto era normal o aceptable. Tenía que haber otra manera.

La ira devoró mi pánico, poniendo mi espalda recta y moviendo mis manos. “No te dejaré hacer esto.” Quería saltar sobre él y decirle qué idiota estaba siendo. Quería perder el aliento y pagar cada lágrima si eso significaba que de alguna manera podría cambiar de opinión. “No puedes.”

Incluso cuando le grité en la cara, sabía que no tenía sentido.

Yo conocía a Elder.

Sabía que era terco.

Y sabía que era orgulloso, leal y anticuado en su papel de protector. Mis argumentos y los de Selix recaerían en oídos ya decididos. Elder no escucharía. Se mantendría firme en el plan que creía que beneficiaría a todos.

“Elder... por favor, no hagas esto,” le rogué en voz baja, renunciando a mi ira tan rápido como había llegado.

Se estremeció, balanceándose hacia mí como si cada molécula y latido le exigieran que obedeciera y me agarrara. Sus dedos revolotearon en mi dirección, sus ojos se volvieron brillantes con la necesidad hasta los huesos, y se mordió el labio con tanta fuerza que sacó sangre, luchando contra la conexión, el vínculo, la cuerda emocional que nos unía.

“Yo... lo siento.” Con las manos cerradas y las articulaciones rígidas, se alejó de mí en lugar de sucumbir al vínculo abrasador entre nosotros. Dio un paso atrás hacia el Town Car negro que Q había estacionado cuando lo vi por primera vez sosteniendo a Lino. “Lo siento mucho, ratoncita.”

“¡No!” Metí los dedos de los pies en la hierba para correr tras él, para pegarme a su lado si era necesario, pero una voz francesa en auge silenció el coro nocturno de cigarras, congelándonos a todos. Arrêtez. Detente. Por el amor de Dios.”

Saltando por los escalones delanteros, Q mantuvo las manos cerradas mientras Tess lo seguía, su cabello rubio era lo único claro en la noche negra.

Acercnadose a Elder, gruñó. “Te odio por esto. Odio que hayas traído la muerte y la decadencia directamente a mi puerta.”

Elder vibró con hostilidad. “Lo sé.”

“¿Qué pasará con mi familia?” Q caminaba delante de él. “¿Qué pasará si vienen y tú no estás aquí?”

“Los detendré antes de que lleguen. No van a...”

“Pero si no lo haces.” Q se deslizó en la peligrosa oscuridad. “¿Si no estás aquí? ¿Si no los encuentras a tiempo?”

Elder se paro más alto, aceptando la culpa pero no dispuesto a ceder bajo su enemigo. “Matarán a todos. Como mensaje...” Se pellizcó el puente de la nariz y visualizó la carnicería. “Mierda.”

“Exactamente.” Q se pasó los dedos por el pelo como si tratara de mantener sus manos ocupadas para que no golpearan a Elder en la cara. “No vas a ninguna parte.”

La cabeza de Elder se levantó de golpe. “No me inclino ante ti, idiota. Esta no es tu pelea. Es la mía.” Acercandose hacía Q, lo empujó hacia atrás. La ira lo cubrió, desbordándose del pozo de dolor emocional que siempre llevaba. “Debería haberlos matado hace años. Yo sé eso. Me culpo todos los malditos días de que todavía no me he enfrentado a lo que debería haber enfrentado el día que me convirtieron en lo que soy.”

Sus rasgos se volvieron frágiles y negros. “Me lo quitaron y todavía no se los he quitado. ¿No conoces la maldita culpa que cargo? ¿No te das cuenta de la profunda vergüenza de que no he arreglado esto? ¿Que sigo poniendo en peligro a quienes amo? ¿Que no he entregado la venganza que juré que entregaría?”

Me señaló con una mano temblorosa. “¿No crees que prefiero pararme y matar a cada bastardo para merecerla? Le he fallado una y otra vez y me hace pedazos que incluso ahora, incluso ahora, en la víspera de terminar finalmente con toda una vida de pesar y miseria, no puedo hacer nada para salvarla.”

El silencio cayó cuando Elder se alejó, enmascarando su cojera con puro temperamento. Girándose, gruño, “Puede que no entiendas el honor, Mercer, pero he vivido toda una vida donde me ha sido arrebatado. El deshonor es lo único que conoczco y si eso significa que tengo que dejar lo único que más amo en el mundo para finalmente ganar una pizca de autoestima. Entonces lo haré. Haré lo que sea necesario para arreglar esto. Para terminar con esto.”

Q no habló.

Nadie lo hizo.

El estallido de Elder se desvaneció como un grito en el alma.

Respirando con dificultad, Elder se encogió de hombros como si no le quedara nada, sin otra forma de demostrar su dedicación a este desastre. “Los encontraré antes de que vengan aquí. Los detendré antes de que maten más...”

“Morirás para que otros puedan vivir.” Q retrocedió, su furia golpeada por la sumisión de Elder.

Elder se puso rígido por el odio. “Exactamente. Es lo único que puedo dar y estoy dispuesto a darlo. Estoy dispuesto a morir... por ella.”

“Mierda.” Q miró al suelo, riendo de forma enfermiza como si no pudiera creer la oferta que estaba a punto de hacer. “Te odio, Prest, y nunca te perdonaré por poner en peligro a mi familia, pero... merde, no puedo dejarte morir por tu estupidez.”

Levantó la vista, con los ojos en llamas y renuencia en cada vocal. “Cometí mis propios errores al dispararte y traerte aquí. Mi esposa amablemente me recordó que jugué un papel en esta catástrofe, y tu me recordaste que el honor separa al hombre del monstruo. No puedo echarte cuando más necesitas mi ayuda.”

“No necesito tu ayuda, Mercer,” espetó Elder. “Esto nunca ha sido sobre ti. Esto se trata de proteger lo que amo.”

“Sí, y este soy yo protegiendo a los que amo. Te vas, te mueres. Te quedas, podrías vivir. Todos podríamos vivir.” Mirando a Selix y luego nuevamente al Elder, Q gruñó, “El odio puede cegarnos, pero por ahora, puedo ver. Y el único escenario que puedo ver es en el que te quedas.”

“Si me quedo, ellos ...”

“Vendrán.” Q metió las manos en los bolsillos. “Te quedarás. Ellos vendrán. Pero eso es lo último que harán. Los mataremos y terminaremos con esto.” Él sonrió con frialdad. “Al menos entonces puedo volver a odiarte con la conciencia tranquila.”

Había habido otra forma.

Elder no tenía que morir, pero el terco no se movió ni aceptó la tregua. Estudió Q como si no hubiera hablado inglés, como si su oferta estuviera plagada de trampas explosivas.

Y tal vez lo era, pero por ahora... Elder no tiene que morir.

Q olisqueó y murmuró un insulto francés.

Sacando la mano del bolsillo, la extendió como una lanza recta, preparada para que Elder la aceptara. “¿Qué estás esperando, Prest? Tenemos una puta guerra que ganar.”


***

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