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miércoles, 9 de septiembre de 2020

LAGRIMAS DE TESS - CAPÍTULO 23

*Pájaro carpintero*

Un ser humano es adaptable. Un corazón humano no.

Había pasado un mes, y reanudé mi antigua vida como si nunca me hubiera ido. Dos semanas después de regresar, llamé a mis padres.

Brax les había dicho lo que me pasó en México, y ellos quemaron un viejo unicornio de peluche mío, y luego esparcieron las cenizas en el jardín trasero, creyendo que estaba muerta. En sus nubladas mentes, mi reencarnación era un calvario desordenado, no una segunda y feliz oportunidad. La conversación fue forzada y poco natural.

No volví a llamarlos.

Me convertí en una adicta a las canciones que escuchaba Q. Las letras compartían mi dolor, liberando las emociones que me infectaban por dentro.

Tu memoria no dejará que mi cabeza, cazándome, embrujándome, volviéndome loca,me gustaría estar muertacada vez cada vez que cierro los ojos, estás ahí,dispuesto a chuparme a oscuros deseos.

La realidad es que ya no quiero estar,mis sueños son mi salvación, voy a cortarte para salir, picarte,romper todos los huesos de mi cuerpo, sólo si eso significa la paz de tu oscura melodía.

Nunca escuchaba las canciones cuando Brax estaba en casa, pero cuando estaba yo con mi soledad, las palabras llovían con angustia y necesidad.

En mis sueños, Q me visitaba, y me despertaba con estrellas fugaces y orgasmos. Durante el día, me obligaba a actuar y mentir y ser Tessie. La verdad y Q me hacían daño en el corazón; me había convertido exitosa en ocultar mis sentimientos.

Mis secretos permanecían encerrados detrás de una fortaleza de inocencia de ojos azules. Mi cuerpo sanó y los latigazos ya no se veían. Pero ardían brillantemente y con color rojo en mi alma.

Algunas noches, me retorcía los pezones muy fuerte, sólo para tratar de recrear la lujuria pensando en Q, pero nunca funcionaba.

La intensidad y la abrazadora vida que el me había dado se convirtió en un lejano y oscuro paraíso. La realidad se hizo cargo. Hice mis exámenes finales de la universidad. Me dejaron hacerlos en retraso, debido a las circunstancias, y pasé con muy buenas notas. Brax me llevó a cenar para celebrarlo, pero hurgue durante la noche, consciente de que había otra ancla que me mantenía aquí. Tenía una educación ahora. Lo único que me inmovilizaba era Brax. Y día tras día demostraba que no era suficiente.

Traté de recapturar la mansión de Q en mi cutre cuaderno de dibujo, pero no importaba cuánto lo intentara, no podía hacerlo bien.

Volví a contactar con Stacey y mis amigos de la universidad, y empecé a buscar trabajo en el sector inmobiliario. Me deslicé por la vida en un estado semi­consciente. Sonriendo, riendo aún, pero todo se silenciaba, cubierto por una pantalla transparente, sin dejarme ver colores brillantes, o sentir olores deliciosos, o disfrutar de un placer exquisito.

Treinta y seis días después de que Q me abandonara, sucedieron dos cosas que sacudieron mi soso mundo.

Brax cambió sutilmente. Note que pasaba mucho tiempo en sacando la basura. No me importaba, pero la curiosidad me hizo seguirlo una noche.

Sigilosamente fuera del bloque de nuestro apartamento, lo encontré hablando con nuestra vecina en el pasillo. Ella tenía el rostro en el pelaje de Blizzard y una mirada de adoración en sus ojos.

Me temblaron los dedos y se me aceleró el corazón, el primer pico de emoción en un mes.

Nunca me había detenido a pensar en la vida que había llevado Brax mientras yo jugaba a ser la esclava de Q. Él se preocupaba por ella, la dulzura tentativa que él me había mostrado cuando nos conocimos por primera vez, brillaba en sus ojos.

Oh, dios mío, ¿estaba resentido conmigo por haber vuelto a la vida cuando pensaba que estaba muerta?

Yo había sido tan egoísta como por no considerarlo. Después de la primera mañana, fingimos que nada había pasado. Nunca hablábamos sobre ello, y nunca se quejaba cuando no teníamos relaciones sexuales. Yo no quería admitirlo, pero vivir con Brax, aceptando sus besos y tomándonos de las manos, me sentía como si estuviera engañando a Q, y eso era estúpido y frustrante como el infierno. Pero mi cuerpo me odiaba por traicionar a mi amo. Soñaba con él por la noche, me ponía húmeda mientras dormía y temblaba por una liberación.

Me quede merodeando como una voyerista cuando Brax ayudó a la chica a ponerse en pie, sosteniéndola más de lo necesario. La mirada de emoción implícita en sus ojos me hizo anhelar. Anhelar a otro.

Esperé ponerme celosa. Esperé rabia. Esperé por algo... alguna cosa, que apareciera algo que me importara.

Nada.

Brax se rio de algo que ella dijo, acariciando la cabeza de Blizzard. Una sonrisa floreció lentamente en mis labios.

A Brax le gustaba otra. Ya no me usaba como su muleta, y yo ya no lo usaba como la mía, ya no lo necesitaba. La realización resonó con un centenar de tambores y relámpagos.

Felicidad. Libertad.

Brax no me necesitaba.

¡Soy libre!

Mis emociones se agitaron. La correa que me ataba a Brax, tejida y enroscada con obligación y amistad, se había cortado con unas tijeras, dejándome sin pertenecer.

Por primera vez en mi vida, yo era mía. Estaba completamente sola. Nadie tenía un derecho sobre mi. No pertenecía a nadie y nadie me reclamaba. La alegría impactó contra mi mediocridad, mi necesidad de que la gente se preocupara.

Yo me preocupaba por mí. Je n’appartiens qu’à moi. Yo soy mía. La afirmación en francés era ridículamente perfecta.

La susurré, hormigueando con la posibilidad. ‘Je n’appartiens qu’à moi.’

La noche siguiente le dije adiós a Brax.

Mientras él iba a tirar la basura y a coquetear con la vecina, saqué una vieja mochila de debajo de la cama e hice la maleta. Encendí la radio, moviéndome con la música pop, dándole la bienvenida a un nuevo comienzo.

La ropa que ya no me gustaba, los accesorios que ya no me importaban, los puse en la parte inferior. Por primera vez en mi vida, iba a salir por mi cuenta. No había un plan de respaldo, no había una red de seguridad. Nadie en quien confiar a parte de mí.

No tenía un destino en mente. Pero sabía que quería hacer valer mi promesa. La promesa que le di a la mujer que me había tatuado en México. Le dije que el karma le iba a morder el culo. Quería cazar y herir a cada persona que había estado involucrada, y levantarme por todas las mujeres que no tenían un final feliz como yo.

Había terminado de ser débil y pasiva. Ya había terminado de ser Tessie.

Mirando a mi muñeca envuelta con el nuevo plástico, sonreí. Durante el mes pasado, me había hecho laser sobre el medio del código de barras. Había aceptado el dolor; después de todo, Q me había enseñado que el dolor era placer.

Él rugió en mi cabeza.

—Sólo piensa en mí y en lo que estoy haciendo. Hay intimidad en el dolor, esclave. Permíteme hacer que tu dolor sea mi placer.—

Aleje el recuerdo sacudiendo mi cabeza, ignorando la tensión entre mis piernas. Dios, lo echaba de menos. Echaba de menos su frialdad egoísta, su violencia súper caliente.

Pero también le daba las gracias. Sin su crueldad, nunca habría encontrado el núcleo de hierro dentro de mí.

Sonriendo, tracé la pequeña ave en vuelo atrapada entre los dos extremos del código de barras. Debajo el gorrión estaba el número 58.

Era mórbido. Era incorrecto en muchos niveles marcarme a mí misma como la esclava cincuenta y ocho, pero Q fue el punto culminante de mi vida. La pieza central conmovedora que nunca volvería.

Cuando fuera vieja, estuviera casada, aburrida y drenada, quería algo para recordarlo. El tatuaje del ave y el número estarían siempre para sostener esos recuerdos. Una caja de seguridad de placer sádico disponible para revivirlo en la intimidad de mi mente, cada vez que necesitara una inyección de fuego.

Suspirando, cogí la última cosa de mi armario.

El vestido gris con el que había la casa de Q. Una canción empezó en la radio.

Tu tacto me consume, me asusta, me seduce,

quieres capturarme

Yo quiero ser tu víctima,

quieres arruinarme,

quiero ser lo tuyo roto,

me muestras tu oscuridad,

y yo te daré mi luz

Las letras me golpearon en la cabeza, y me quedé mirando el vestido durante mucho tiempo. Mi corazón no sabía si quería pelear o morir. En un horrible momento de desgracia, olí el material. Todavía olía a suaves cítricos y madera de sándalo, agarrándose a mi estómago con amor y odio. Dos sentimientos tan iguales, tan diferentes, y al mismo tiempo no tan diferentes. Ambos eran una sola cosa: pasión.

Haciendo una pequeña bola con el vestido, algo se arrugo.

Con el ceño fruncido, saqué el sobre que Franco me había dado. Había sido demasiado cobarde para leerlo. En lugar, lo había escondido en el vestido, con la esperanza de olvidarlo.

Nunca lo olvidé.

Pero ahora, tenía la fuerza. Yo tenía el control de mi destino. Sentándome en la cama, deslicé un dedo bajo el pegamento pegajoso para abrirlo.

Los latidos sonaban más fuertes mientras volteaba el sobre hacía abajo. La pulsera de plata de Brax se cayó.

Aterrizo en mi regazo y solo pude mirarlo boquiabierta. Q me había devuelto mi brazalete.

—¡Merde!— maldijo. Él estaba de pie, cogió el brazalete de la alfombra. —Esto es mío. Tu eres mía. Acéptalo si alguna vez lo quieres de vuelta.—

Eso fue una mentira. Todo ello. Él renuncio al brazalete muy fácilmente, como si nunca hubiera sido suya. Si se hubiera comprometido a poseerme totalmente, no hubiera pasado el último mes en el purgatorio.

Arrojé el brazalete lejos; y aterrizó en la almohada de Brax. No lo quería más. Pertenecía a dos identidades, y no me inclinaba ante eso.

Voy a seguir adelante, así que ayúdame. Me encontraría y rescataría mujeres que habían sufrido abuso y adversidades. Me convertiría en la peor pesadilla de un traficante. A pesar de lo que negara, me estaba convirtiendo en el.

Mis ojos se abrieron.

Q salvaba mujeres, lo mismo que estaba a punto de hacer yo.

Él podría salvarlas, pero nunca iba a llevar a los hijos de puta que lo hacían ante la justicia. Yo quería ir detrás de los monstruos, no solo la mercancía.

Miré el sobre antes de tirarlo lejos, y saqué un pequeño trozo de papel. El aire se negó a entrar en mis pulmones.

Esclave,

Tess,

Esto es por tu libertad.

Vuelta alto y sé feliz.

Je suis à toi.

Q.

Me puse una mano sobre la boca, reprimiendo un gemido. Detrás de la nota había un cheque.

Firmado con un remolino arrogante, como autógrafo de Quincy Mercer, dándome 200.000€.

Me sentía débil. ¡Doscientos mil! La ira ardía por dentro. Doscientos. ¿Eso era todo lo que valía? ¿Menos que un Bugatti o alguna otra posesión que pudiera comprar?

¡Mierda, yo no estaba a la venta!

El dinero me envió espasmos de frustración caliente por su audacia. Realmente era un maldito idiota. No quería su dinero. No quería nada de él aparte de paz. Quería que saliera de mi cabeza. Quería que mis sentidos me pertenecieran otra vez. Quería que mi corazón dejara de llorar. Había tantas cosas que quería... y que nunca iba a obtener.

Maldito sea, que se vaya a las profundidades del infierno.

Se me aceleró el corazón. Todo lo que había estado tratando de olvidar, me agarró a través la garganta, chocando conmigo con salvajismo despiadado.

—Como quieras, esclave. Cada vez que te llame Tess, recuerda que puedo hacer lo que quería contigo. Me perteneces, maldita sea.—

—Sí.—

—Después de esta noche, cada vez que diga tu nombre te mojarás para mí. No sólo poseo tu cuerpo, sino también tu identidad. ¿Lo niegas?—

Intente negarlo. Lo he intentado malditamente mucho.

Pero no podía tragarme la mentira. Todavía le pertenecía a Q. Mi cuerpo, mi corazón, mi alma, mi puto todo le pertenecía.

Las lágrimas me goteaban por las manos. Sabía lo que tenía que hacer.

Moviéndome hacía la mesita de noche, encontré mi cuaderno de dibujo y arranqué una página. Las manos me temblaban y el estómago se me hizo un nudo.

Brax,

Siempre te amaré. Amaré tu bondad, tu generosidad, tu amistad, tu sonrisa. Siempre voy a amar la forma en la que me hiciste sentir conmigo misma y cómo me mantuviste a salvo cuando me sentí tan sola. Pero sé que no te doy lo que necesitas. Sé que soy egoísta al no apoyarme lo suficiente y no haberme dado cuenta hasta ahora.

Otra persona te necesita más de lo que yo nunca te necesitaré, y quiero que seas feliz.

Estoy dejándote ir, Brax, y te deseo mucha felicidad y...

—Te estás yendo. ¿Verdad?—

Dejé caer el bolígrafo, inspirando un suspiro. Brax estaba de pie en la puerta, con la mandíbula apretada. Se acercó a la cama, tratando de leer mi nota al revés. Sus ojos se posaron en la pulsera de plata que había sobre la almohada.

Me mordí el labio mientras la cogía, observando, sin ver. El brazalete representaba nuestro futuro y lo había tirado lejos frívolamente.

Dejando caer la nota como una cobarde, pero cara a cara, no sabía si tenía la fuerza suficiente. Encuentra la fuerza. Él tiene que saber la verdad.

Dejé caer el papel, y caminé a su lado. —Sí. Me estoy yendo.—

Brax miró hacia arriba, sosteniendo el brazalete con fuerza. —¿Solamente te ibas a ir, Tessie?—Sus ojos brillaban con dolor. —¿Qué hay con lo que yo quiero?—

Me puse una mano sobre el corazón, mirando a sus ojos azules. —Te estoy dando lo que quieres. Lo que necesitas. Yo siempre seré tu amiga, Brax, pero nos hemos quedado pequeños en uno al otro. Nunca quise hacerte daño, y si me tengo que ir, lo haré.—

Él bajó la cabeza, presionando su frente contra la mía. —Eso no es cierto. Te necesito.—

Suspiré en voz baja, —Creo que otra persona te necesitas más.—

Cuando me miró con una ceja levantada, agregué, —¿La vecina con la que has estado pasando mucho tiempo? Los he visto juntos, Brax. Sé que tienes sentimientos por ella.—

Tragó saliva. —No es así. Sinceramente. Ella se mudó mientras estabas... mmm... lejos, y yo la he estado ayudando con cosas difíciles.— Bajó la voz. —Su padre y su hermano murieron en un incendio en su casa. Su madre murió cuando ella era un bebé, y no tiene a nadie a quien recurrir. Sólo estaba siendo amable.—

—¿Cómo se llama?—

Se estremeció. —Bianca.—

Odiaba la mirada en sus ojos, la mirada que esperaba que yo gritara y le diera un puñetazo. Tenía todo el derecho de cuidar a otra que estuviera tan sola como él. Juntos, serían el todo del otro. Yo no estaba lo suficientemente rota para Brax. Mi valor y fuerza habían mantenido una brecha entre nosotros todo este tiempo.

Besándolo suavemente y murmuré, —Déjame ir. Serás más feliz, te lo juro. La verdad duele menos que unas mentirillas y unas farsas... ¿recuerdas?—

Tragó saliva, asintiendo con la cabeza una vez. Él sabía que yo decía la verdad. —¿Dónde vas a ir?— Me acogió en un abrazo.

Lo apreté de vuelta, pero no podía confesarlo. —No estoy segura. Pero sé que soy feliz y estoy haciendo lo que tengo que hacer.— Besando su mejilla, me alejé. —Espero que estés verdaderamente contento con que esto haya terminado, Brax.—

Me besó suavemente, sonriendo. —Estas volviendo a Francia, ¿no es así?—

Me quedé helada.

—He visto lo diferente que eres, Tess. Duermo al lado tuyo. Veo cómo te levantas caliente, mojada y sexy como el infierno. Algo pasó allí, y te cambió. Lo entiendo. Lo que pasó en México nos cambió a ambos.—

Luché con la vergüenza y el temor. Brax veía más de lo que yo creía. La vergüenza me hizo sonrojar. Estaba en lo cierto. Yo había cambiado y no podía deshacerlo. No podía cambiar el hecho de que él estaba a mi lado mientras yo soñaba con los azotes y las folladas de Q. Él sufría en silencio mientras yo lloraba con necesidad.

El remordimiento se instaló pesadamente. —Brax, lo siento mucho.—

Se rio suavemente. —No hay nada por lo que pedir disculpas, Tessie. Sabía que éramos diferentes desde que sacaste tu vibrador. No me siento cómodo con ese tipo de cosas, y creo que sabía que iríamos por caminos separados a partir de esa noche. Me dolió mucho en su momento, pero ahora... yo podría ser capaz de respirar con la idea de tenerte sólo como una amiga.—

Su aceptación dejó que mi corazón volara libre; le di otro abrazo. —Estaremos en contacto.—

Brax me abrazó con comodidad al fin y me besó en la mejilla despidiéndose.

Nuestra relación de dos años terminó con una nota amable y le deseaba a Brax el mundo entero.

Media hora más tarde, salí del apartamento, usando el vestido gris de Q.

Sin pertenencias.

Sin elementos triviales que no significaban nada.

Sólo yo, mi pasaporte, y la nota de mi amo.

Con una sonrisa en la cara y en el corazón, dejé mi mundo atrás.


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