Han pasado dos días desde la ultima vez que vi a Sully.
Tres días desde que había servido en Euphoria.
Cuatro días antes de que me llamaran a servir de nuevo.
Fue solo ese pensamiento el que me saco de mi villa y me obligó a cambiar la soledad y el miedo por compañía.
Tenía cuatro días para idear un plan de escape, y la única forma de hacerlo era interactuando con diosas que podrían rebalsarse y darme pistas sobre cómo huir.
El comedor Divinity era como una tortuga dormida, escondido en la densa jungla, no lejos de los principales restaurantes y cafés para los huéspedes. El mismo techo de paja, altura amplia y vigas expuestas me daban la bienvenida, pero en una escala más pequeña e íntima.
Ningún hombre bebía cócteles y bromeaba en la cubierta envolvente, solo mujeres. No quedaba ningún aura de testosterona, apestando el lugar.
De hecho, todo el lugar apestaba a feminidad con árboles de frangipani que se alineaban en los escalones de madera, lo que otorgaba la sombra que tanto se necesitaba, las garzas locales caminando de puntillas entre pintorescos estanques y los numerosos indicios de diosas con carga sexual.
Las servilletas estaban dobladas de manera que insinuaban unas piernas abiertas. La fruta había sido cortada en tentaciones fálicas. Incluso la vajilla tenía un beso de lápiz labial vidriado en la porcelana.
Lo odiaba.
Por primera vez, había encontrado algo barato y burdo en la isla de Sully de gusto impecable. Este lugar no era elegante ni discreto, sino vibrantemente vicioso con nuestro propósito: ser una vagina rentable para quien tuviera una billeteras profunda.
Me estremecí de disgusto, a punto de dar la vuelta y regresar a mi villa. Comería sola en la playa como las últimas mañanas. Ayer, otro loro diminuto casi idéntico a Pika me había observado con cautela desde los helechos. Traté de atraerlo, colocando una servilleta de arándanos daneses y uvas frescas en la terraza cercana, pero no había sido lo suficientemente valiente para hacer una visita.
Al principio, pensé que había sido Pika, con su personalidad vivaz habitual moderada porque Sully no estaba cerca, pero cuando lo miré más de cerca, noté que el recién llegado era un poco más pequeño con más mejillas de mandarina que de albaricoque. Unas pocas ramitas de plumas negras coronaban su cabeza y un tímido brillo en sus ojos insinuaba que no confiaba fácilmente.
No sabía por qué había sido agraciada con una visita, pero se había quedado todo el día, mirándome nadar y garabatear en mi mapa, tratando de resolver el enigma de mi libertad. Para cuando el crepúsculo cayó, el pequeño loro revoloteó en una ráfaga de vientre blanco y alas verdes como si su curiosidad hacía mi estuviera satisfecha y estuviera listo para irse a casa.
Yo también estoy lista para irme a casa.
Si tan solo tuviera alas, escapar sería una tarea mucho más fácil.
Suspiré. Puede que no pudiera volar, pero al menos esa tímida criatura sería una compañera de almuerzo mucho más agradable que las cuatro mujeres que se reían bajo la sombra de una gran sombrilla negra.
Mis pies apenas habían tocado la arena para irme cuando una voz me detuvo en seco. — ¡Jinx! Espera. —
Miré por encima del hombro, relajándome un poco cuando Jealousy abandonó su mesa al borde de la terraza, abandonando un e-reader junto a un plato de muesli a medio comer.
— Oh, hola. — Metí un mechón de cabello errante detrás de la oreja, alisando el largo vestido verde azulado que llevaba. Había sido lo más parecido en el armario que me permitía cubrir tanto como fuera posible. Las finas tiras apenas ocultaban el bikini de bronce debajo, pero al menos la tela de gasa caía hasta cubrir los dedos de mis pies.
Lo usaba para protegerme de la mirada de Sully.
No podía entender cómo me sentía por no verlo durante dos días. Me había acostumbrado a su ‘acoso,’ disfrutando horriblemente de nuestros combates de peleas y el hecho de que tenía las agallas para cuestionar a su señoría, para decir mi verdad... hacía él para que me dejara.
— ¿Estás bien? — Extendió la mano y frotó mi brazo con una dulce sonrisa de bienvenida, su vestido color crema flotaba elegantemente alrededor de su bonita figura. — ¿Te recuperaste de Euphoria? —
Me lamí los labios, tragando saliva. ¿Era normal que mis sueños estuvieran completamente llenos de sexo después de la realidad virtual de Sully? Había tenido una buena cantidad de sueños eróticos antes. Cuando había llegado a la pubertad, incluso había tenido una liberación mientras dormía, o al menos pensaba que lo había hecho. Pero las dos últimas noches me había despertado con las manos entre las piernas y los ecos residuales de intenso placer.
¿Y la fantasía que imaginaba?
Sully.
El maestro de esclavas Sully en lugar del dulce e inocente Scott.
Sully envolviendo su mano en mi cabello, sacándome del baño, besándome hasta que nuestros dientes se partían. Sully me inclinaba sobre el tocador, me abría las piernas de una patada y se empujaba dentro de mí, todo mientras nuestros ojos se miraban en el espejo. Incluso Pika protagonizó, una mancha al lado de color coronando la cabeza de Sully mientras me reclamaba.
Me sonrojé, alejándome de Jealousy. — Físicamente, estoy mucho mejor. Pero mentalmente... — Me encogí de hombros. — Supongo que se necesita tiempo para dejar de pensar en lo que pasó. —
Ella asintió suavemente. — Se necesita. Después de haber tenido tales liberaciones, es difícil para tu cuerpo permitir que el decoro vuelva a encadenarlo. — Acercándose más, susurró, — No sé tú, pero el sexo es una gran parte de mí ahora. No puedo pasar un día sin un orgasmo. —
Jadeé, no del todo cómoda con una conversación tan honesta.
Ella se rio suavemente. — Me estás diciendo que no... ¿sabes?— Sus cejas se movieron. — ¿Actuaste sobre ese deseo persistente en tu sangre? —
Arqueé la barbilla, lista para negar cualquier intento de liberarme, pero mis hombros se hundieron. Si no podía ser sincera con una compañera diosa, la única en la que encontraría un confidente, según Sully, ¿con quién podría? No era como si pudiera hablar de mis experiencias antes. Guardaría mis secretos de Scott hasta que muriera. Mientras estuviera aquí, se esperaba que fuera una criatura lasciva, lo cual era bueno porque... no podía evitarlo.
No después de ingerir elixir dos veces. No después de vivir en un estado de mayor sensibilidad, esperando a que Sully apareciera, decepcionada cuando no lo hacía, decepcionada de mí misma por estar decepcionada.
Es agotador.
Se rio de nuevo, tomando mi mano y guiándome hasta su mesa. Me empujó a la silla junto a la que había abandonado, sus ojos color avellana centelleaban. — Entonces… —
Me hundí. — No puedo detener los sueños. Son demasiado intensos. —
— Lo sé. Siempre tengo sueños muy explícitos después de Euphoria. —
— ¿Se detienen? —
— Si. — Ella sonrió. — Pero cuando se detienen, estás siendo convocada a cumplir otra fantasía. — Ella apartó su cuenco. — Da vueltas y vueltas —
— Genial. — Puse los ojos en blanco.
— ¿Sobre qué sueñas? —
Me puse rígida. Eso era algo que no iba a divulgar porque no me gustaba lo que me hacía. Me convertía en una de ellas. Las otras diosas me miraban con el ceño fruncido desde el otro lado de la cubierta, las chicas lujuriosas de Sully.
— ¿Sueñas con él? — Jealousy susurro, muy conscientes de que las otras chicas se habían callado sospechosamente y nos miraban de cerca.
Otro rubor escaló mis mejillas. Podría mentir, pero la verdad estaba carmesí en mi rostro. — No quiero. —
Ella palmeó mi mano. — Lo sé. No es tu culpa que tu mente desobedezca. —
— Debería soñar con mi novio. —
— Puedes soñar con quien quieras. Esa es la belleza de un sueño... no le haces daño a nadie. —
Bajé la mirada, haciendo una mueca de dolor por el repentino dolor en mi pecho. — Me estoy lastimando. —
— Tal vez, pero solo porque algo dentro de ti siente algo dentro de él. — Se reclinó en su silla, todavía manteniendo la voz baja. — No puedes evitarlo si algo está pasando entre ustedes dos.—Echando un vistazo a las otras diosas, murmuró, — Deberías haberlo visto cuando salió del baño. Parecía como si fuera a destrozar la habitación. Nunca lo había visto tan... hambriento.—
Me quedé helada. — ¿Tú lo viste? Después... después... —
¿De que me besará?
¿Me atrevo a decirlo?
¿Valía la pena el riesgo o el suicidio garantizado?
Ella esperó a que continuara, su mirada fija y clara. O era la mejor actriz del mundo, ocultando su mezquindad y envidia, o, sinceramente, no sentía nada por nuestro supervisor.
— ¿Qué pasó ahí? — Su pregunta dolía por el secreto, una hermandad que me hacía débil y protegida al mismo tiempo.
— Yo ... él ... — Me lamí los labios, tratando de averiguar cómo decirle que un solo beso me había destrozado, me había despertado y me había empujado de cabeza a la posibilidad de que Sully podría no ser solo una parte de pesadilla en mi vida que tenía que soportar, sino una pieza fundamental para arreglarla. Que en un solo latido, me había sentido más querida, más devorada, más poderosa que nunca. Que algo había pasado más allá de la lujuria y el anhelo... algo que no solo me destruiría a mí, sino que también arruinaría a Sully.
— No creo que nos hayan presentado. —
Aparté mi mirada de Jealousy, odiando que nuestro núcleo de confesiones hubiera sido destruido descortésmente. Una chica de la playa de la otra noche, Júpiter o Neptuno, no podía recordar cuál, miraba lascivamente hacia abajo, su cadera ladeada, su kimono transparente revelando un cuerpo esbelto y sexy vestido con una pieza dorada que realzaba sus voluptuosos atributos como si fueran vertidos de metal invaluable.
— Nep, esta es Jinx. — Jealousy se inclinó hacia atrás en su silla, un rastro de irritación en su boca. — Jinx, estas son Neptuno, Júpiter, Calico y Jewel. —
Las cuatro mujeres que habían cambiado su mesa para inclinarse sobre la nuestra sonrieron, sonrisas judías. Todas las cuatro corearon, — Hola, Diosa Jinx. —
Asentí cortésmente. — Hola. —
La de piel de chocolate, Calico, se acercó y me miró. Su mirada inicial ardía con agresión, pero luego una sonrisa engreída tiró de sus labios, su juicio se deslizó hacia la manipulación.
Ella no me veía como una amenaza. No creía que mi actuación de pequeña buena chica con mi largo y aburrido cabello castaño y mis ojos grises incoloros pudiera robar la atención de Sully.
Y, en realidad, tenía razón.
Si Neptuno se vertía en oro, Calico estaba tallado en obsidiana. Su piel brillaba con un rico e impecable ébano, dando la bienvenida al sol para hacerla brillar, solo para absorber sus rayos en lugar de dejar que la estropearan. El impresionante bikini blanco resaltaba contra su color; el pareo de amatista alrededor de sus caderas, atado en un nudo y dividido en su muslo, la convertía en un cartel ambulante para el anhelo ilícito.
— Entonces... has tenido tu introducción a Euphoria. — Calico pasó una mano por su cabello negro hasta la barbilla. — ¿Como estuvo? ¿Te imaginaste a alguien de tu pasado o al maestro que te compró? —
Jealousy soltó un suspiro de sufrimiento. — Chica, no todas están locas por Sinclair. —
— Sólo aquellas que son ciegas. — Calico sonrió tensamente. — O las que se rebajan a barrer pisos y cocinar el almuerzo. Si quieres quedarte como un miembro del personal al que le pagan una miseria, Jealousy, bien por ti. Pero planeo quedarme como una igual. —
— Sabes que no deja que nadie se quede más de cuatro años.—
— Yo seré la primera. — Los hombros de Calico se tensaron. — Verás. Lo haré cambiar de opinión. —
— Si, buena suerte con eso. — Jealousy resopló por lo bajo, antagonizándola con mucha más valentía que yo. — Él no está interesado en ti. — Ella escaneó su mirada sobre las cuatro mujeres deslumbrantes que nos enjaulaban. — Él no está interesado en ninguna de nosotras. —
— ¿Cómo lo sabes? — Preguntó la chica que no había conocido, Jewel, con sus rizos rojo castaño. Delgada como un rastrillo, vestía su body verde con cuentas plateadas goteando por su pecho con un atractivo sexual esbelto. — Podría ser él en Euphoria. Cada vez que nos conectamos a esa cosa, no sabemos con quién nos acostamos. —
— Es verdad. — Jealousy asintió con calma. — ¿Pero por qué se escondería si te quisiera? Tú vives aquí. No tiene que pagar por tus encantos. No tiene que tomar todo su cuerpo y codificarlo para que se convierta en otra cosa solo para que tengas relaciones sexuales con él. — Su mirada se entrecerró. — Sucede que sé que, incluso cuando una diosa se mete en su cama y lo despierta con una mano en su polla, todavía se niega a dormir con ella. —
Calico se puso firme directamente como una baqueta. Sus ojos ardían de odio.
No necesitaba preguntar si la diosa en cuestión había sido ella.
Los celos me recorrieron el pecho ante la idea de ella tocando a Sully, solo para que me maldijera por sentirme posesiva. Poseedora de un hombre que me había comprado, atrapado, prostituido.
¿Qué esta mal contigo, Ellie?
— Es un caballero. Eso es todo. — La nariz de Calico se elevó hacia el cielo. — Él no ... —
— Espera, ¿qué dijiste? ¿Lo acabas de llamar un caballero? — La risa desde vientre de Jealousy la interrumpió. Ella no se contuvo, su risa condescendiente y grosera. — ¿Lo llamas un caballero? Oh Dios mío. Vamos chica. Pagó dinero por tu vida. Te ha entregado a cientos de hombres en los últimos tres años y medio. Ha hecho una fortuna mientras tú estabas boca arriba con una polla en la boca. ¿Eso es un caballero? — Se rio de nuevo y me guiñó un ojo. — Hombre, debo ser anticuada porque pensé que para ganar ese título tenías que hacer cosas como cuidar a alguien, protegerlo de cualquier daño, ponerlo en primer lugar y nunca compartirlo con otras personas. —
Ella puso los ojos en blanco mientras Calico la fulminaba con la mirada. — No idolatrar al hombre que solo te ve como un pago al final del día, Calico. Toma los regalos, atesora los recuerdos, disfruta del paseo Euphoria, pero no te engañes pensando que no volarás a casa en seis meses y volverás a trabajar en alguna oficina o McDonald's y lucharás por encajar en la tranquilidad después de vivir en un falso paraíso. —
Me senté estupefacta.
Cuando Sully me presentó a Jealousy, advirtiéndome que probablemente sería mi única amiga, no había contemplado su lucha. Que no había tomado ser una marginada de su pequeña camarilla como algo más que una bendición.
Estas chicas eran las malas influencias de la escuela secundaria. Las que fueron lo suficientemente desafortunadas como para ser robadas y arrebatadas de una vida rica en atención y oportunidades, solo para encontrarse a sí mismas arrojadas a una existencia donde todos los deseos eran entregados... a cambio de una cosa.
Ser adoradas.
Y adorar.
Y ser utilizadas sin piedad.
Pasos medidos, masculinos sonaron detrás de mí. Mi piel se erizó de conocimiento. Mi corazón se aceleró con la conciencia.
Sully.
Dios, ¿por qué estaba tan en sintonía con él? ¿Por qué podría identificarlo solo con sus pasos? ¿Por qué todo mi cuerpo entraba en estado de shock, agudizado y apresurado, luchando y huyendo mezclándose con una receta compleja de odio y calor?
Odiaba cómo su presencia hacía que cada parte de mí se sentara, sintiera un hormigueo y ansiara ser reconocida. Ser tocada. Ser querida.
Mis manos se apretaron en mi regazo mientras hacía todo lo posible para luchar contra la electricidad que se deslizaba sobre mis hombros y bajaba hasta mi núcleo, un cable vivo que lo conectaba a mí, transmitiendo cosas que ambos nos negamos a admitir.
Cada par de ojos se clavó en Sully mientras su sombra caía sobre la mía. Luché contra el impulso de esconderme debajo de la mesa, lanzando una rápida mirada a Jealousy quien sonrió conspiradoramente en mi dirección.
No me moví. No me giré para enfrentarlo. No quería tener nada que ver con él.
Debería haberse mantenido alejada. Debería haber hecho más para mantenerme fuera de su órbita.
Esperé a que Pika revoloteara con su actitud y autoridad cómica. Solo que no sonó ningún chirrido o parloteo de loros, solo el aliento brusco y poderoso de un hombre al que desearía ser inmune.
— Buenos días, diosas. —
Se me puso la piel de gallina. Mi vientre se apretó y el corazón se me aceleró.
Jealousy lo notó, su sonrisa se ensanchó.
Maldita sea.
Calico perdió instantáneamente su pose de estatua y se metió en la pose sensual. — Buenos días, Sullivan. —
— Buenos días, Sullivan, — repitieron las otras diosas.
— ¿Qué te trae a la Divinidad esta mañana? — Júpiter ronroneó.
Jealousy puso los ojos en blanco, buscando su muesli e introduciendo una cucharada enorme en su boca. Si eso no era una indicación clara de que ella no sentía nada hacia Sully, no sabía qué lo sería. Básicamente, movía la comida y masticaba como si estuviera viendo una telenovela muy entretenida justo delante de ella, lo que nos permitía al resto de nosotros proporcionar el guion y las meteduras de pata.
— Estoy marcando cosas en mi lista de tareas pendientes, — respondió Sully con una voz fría y apagada.
— ¿Puedo estar en tu lista de tareas pendientes? — Neptuno murmuró.
Él no respondió, su sombra permaneció firmemente sobre mí.
— Te sugiero que corras y pases tu tiempo en otra parte. — Su traje crujió cuando se acercó, viniendo a mi lado. Su figura alta, su presencia autoritaria, todo me presionaba más profundamente en mi silla.
Me negué rotundamente a mirar hacia arriba. Incliné la cabeza, alentando al cabello suelto a cubrir mi visión. ¿Había escuchado lo que habían dicho sobre él? ¿Había visto mi reacción hacia él?
Mi determinación de correr aumentó hasta ser insoportable.
No podía permitirme seguir sintiéndome así. Soñando así. Siendo tan completamente estúpida. Si alguien hubiera adivinado mi futuro y me hubiera dicho que sería secuestrada, vendida como esclava y que sería lo suficientemente idiota como para sentir cualquier cosa que no fuera odio hacia el hombre que me atrapaba en la servidumbre, me habría abofeteado. Me hubiera decepcionado mucho.
Estoy tan decepcionada.
Parecía que las chicas se negarían, pero Sully gruñó en voz baja en su pecho. — Váyanse. No volveré a pedirlo. —
Con una mirada penetrante y de odio hacia mí, las cuatro se deslizándose y alejándose, sus caderas balanceándose, su feminidad dejando un rastro de lujuriosos rastros de caracol plateado como una gasa.
Jealousy intento levantarse, pero Sully murmuró, — Puedes quedarte. Termina tu desayuno. —
Se relajó lentamente en la silla, cogió discretamente su lector electrónico y se quedó falsamente absorta en la pantalla en blanco.
Sully se movió para mirarme. Su sombra ya no me cubría, permitiendo que el cálido sol hiciera todo lo posible para librarme de mi traidora piel de gallina.
Sin una palabra, colocó una caja negra en la mesa frente a mí.
Me quedé helada.
Jealousy contuvo el aliento, a pesar de su intento de darnos privacidad.
Cuando no me moví, Sully gruñó, — Para ti. —
Preparándome, incliné la barbilla.
Nuestros ojos se encontraron instantáneamente. Dos piezas de espejo, anudadas juntas, trenzadas juntas, incapaces de deshacerse. Mi corazón funcionaba mal, saltaba y pateaba, latiendo tan fuerte que mi caja torácica se convirtió en su tambor.
Su garganta se movió mientras tragaba. Por un segundo, pensé que se iría. Su lista de tareas pendientes había sido terminad. No era digna de más de su tiempo.
La mirada tormentosa y helada en su rostro permaneció de tratar con sus otras diosas descarriadas. Pero en un instante, se inclinó hacia adelante, me agarró el cabello en un puño y se llevó mi oreja a la boca. — Abre tu regalo, Jinx ... te lo ganaste.— Se burló de mí cruelmente, pero solo añadió gasolina a mi sangre en llamas.
Me mordí el labio mientras mi piel se encendía de lujuria.
Jealousy tenía razón.
Después del elixir y Euforia y el hambre desenfrenada de mi libido desencadenado, no solo era la esclava de Sully, era mi propia esclava.
Su pulgar trazó la base de mi cráneo mientras sus otros dedos se hundían más profundamente en mi cabello.
Me mojé al instante.
Sin ninguna petición.
Sin ninguna duda.
Solo con necesidad.
Me olvidé de Jealousy sentada allí mismo. Me olvidé de las otras diosas que podrían estar mirando. Todo en lo que podía pensar era en él. Su toque. Su olor. Su poder.
El olor de coco y sal me subieron por la nariz. Luché contra todo lo que tenía para no gemir. No volver la cabeza y encontrar sus labios con los míos.
Su nariz acariciando mi oreja, su aliento caliente y pecaminoso. — Me masturbé por ti esta mañana. — Su voz introdujo confesiones en mi oído, secretas y suaves. Jealousy no tenía ni idea, y yo no tenía ninguna posibilidad.
Su agarre se apretó, quemando mi cuero cabelludo donde me sostenía. — Traté de detenerme. Ignoré el insoportable dolor en mi polla. — Sus dientes se deslizaron amenazadoramente alrededor de mi lóbulo, quedándose sin aliento, luchando por inhalar, como si me hubiera robado todo el aire. — No me masturbo por una diosa. Nunca. Sin embargo... mierda, no pude evitarlo. —
Mordiéndome la oreja, murmuró, — ¿Quieres saber por qué? ¿Por qué me acaricié? ¿Por qué solo me tomó unos segundos correrme? —
Negué con la cabeza, tragando y jadeando, tratando de alejarme. Mi mente nadaba con imágenes de él esparcido en su cama. Desnudo. Su vientre apretado. Su puño envolviendo su enorme erección.
Mis braguitas de bikini se humedecieron vergonzosamente.
Luché más duro para escapar. Necesitaba distancia, pero él me sostenía firmemente, besando la piel altamente sensible detrás de mi oreja. — No pude detenerme porque otro hombre me dijo que eres lo mejor que ha tenido. Que nunca olvidará follarte. Que te dio un pedazo de su corazón. —
Su voz se volvió enojada y fría. — Me puse... celoso. — Mordió la palabra en pedazos, le arrancó las entrañas y arrojó el resto al fuego. Un fuego que lamió mi cuello y mis pezones, rascándome más profundamente.
Empujándome lejos, se puso de pie a su altura y se limpió la boca con una mano temblorosa. No temblaba por debilidad. Se estremecía de pura, salvaje necesidad.
Me había infectado con ella.
Me había maldecido con ello.
Me estremecí cuando arrebató la caja de la mesa, la abrió y dejó algo brillante y luminoso en mi regazo.
El verde azulado de mi vestido lo atrapó, girando en arcoíris y con un brillo impecable.
Un diamante.
Una enorme roca de una piedra preciosa que relucía con un caro esplendor.
No necesitaba preguntar si era real. El brillo de una piedra así no podía ser falso.
— Eso es del hombre que se enamoró de ti hace tres noches. — Su hermoso rostro se contrajo con una mueca salvaje.
— Primera vez en Euphoria y has ganado un diamante de cuarenta mil dólares. Cuatro días hasta tu próximo servicio, Jinx. Veamos si todos los hombres se enamoran de ti... o si es solo uno. —
Con una mirada sádica y rencorosa, se dio la vuelta y se alejó.
Solo una vez que se había desvanecido en su inmaculado camino helado de orquídeas logré respirar. Mirar alrededor. Para darme cuenta de que Jealousy se había ido. Las otras diosas habían desaparecido.
Y me sentaba sola, en una mancha de humedad causada por su voz, agarrando un diamante que valía más de lo que había ganado en mi vida.
Un diamante entregado en lugar del corazón de un hombre.
***
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