-->

lunes, 7 de septiembre de 2020

LAGRIMAS DE TESS - CAPÍTULO 22

 

*Pájaro campana*

No tenía una llave.

Busqué en la parte superior del marco de la puerta, y encontré la de repuesto. Nuestro apartamento estaba en la planta baja de un edificio de ocho pisos. Un dormitorio frío, sin sol y sin vistas, pero la habíamos decorado con brillantes telas y proyectos de bricolaje de Brax.

Maldita sea, encaja.

No conseguía abrir la puerta porque temblaba mucho.

Estaba en casa. El lugar en el que había sido feliz, pero sin idea de quién era yo. Caminar a través de la puerta significaba mucho más que solo regresar. Al hacer esto, dejaba ganar a Q. Lo dejaba que me negará.

Me encorvé, sosteniendo mi estómago, tratando de reunir fuerzas. Mis ojos se posaron sobre las botas con punta de acero de Brax en la alfombra de la puerta, y mi corazón colgaba pesadamente en mi pecho.

No puedes dejar que Brax te vea así, Tess... Tessie. Este dolor es privado.

Me enderecé, inspirando bocanadas de aire. Brax esperaba a una novia aliviada y angustiada, no una mujer vibrando con necesidad de otro. No una mujer deseando un látigo y violencia.

Abrí la cerradura y pasé por encima del umbral.

El miedo golpeó primero.

El miedo a la monotonía y lo hogareño me abrumó, de lo creado por Tessie y Brax. Me alcanzó como garras ansiosas, listas para llevarme de mala gana al pasado.

Mis pies estaban pegados al suelo, calvados en el lugar, luchando contra una necesidad insoportable de correr. Mientras más tiempo estaba parada temblando de miedo, más confundida estaba. Mi mente luchaba con dos pares de recuerdos: Tessie y Tess. Brax y Q. Australia y Francia. No encajaban y estaba en un remolino de confusión, el apartamento tenía una terrible magia. Calmando mi terror, haciéndome sentir como si nunca me hubiera ido.

¿Q? ¿Quién era ese? Un producto de mi imaginación.

¿México? Como si Brax alguna vez viajara tan lejos de casa.

En un abrir y cerrar, el último mes y medio desapareció y se convirtió en un sueño. Me agarré un rizo, obligándome a no olvidar. Nunca podría olvidar. No importaba lo doloroso, quería

llevar los recuerdos como una armadura, así nunca volvería a ser débil. Me moví un poco hacia adelante, con las manos curvadas. Las cortinas margaritas estaban corridas desordenadamente, tal como lo hacía Brax siempre. Un plato sucio languidecía en el fregadero de nuestra pequeña cocina color crema, y su bolsa roja de herramientas bloqueaba el pasillo que conducía al baño y al dormitorio.

No había luces encendidas, sólo sombras. Pasé de puntillas a través de mi propia casa, sintiéndome como una intrusa. No pertenecía aquí. Nunca lo había hecho.

Una explosión vino desde el dormitorio.

Me agaché, lista para correr a toda velocidad, los instintos en alerta.

Garras resonaban en el entablado y un sonoro ladrido rompió el silencio. Blizzard corría desde el dormitorio. El perro saltó sobre la bolsa de herramientas y se estrelló contra mis piernas.

En el momento en que su cuerpo caliente de perrito tocó el mío, me caí al suelo. Nunca me había gustado Blizzard, pero él significaba mucho para Brax. Ansioso, feliz, leal hasta el final.

Su aliento perruno me hizo arrugar la nariz mientras babeaba y meneaba la cola con tanta fuerza que su trasero se meneaba. “Cálmate, Blizzard. No necesito besos ahogantes.”

Gimió cuando lo empujé lejos, necesitando un poco de aire. Obligando a su masivo cuerpo a ponerse en mi regazo, me lamió con su lengua. Cediendo, apreté mi cara en su cuello arrugado. “Me extrañaste, ¿huh? Será mejor que no hayas masticado mis bolsos mientras estuve fuera.”

Blizzard ladró.

Un ruido sordo y una maldición ahogada vinieron desde el dormitorio.

Me quedé helada. Blizzard sintió mi estado de ánimo y salió, lanzándose por el pasillo hasta donde apareció su amo. Mi corazón se agitaba. Amo. Blizzard era de su propiedad. Yo ya no lo era.

Brax tropezó cuando Blizzard se estrelló contra él y luego miró hacia arriba.

Nuestros ojos se encontraron, cielo­-azul a gris­-azulado. Estaba tan acostumbrada al verde pálido, me estremecí.

La mandíbula de Brax estaba abierta y la tensión estalló.

Mi interior ondulaba con el complejo desconcierto. La antigua Tess hubiera volado por el pasillo a los brazos de Brax, estrellándonos contra el suelo. Ella se habría echado a llorar y lo habría besado por todas partes. Así, tan feliz de estar de vuelta con alguien que se preocupaba lo suficiente para compartir su vida con ella.

La nueva Tess libraba diez Guerras Mundiales en su corazón. Q todavía me mantenía prisionera, a pesar de que había intentado hacer caso omiso de su condicionamiento. Q no considero lo angustiada y solitaria que estaría. Él había demostrado que no era un buen amo. Todo el mundo lo sabía, que después del cautiverio, una mascota no sobrevive en lo salvaje. Él debería ser castigado.

Tú ya no le perteneces. Nunca más. Pero, ¿cómo iba a vivir después de Q? Sabía lo que significaba ser una verdadera pertenencia. No había sido ético o normal, pero me había atesorado y dado valor. No quería solo pertenecer. Quería ser gobernada. Y Brax nunca me gobernaría. No podría.

Brax arrastró los pies hacia adelante, empujando al maldito perro fuera del camino. “¿Esto es real?” Su voz profunda, completa de sueño, me raspó los recuerdos. Brax. Dulce y reconfortante Brax. Había estado solo. Probablemente sufriendo diez veces más de lo que yo había sufrido.

“Brax.” Di un paso adelante.

Nuestros ojos no se apartaban el uno del otro y se movió. “¿Tessie? Oh dios, Tess.”

Y entonces, estábamos corriendo. Nos estrellamos juntos, envolviendo brazos fuertemente, apretando hasta quedarnos sin aliento. Brax me colmó de besos mientras que su cuerpo caliente, sólo en camiseta y calzoncillos, me quemaba con dolor.

Mi corazón se dividió en fragmentos. La voz de Q me llenó la cabeza. “Hueles tan bien. Tan jodidamente bien. Como la lluvia... no, no, como helada. Aguda y fresca y helada y fría y... y dolorosa.” Él cerro sus ojos, la voz de saliendo en un susurro. "Amas causaran dolor.”

Dolor.

Se convertiría en un pasajero familiar en mi corazón. Q causaba inconmensurable agonía. Yo no sobreviviría. Tú vas a sobrevivir.

Brax se detuvo a besar mi cabello, apretándome en un abrazo rompehuesos. “Oh, dios mío, Tess ¿Tessie? Eres tú de verdad. Oh, dios mío.” Su aroma familiar de manzana y su tamaño me abrumaba, e hice lo único que había jurado no hacer.

Me rompí.

Las lágrimas cayeron como cascadas y sorbí. Sollocé por mi pasado con este hombre. El conocimiento de que había cambiado completamente, y nunca podría volver atrás. Siempre viviría con Q en mi corazón; ya no había espacio para Brax. Pero tenía que fingir. Este momento marcaba el día que encerraba mis deseos y necesidades, lista para actuar totalmente. Tessie renacería a través de la determinación y las mentiras.

Brax se retiró, las lágrimas cayendo por su rostro. Plantó un beso húmedo en mis labios; y me obligué a no retroceder. Él ha pasado un infierno pensando que estabas muerta. Bésalo. Demuéstrale que todavía lo amas.

Abrí la boca, esperando una lengua violenta, tan condicionada al salvajismo, pero Brax me besó con dulzura, delicadeza, tan diferente a Q. Tan diferente a lo que yo necesitaba.

Él se apartó, agarrando mis manos. “¿Estás bien? ¿Estás herida?” Sus ojos volaron sobre mí con pánico. Mi vestido gris estaba revuelto y arrugado, pero parecía caro. Debía de serlo, era Prada.

Brax frunció el ceño cuando se dio cuenta del sobre que había en mis manos. Todavía no había tenido la fuerza suficiente para abrirlo.

¿Herida? Sí, en muchos sentidos, pero mis heridas no eran visibles. Negué con la cabeza. “Estoy bien.”

Frunció el ceño. “¿Qué pasó?” Me dijo dando vueltas a mi alrededor, corriendo las manos por mi cuerpo. “¿Estas segura? ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Te escapaste? Tal vez deberíamos ir a un hospital.”

Me reí en voz baja mientras sus dedos me hacían cosquillas, entonces me estremecí cuando él pasó por el dolor residual de mi costilla.“Estoy bien. Honestamente. Sólo necesito ir a la cama y descansar un poco. Ha sido un día muy largo.” El día más largo de mi vida.

Brax envolvió los brazos alrededor de mí y juntos entramos en la habitación oscura. Nuestra cama tamaño King me estaba esperando, y la sabana que hice de materiales restantes que representaba la Torre Eiffel, se reía de mí con burla.

Me detuve de golpe. ¿Por qué, por qué, por qué?

El simbolismo romántico francés me apuñaló una y otra vez, no podía soportarlo. Caminé hacia delante, agarré el borde, y lo arrojé a la esquina de la habitación. No podía dormir debajo de un símbolo del país donde mi ex­-amo vivía. Tenía la esperanza de que él sufriera tanto como yo. Maldita sea, quería que su corazón frío fuera arrancado, tal como estaba el mío. Es mejor que estés aullando de agonía, bastardo.

Vibré con ira, y salté cuando Brax me tocó los hombros. “Tessie... está bien. No sé qué pasó, pero conseguiremos ayuda. ¿De acuerdo?” Él me tiró hacia la cama y me ayudó a desvestirme.

Me revolcaba en pensamientos, recuerdos, deseando poder reiniciar mi cerebro y olvidar. Olvidarlo todo.

Vestida sólo con la hoja de seda de debajo del vestido, nos metimos en la cama. El olor a detergente y suavizante de telas se instaló furioso en mi corazón, recordándome que solía encontrar la paz aquí. Podría encontrarla de nuevo si lo intentaba.

Inmediatamente, Brax puso mi cabeza acostada sobre su pecho. Era una posición habitual y podía escuchar su corazón. Fuerte y constante, me arrulló dentro de un bendecido estremecimiento.

El sueño me robó mi mundo.

“Esclave, ¿qué crees que estás haciendo?”

Me congelé, mirando a mi amo. Q se paraba orgulloso y duro al lado de mi cama. Acarició su polla rígida, los labios entreabiertos con lujuria mientras sus ojos brillaban con deseo.

“Correrme pensando en ti follándome, maître.”

Se acarició con más fuerza. Brillaba una gota de líquido pre-­seminal. Yo no podía detenerme. Me puse verticalmente y lo chupé. Q gimió, empuñando mi cabello mientras yo lamía y lo cubría.

“Joder, esclave. Tu boca es mi mundo entero. Quiero follarte todo el día, todos los días. No puedo pensar con claridad si no te follo. Quiero atarte y nunca dejarte ir.” Su voz se corrió interminablemente mientras empujaba en mi boca, empujando hasta la parte posterior de mi garganta con fuerza.

Gemí, escabullendo dedos entre mis piernas, acariciando la deliciosa humedad.

“Deja de tocarte a ti misma, Tess. Eso es mío. Toda mío.” Él me empujó hacia atrás, sentándose a horcajadas sobre mí. Con un rápido movimiento, me volcó sobre mis rodillas y me pegó tan duro que mi piel gritó de placer y dolor.

Empujé mi culo hacia atrás, rogando.

“Vas a tomar todo lo que doy. No serás capaz de caminar. ¿Te gusta el sonido de esto?” Su brutal mano me golpeó de nuevo y gemí.

“Sí, amo. Me encanta el sonido de eso.”

Q se colocó detrás y...

 

“Mierda, Tessie, estás empapada.”

Unos dedos acariciaron mi interior, untando crema entre mis piernas. Brax yacía metido entre mis muslos abiertos y el mundo de los sueños saltó a la realidad.

No es real. Mi corazón palpitaba, tratando de entender. Q no era real. Sólo era un sueño. Hice el intento de correr mis manos por mi cabello, para sacar los pensamientos de Q de mi cabeza, pero mis dedos brillaban con la humedad. Me había tocado a mí misma en mi sueño.

“Estabas jadeando y me despertaste,” murmuró Brax, todavía acariciándome. “Sonabas en tanto dolor, Tessie. Entonces comenzaste a tocarte a ti misma y gemías.” Su voz dolía con el sufrimiento, pero siguió sonriendo en voz baja. “Traté de detenerte, pero forzaste mis dedos dentro de ti, y te... te despertaste.”

La vergüenza flameaba en mis mejillas. Aparté la vista, incapaz de ver la confusión en su mirada. “Lo siento, Brax.”

Respiré profundo, luchando contra el impulso de llorar. Giré la cabeza, buscando el aroma de cítricos y sándalo. Mis sentidos estaban solitarios, privados de todo acerca Q. Ya no me pertenecía, odiaba la forma en que no lo podía ocultar. Mi cuerpo me delataba, y Brax estaba perdido y herido.

Tenía que arreglar esto. Tenía que hacer algo.

Brax se movió. Su pesada polla presionada contra mi muslo. La comprensión ardió brillante y me incliné hacia arriba para darle un beso

Se quedó inmóvil mientras lo convencí para abrir los labios. Podría devolverle a su novia. Mostrar que realmente había vuelto.

Con un gemido áspero, se desplomó encima de mí, sus dedos metiéndose más profundamente. Su toque no causaba llamaradas ni echaba chispas como los de Q. Horriblemente, me estaba quedando seca.

“Tess. dios, te he extrañado.” Sus labios suaves presionados contra los míos. Quería cerrar los ojos, pero necesitaba reafirmar que el hombre que me hacía el amor no era Q Mercer. Era este muchacho con un desordenado y cabello castaño y ojos como el cielo. Este era Brax. Y yo lo amaba. Lo amo.

Hice una mueca mientras presionaba otro dedo más adentro. Arqueé mis caderas, alejándome de su toque.

Brax paró de besarme, mirando hacia abajo. “¿Es demasiado pronto? Puedo parar. Sólo necesito saber que estás aquí. Tengo que tenerte Tessie, así sabré que no estoy soñando.” Pasó su nariz por mi garganta, suspirando. “He soñado que vienes a casa tantas veces, no confío de que esto sea real.”

Ahuequé su mejilla, trazando sus labios con el pulgar. Brax era todo lo que me importaba. Tenía que parar de pensar y continuar con mi futuro. “Yo también te necesito.”

Necesitaba a Brax para sacudir fuera la reclamación de Q. Entonces, tal vez, podría ser libre.

En silencio, Brax acomodó sus caderas, presionándose en mi interior. Hice una mueca por los moretones y la sequedad, pero retuve la cabeza de Brax contra mi hombro mientras comenzaba a moverse. Obligué a mi cuerpo a responder.

Juntos, nos movíamos y nos volvimos a conectar. Su cuerpo lleno el mío, y traté tan duro de permanecer en el presente. Dejar que el amor por Brax evolucionara desde lo apagado a la ardiente pasión, pero la chispa nunca subió más allá de un pequeño rayo. No como las galaxias que Q conjuraba, como el diabólico hechicero que era. Deja de pensar en ese hijo de puta.

Brax gimió, besando mi oreja. “Mierda, te sientes increíble. Te extrañé. Tanto, tanto, que no tienes ni idea.”

Me odio.

Odio Q.

Odio mis fantasías enfermas.

Odiaba que no pudiera ser la mujer que pensaba Brax que era. Odiaba a Brax por quejarse de sus problemas en lugar de preguntarme qué me había sucedido.

Me revolvía con pensamientos negros, pero suspiré con alivio cuando Brax llegó, estremeciéndose y empujando duro.

Mi cuerpo nunca se elevó más allá de una quemadura suave, un orgasmo era una imposibilidad.

Brax salió de mí y se sentó, mirando hacia abajo. Mi sedoso vestido se había elevado por encima de mis pechos, revelando mi desnudez.

“Santa Mierda.” Su boca cayo abierta mientras el se escabullía hacia atrás, casi cayendo por el borde de la cama. “Mierda, Tessie. ¿Qué demonios pasó?” Lágrimas en sus ojos vidriosos, fijos en mi carne.

Mi corazón se aceleró. Miré hacia abajo. Una fuerte risa psicótica interrumpió. Brax miró como si pensara llevarme a un manicomio.

Marcas del látigo, color rojo, y manchas de moretones, pintado mi normal y perfecta piel.

Negué con la cabeza. Si Q me había azotado y marcado, sabiendo que me enviaría de vuelta, ¿sabía que mi antiguo amante lo vería? ¿Había hecho esto deliberadamente?

Q, eres un idiota confabulador. Pero en ese momento, no me importaba. Las marcas me vinculaban a él, y mientras se grabarán en mi carne, era todavía esclave. Sin importar si Q lo quería o no.

Brax se puso de pie, paseándose desnudo. “Dime qué te pasó. ¿Por qué demonios te estás riendo?”

Mi sonrisa se disolvió y miré hacia abajo. Debido a que mis emociones jugaban a la ruleta, empecé a llorar. Revente ante el liquido traidor.

Brax vacilante subió de nuevo en la cama.

La culpa pululaba y arrastré las sábanas hasta mi barbilla. “No es nada, Brax. No pasó nada. Estoy aquí ahora. ¿Vale? Está en el pasado, y ya no importa.”

Brax negó con la cabeza, había pánico en sus azules ojos. “¿Necesitas terapia? Podemos ir ahora. Me siento tan impotente...”

La idea de hablar con alguien era horrible. “No. Estaré bien, de verdad.”

Brax hipó, encorvando los hombros. Su voz se quebró mientras la tristeza cayó de sus labios. “Tess, estoy tan, tan arrepentido de no haber sido capaz de pararlos. Revivo ese día una y otra vez. Quiero matarme por no ser lo suficientemente fuerte como para detenerlos, y merezco ir al infierno por no escucharte. Te obligué a ir dentro de la cafetería. Todo esto es mi culpa.”

El pánico destelló. No podía manejarlo si Brax se rompía. Yo no tenía la fuerza para calmarlo a él tanto como intentaba trataba de hacerlo conmigo.

Pero él se deshizo, viéndose más y más angustiado cada segundo.

Me senté, acercándome a él, asegurándome que mi cuerpo quedara cubierto. Mis rodillas apretadas contra las de el mientras tomaba su cara entre las manos. “No fue tu culpa. Nadie hubiera podido detenerlos.” Mi cuerpo se tensó, recordando al de la chaqueta de cuero. “Nadie, ¿de acuerdo? Estábamos en inferioridad numérica. Tienes que perdonarte a ti mismo.”

Brax bajó la cabeza. “¿No me odias? ¿Por no escucharte? He pasado los dos últimos meses pensando que estabas muerta. Y ahora vuelvas a la vida, herida, y mentalmente arruinada...”

Me estremecí. Yo era un montón de cosas, pero mentalmente estaba bien. Q no ganaría. Lo superaría.

Me miró a los ojos, afectados. “Me desperté en el baño de hombres, sólo. Y tú te habías ido. No sé cómo llegué de vuelta al hotel, pero de alguna manera lo hice. La policía organizó un a búsqueda, pero nadie tenía esperanza. La suspendieron después de una semana, y la embajada de Australia se involucró. Me enviaron a casa.”

Se rio oscuramente. “¡Me enviaron a casa sin ti! ¿Cómo piensan que podría seguir con mi vida? Quería quedarme y buscar yo mismo, pero la policía dijo que habían estado en el café, y estaba abandonado. No había nadie allí.”

Brax tomó mi mano, apretando dolorosamente. “¿A dónde te llevaron?”

Estaba preparada para escuchar la historia de Brax. Era obvio que lo necesitaba, pero mi historia... no podía. No podía decirle la horrible experiencia en México. No podía contarle acerca de la violación cuando me escape. No podía decirle cuánto significaba Q para mí. Cuánto lo ansiaba, incluso ahora. Me gustaría llevármelo a la tumba.

Brax agarró mi muñeca, viendo el código de barras por primera vez. Pasando el pulgar sobre las líneas, murmuró, “¿Ellos te hicieron esto? Que malditos bastardos.” Frotó mi muñeca como si pudiera despegarlo y hacerlo desaparecer. “¿Por qué te tatuaron?”

Escondí la mano detrás de la oreja, con furioso terror. Todavía tenía un dispositivo de rastreo en mi cuello. Q podría haber quitado la señal GPS, pero ¿y si los mexicanos podían encontrarme de nuevo? ¿Fallaba automáticamente después de un tiempo? Necesitaba encontrar la manera de desactivarlo, inmediatamente.

Obligándome a mantener la calma, le dije, “No te preocupes por mí; dime qué te pasó a ti. ¿Así que volviste a casa? Siento mucho que volvieras tú sólo, Brax. Siento que ellos me hayan llevado lejos de ti.”

Cayeron mis propias lágrimas, causadas por la culpa y el descubrimiento de que Brax sufría y se abrumaba. Sus pesadillas deberían haber sido horribles.

“Cuando llegué a casa, intenté todo lo que pude para investigar a dónde llevaba a las mujeres que robaban de México, pero una vez robadas, la mayoría de las chicas nunca eran encontradas. Algunas fueron localizadas en España y Arabia Saudita, pero nunca con vida. Mi corazón se rompió, al llegar a la conclusión de que nunca te vería de nuevo.”

Su voz contraída, y me miró con tal agonía, que me marchitó. “¡Entonces llamaste! Quería matarme por no contestar. Pero mi jefe había estado llamando constantemente, rogándome para que volviera al trabajo, y lo puse en silencio. Cuando oí tu voz, tu pánico, el hecho de que estabas viva. Mierda, quería romper el teléfono en pequeños pedazos por no poder hablar contigo.”

Su pecho bombeaba mientras doblaba las manos. “Pero me diste un nombre. Un jodido bastardo llamado Q Mercer. Me diste una ventaja. No tenía ni idea de lo que estabas haciendo en Francia, pero llamé a los federales, y ellos se hicieron cargo. Encontraron un hombre rico viviendo en Blois que era dueño de una mega propiedad. Hice algunas investigaciones, pero no pude encontrar una sola imagen de él, o de lo que él pudiera estar haciendo contigo.”

Suspiró antes de continuar, reviviendo su propia pesadilla. “La policía se mantuvo fiel a su palabra. Dijeron que investigarían, y si te encontraban, te liberarían y lo llevarían a él a la cárcel. Espero por dios que lo cuelguen.”

El pensamiento de Q muerto me clavaba un puñal de terror en el corazón. El odio en la voz de Brax me heló y me apresuré a interceder. “Q Mercer no era lo que yo pensaba que era. Me escapé y me encontré envuelta en peores problemas, pero Q me rescató.”

No podía detener el temblor de la intrusión de la bestia en mi mente. Obligándolo a irse, agregué, “Él me ayudó a sanar, entonces me dejó ir.” Esos dos párrafos sería todo lo que pronunciaría sobre eso. Era mi vida, atada con un listón bastante rosado.

Brax arrugó la cara. “¿Estás diciendo que simplemente te dejó ir? ¿La policía no se presentó?”

Sonreí. “La policía vino, y gracias por ayudarlos a encontrarme. Pero Q iba a dejarme ir de todas formas.” Mi corazón se retorció, deseando que no fuera cierto. “Como ves, él rehabilita a mujeres que están rotas y son vendidas. Él las compra, pero una vez que están curadas, las envía a casa.” No podía parar la oleada de orgullo en mi pecho. Q no era un monstruo. Él podía pensar que lo era, pero un monstruo nunca haría eso. Un monstruo torturaría, violaría y mataría. No ofrecería la libertad después de una vida de miseria.

Brax se relajó un poco. “Entonces, ¿nunca te tocó? ¿Fuiste mantenida a salvo y protegida todo este tiempo?” Sus ojos cayeron a la sábana presionada contra mi garganta. “¿Qué pasa con las marcas en tu cuerpo?

Me senté recta, esperando como el infierno poder esconder la verdad. “Obtuve esos cuando me escapé. Vivía rodeada de lujos, y me hice amiga de su criada, Suzette.” Sonreí brillantemente, la lucha contra el aguado dolor amenazaba con aplastarme. “Estoy bien, sinceramente. Juntos, podemos tener nuestras vidas de vuelta.”

Inclinó la cabeza, y, por un momento, me pregunté si no creía mi mentira, pero luego se acercó a mí. Subí a sus brazos.

Brax besó la parte superior de mi cabeza, murmurando, “Todo va a estar mejor ahora. Estás en casa. Nunca te voy a perder de vista de nuevo.”

Me acurruqué más cerca y no dije una palabra.


***


Siguiente Capítulo --->

No hay comentarios:

Publicar un comentario