Tú te metiste en la oscuridad, liberaste a mi monstruo y eso lo hizo gritar, sangrar, llamarme, pero nunca dije basta, no hui...
Lo había hecho.
Había hecho lo que buscaba, lo que la bestia buscaba.
La había roto.
Había dañado algo profundo dentro en Tess y eso me malditamente me masacraba. Quería disculparme, cerrar de golpe mis rodillas y rogar por su perdón, pero ella había negado con la cabeza cuando había comenzado y me había dejado fuera.
No sabía que coño había pasado. Nada había cambiado en el exterior, pero algo se había desmoronado, alguna barrera entre nosotros, alguna cornisa que no habíamos cruzado.
Cuando el helicóptero comenzó su descenso desde las nubes a la ciudad, me golpeé a mí mismo por haberla castigado. Por exigir demasiado, demasiado pronto.
Había roto algo profundo dentro de ella. ¿Qué pasaba si lo había arruinado todo?
Arriesgándome a echarle un vistazo a Tess, me estremecí al ver las sombras alrededor de su cuello y el patrón de la alfombra descolorido en su mejilla. Tenía los ojos cerrados con una pequeña sonrisa en sus perfectos labios rosas.
Ella se había quitado las medias para deshacerse de la evidencia de nuestro entretenimiento a bordo y su piel estaba enrojecida.
Mi corazón latía con fuerza, extendiendo una calidez a través de mi cuerpo. Cuanto más tiempo me quedaba mirando, más quería envolverla y mantenerla a salvo, pero a la misma vez, quería matarla y arruinar a todo aquel que se le acercara.
Quería resaltar sus moretones, marcar su piel, para que todo el mundo supiera que me pertenecía. Quería marcarla, cicatrizarla, llevar su sangre como una advertencia flagrante a cualquier hombre que alguna vez mirara en su dirección.
¡Mierda! Estoy jodido por querer hacerle tanto daño. Yo tenía razón para enviarla de vuelta con Brax y equivocado al haber aceptado su regreso. Ella nunca sería libre ahora. No ahora que había probado su sumisión, que había sentido la ruptura de su psique.
El delicioso complemento había sonado como un gong en mi corazón. Sentía su ruptura; quería meterme profundamente en su interior y descubrir qué parte me había cedido.
Era una adicción enferma, y yo quería más. Más. Más. Más.
Yo no estaría satisfecho hasta que rompiera todas las barreras, consumiendo cada pensamiento.
Inclinándome hacia delante, me puse la cabeza en las manos, tratando de darme un masaje rápido en la cabeza para alejar el dolor.
Siempre había pensado que yo era como el acero. Forjado en odio por mi propio padre, esculpido por una voluntad de hierro para no doblar mis características personales atroces. Siempre había creído que era invencible. Pero no lo era.
Resultó que Tess era un maldito horno quien no me daba otra opción que fundirme y convertirme en líquido.
El acero no cambiaba. No podía cambiar su estructura molecular, pero el metal líquido... sí podía. Se podían añadir otros elementos, los minerales se eliminaban, se purgaban las impurezas, hasta que surgía un nuevo compuesto.
Así era como me sentía.
Fusionado, cambiado, evolucionado. Sólo esperaba sobrevivir a la transición.
***************
— Bonjour monsieur Mercer, Directement au bureau? ‘Buenos días, señor Mercer. ¿Directo a la oficina?’ —
Le fruncí el ceño al chófer. Con su traje de pingüino y el cabello peinado hacia atrás, era como a cualquier otro miembro de mi innumerable personal de guardia que me rodeaba, hacía recados y aseguraba de que el director general de Moineau Holdings fuera feliz.
Yo nunca era feliz.
Pero hoy estaba peor de lo normal. Estaba apretado y confundido, pero mantenía mis emociones enredadas ocultas debajo de la fachada enojada. — Oui. — Sonreí con fuerza en señal de agradecimiento, al tiempo que me preguntaba cómo diablos iba a aguantar todo el día.
Acompañando a Tess fuera del helicóptero para entrar en la parte trasera del RollsRoyce Phantom, traté de mantener mis manos suaves en vez de agarrarla y que me dijera lo que había rompido de ella. ¡Dime que rompí! ¡Dime que he arruinado!
Quería que admitiera que la había arruinado tanto como yo esperaba que no lo hubiera hecho. ¿Podría alguna vez tener un pensamiento que no fuera esquizofrénico?
Tess se sentó en el asiento de al lado, mirando serena el contenido contra el cuero beige. Miraba a su alrededor, la barra de cristal, la televisión de pantalla grande, la decadencia de tal vehículo.
— Es una mañana llena de sorpresas, — susurró.
No creía que ella hubiera querido que escuchará, pero mientras me acomodaba en el asiento de atrás, le pregunté, — ¿Te importaría decirme cuáles fueron las otras sorpresas? —
¿Tal vez la parte que la había roto, espetado en voz alta, escuchado en mi maldita alma?
Mantuve las manos ocultas entre mis piernas, retratando la imagen de calma y estabilidad. Cuando realmente quería abofetearla y exigir la verdad.
Pero toda su actitud se volvió lánguida y difícil de leer. Se movió como si tuviera un delicioso secreto. No se movía como una mujer que yo hubiera destruido.
Tratando de dominar mis rápidos latidos, esperé a que ella respondiera. Pero negó con la cabeza y miró por la ventana mientras el chófer arrancaba el coche y se alejaba. Estábamos en una pista de aterrizaje en la cima de un garaje que yo poseía. Mi oficina estaba al lado. El inconveniente de viajar los últimos tres minutos pagados en dividendos para el uso del espacio del techo.
Tess cogió una copa de champán con un gorrión en vuelo sobre un rascacielos grabado en el cristal. Pasó su pulgar sobre el grabado y se dio la vuelta para mirarme. —¿Te he dicho lo mucho que me encanta tu logo? —
Me temblaban un poco los labios. A mí también me encantaba. Me había costado incontables días, dibujando frenéticamente cuando tenía dieciséis años, tratando de averiguar un logo para llevarlo con orgullo.
Cada vez lo que veía me sentía más alto, abrazando el duro trabajo que había hecho, todo lo que me había permitido liberar a tantas mujeres.
Rubias, morenas, jóvenes y viejas.
Sin esta empresa, sin mi éxito, no habría sido capaz de enviar a tantas chicas a casa después de una vida de tortura. No era frecuente que me sintiera orgulloso. Un hombre como yo, con tantos demonios en su alma, nunca podría estar verdaderamente orgulloso de lo humano que era, pero en ese momento, me estaba conteniendo.
— Me alegro de que te guste. —
De repente, me arrepentí de los cuatro días que había desperdiciado sin Tess. En lugar de tomar ventaja de contar con ella para mí mismo, yo mismo me había enterrado en la mierda del papeleo, evitando sus preguntas, sus solicitudes de conexión.
La había bloqueado emocionalmente porque no estaba listo. Todavía no estaba malditamente listo.
Pero ahora se sentía como un gran desperdicio. Podría haber averiguado todo sobre ella, hacerle muchísimas preguntas, poseer cada pulgada, cada pensamiento.
Y ahora era demasiado tarde. La había dejado libre. Ya no era mi prisionera, secuestrada en mi casa para azotarla y follarla. Ella sería conocida por mi personal. Se convertiría en una parte de mi mundo de negocios.
Se me cerró la garganta. Pesadez rodó en mi estómago, y por primera vez desde que era un niño, me sentía perdido. El terror de que Tess encontrara a otros que eran mejores que yo. Que ella podría crecer un día para odiarme y compartir mis secretos más oscuros con el mundo.
Me odiaba a mí mismo por pensar eso. Podía confiar en ella.
Pero no lo hacía y esa confesión me hacía el peor que todas las demás culpas combinadas.
Tess había aceptado a mi y a mi bestia interior. Ella se estaba enamorando de mí. Tenía un poder sobre mí que nadie había tenido antes. Y yo no confiaba en ella.
Mierda, soy una escoria.
— Quiero llevarte a cenar esta noche, — dije tratando de luchar contra la oscuridad.
Los ojos de Tess volaron hacia los míos. — ¿Cenar? ¿Como una cita? — Se rio en voz baja. — Es un poco tarde, ¿no crees? Después de haberme poseído y todo. —
Se me tensó la espalda y la oscuridad se elevó, dándome la bienvenida de nuevo en su abrazo. — Puedo llevarte a cenar sin tu permiso. Todo lo que necesito hacer es no darte de comer hasta que cedas. — En el momento en que salieron las palabras de mi boca, me froté la cara, presionándome los ojos con dedos punzantes. Maldita sea.
Respirando pesadamente, modifiqué mis palabras, — Nunca te he poseído. Siempre tuve la intención de liberarte. Solo que no podía... No antes de… — No pude terminar, no podía admitir que quería destruirla por completo antes de que regresara con su completo idiota y pequeño novio.
— Rompí mi propia ley al mantenerte, pero te envié con él antes de que tomara todo. — Miré hacia arriba, gruñendo. — ¡Hice lo correcto! —
El mismo peso aplastante que había sentido cuando salí de la habitación la mañana que envié lejos a Tess, me empujó en el asiento. Nunca me había sentido tan desesperado, tan indefenso, tan solo como lo hice cuando vi el avión despegar.
Tess se deslizó hacia mí, capturando mi mano y pasando el pulgar suavemente sobre mis nudillos. — Sé que hiciste lo correcto. Querías protegerme de ti. — Su voz ayudó a aliviar el peso que me inmobilizaba en el pecho. Me arriesgué a mirarla.
— La cosa es que no necesitaba protección. — Me lanzó una sonrisa brillante, disipando la angustia entre nosotros. —Me encantaría ir a cenar contigo, Q. —
La gravedad se desplazó. De nuevo. Arrastré a Tess a mi regazo, envolviendo mis brazos apretados alrededor de ella. En mi abrazo, sostuve la luna, las estrellas y los planetas. Sostuve mi maldita futura felicidad, y me mataría a mí mismo si lo fastidiaba.
Tess se movió en mi regazo, haciendo cosas locas que hinchaban mi erección. — No tienes que matarme de hambre, lo sabes. —
Solté un bufido, dejando caer la cabeza para inhalar su aroma fresco. En un momento de honestidad, le susurré, — Gracias. Todavía estoy aprendiendo la etiqueta corercta para pedirle una cita a mujer. —
Se movió y me miró con los ojos muy abiertos. — Tú nunca… —
Me encogí de hombros. — ¿Cómo iba a poder mientras salvaba a esclavas rotas y pagaba a profesionales? — Mierda, había admitido que usaba putas. No me jodas.
Los pensamientos se dispersaron por su cara, una huella menor de disgusto parpadeaba en sus ojos. Tragó saliva, alejando visiblemente los pensamientos. Con una mano temblorosa, me acarició la mejilla, murmurando, — En ese caso, me aseguraré de que esta sea la mejor cita que hayas tenido. —
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— Guau. Esto es increíble, — dijo Tess, con los ojos muy abiertos mientras entraba en el vestíbulo del Moineau Holdings.
El suelo estaba cubierto de diminutos mosaicos grises, marrones y negros, que representaba una nube perfecta de gorriones. Las paredes eran de mármol blanco, tan pulidos que estos rebotaban la luz solar en cada esquina, destacando una mezcla de pinturas, esculturas y fuentes de agua.
Animé a artistas locales para mostrar y vender sus obras. No me cobraban ninguna comisión y esto se había convertido en una galería de arte anónima y un lugar para ser visto.
Tess me hechizó cuando avanzó hacia delante, sumergiéndose en la grandiosidad del vestíbulo.
Esta noche.
Esta noche la llevaría a cenar y tendríamos nuestra primera conversación profunda sobre cosas triviales. Quería escuchar todos sus sueños y hacerlos realidad. Quería abrirla y conocer todos sus oscuros secretos.
— ¿Todo esto es tuyo? — Tess rompió mi sueño. Su rostro reflejaba temor mientras sus ojos escondían dolor e infelicidad.
¿Por qué coño estaba infeliz?
— Pertenece a mi compañía. Sí. — Le hice señas para que fuera hacia la izquierda y le puse la mano en la parte baja de la espalda para impulsarla hacia delante. Un toque tan inocente. Entonces, ¿por qué mi erección se hinchaba más?
Caminamos a grandes zancadas por el vestíbulo semilleno de gente hacia mi ascensor privado. Me preguntó, — ¿Qué tanto posees, Q? —
Saqué mi identificación y presioné el botón del ascensor, antes de darme la vuelta para mirarla. — ¿Eso importa? — Levanté una ceja, mirándola de cerca. Obviamente esto era muy importante para ella.
Sus ojos se dirigieron hacia los míos mientras se mordía el labio.
Mi estómago se retorció. — Lo que es mío es tuyo. Firmé el contrato con sangre, ¿recuerdas? — El recuerdo de su llegada desde Australia, traía todo tipo de deliciosas promesas, y entraba en mi mente cuando nos cortamos con el abrecartas para sellar el acuerdo. La conexión de confusión que había sentido cuando nuestra sangre se había juntado había sacudido a mi bestial centro.
Llegó el ascensor y Tess entró en aturdimiento.
En cuanto las puertas se cerraron, tomé su barbilla con los dedos. — No lo hagas. Lo que estás haciendo. Detente. —
Me dio una sonrisa triste. — Solo estoy impresionada. Vas a tener que darme tiempo para acostumbrarme. — Miró hacia abajo, pero luego me encontré con una pregunta vívida en sus profundidades grises. — ¿Por qué yo? ¿Por qué me dejaste entrar en tu vida? —
Fruncí el ceño, con ganas de golpearla por siempre por hacer una pregunta tan idiota. Nunca pensé que una mujer pudiera hacer que odiara mi riqueza. Mi capacidad de hacer lo que hacía era lo único que vivía. Pero en ese momento, quería ser pobre para hacer que Tess se sintiera más cómoda.
Le solté la barbilla, pasando mis dedos por su garganta, a lo largo del valle de sus pechos, sobre su estómago, virando hacia la cadera. Apreté los dedos con fuerza alrededor del hueso de su cadera, haciéndola chillar.
Al instante, la conciencia entre nosotros pasó a un punto álgido. El ascensor se llenó de tensión y mi cuerpo se puso pesado por la lujuria. — Ya sabes la respuesta, esclave. — Sacudí mi mano contra las cinco marcas de uñas perfectas. Yo sabía que estaban allí, la vi sangrar cuando me follé a Tess en el helicóptero.
Una marca contra otra marca, todo en nombre de domar a la bestia, recordándole que ella podía ocultar nuestra naturaleza violenta de los demás, pero su piel soportaba la verdad bajo su ropa.
— Q…— Tess luchó con ceder a la quemadura de mis dedos o luchar por alejarme. No sabía que iba a ganar, y nos miramos durante un milenio, mientras esperaba su decisión.
Tomando la decisión de sus manos, gruñí — Tienes que aceptar que todo esto es tuyo. Te necesito demasiado para dejarte ir. — La apoyé contra la pared de espejos. — Dime porqué te necesito, Tess. Sabes la verdad. —
Tess miró hacia abajo, sus pestañas gruesas provocaban sombras sobre sus mejillas. Se veía tan recatada, tan inocente y tan malditamente frágil.
Mi erección medio dura se alzó para estar completa en un segundo. Nunca estaría satisfecho con esta mujer. Todo lo que quería hacer era empujarla contra la pared y envolver sus piernas a mi alrededor. Quería estar enterrado tan profundamente dentro de ella y nunca más me volvería a preguntar porqué la había elegido a ella.
¿Por qué ella? Porque ella me había hecho malditamente feliz por primera vez en mi existencia. Ella me hacía más fuerte, más humano... mas correcto.
Su mirada se conectó con la mía, acristalándome con lujuria y necesidad. Su respiración se volvió superficial y mis ojos cayeron a sus pechos, en busca de sus duros pezones bajo la delgada camisa.
— Tú me necesitas como yo te necesito. Lo entiendo, — murmuró.
Me agaché y le acaricié la garganta, los dientes me ardían para que le rompiera la piel y lamiera. — ¿Y por qué es eso? — Mi mano se extendió a la taza de su cuello, no apretando, sólo era un cable coaxial suave, recordándole que estaba en mi poder.
Abrió la boca y su cuerpo se derritió contra el mío. — Porque…—
Mi cuerpo ardía por ella; mis orejas estaban tensas por su respuesta. — Porque… — Le lamí los labios, rogándole que terminara la frase. Tenía que saber porqué le importaba. Significaba el mundo para mí.
Mi estómago se tensó, reconociendo un nuevo cambio en mí. Nunca me había preocupado que otra persona me amara antes. Ahora, lo necesitaba más que nada. Que nunca sería capaz de eliminar las tendencias oscuras con las que había vivido toda mi vida, pero poco a poco crecía una capacidad para calmarme.
Cuando el monstruo tomaba lo que necesitaba, me daba un breve respiro en el que podía ser el hombre considerado enamorado que quería ser para ella.
Tess me devolvió el beso, susurrando en mi boca.
— Porque eres mi monstruo en la oscuridad, y yo soy tuya. —
***
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