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martes, 18 de agosto de 2020

LAGRIMAS DE TESS - CAPITULO 14


*Colibrí*

Me desperté con un terrible dolor en el vientre y una mancha de sangre entre las piernas. Me lavé suavemente en la ducha, y obligué a los recuerdos a quedarse dentro de mi mente. Nunca iba a volver a recordar esa noche. Incluso en mis pesadillas, estaba totalmente prohibido, la había borrado como si nunca hubiera sucedido. Podrían decir que eso no era buena idea, pero me mantenía a salvo y me centré en eso, en lugar de auto compadecerme y perder mi cordura.

Enterré la cabeza en la arena, pero a cambio gané libertad e inmunidad contra las cosas que me dañaban el alma. Me dolía el cuerpo, pero no más que otras lesiones que me habían hecho. El que más daño me había hecho había sido Q. Me había defraudado.

En la jerarquía de enfermos y de esclavos, mi protección y bienestar debían ser primordiales, sin embargo, se había hecho el de la vista gorda.

Después de todo lo que había hecho, anoche podría haberme roto sin remedio, pero sólo me hice más fuerte. Había llegado el momento de irme. Me merecía algo mejor. Me merecía vivir mi vida sin bastardos enfermos que quisieran violarme con objetos, sin los juegos retorcidos de Q. Nada me detendría de reventar el infierno y volver a la humanidad.

 

Pasaron cuatro días después de la horrible cena, y Suzette se negaba a hacer contacto visual. Q volvió a desaparecer, ponía la música alta, y se escuchaban las letras de las canciones con intención de irse. Lamentos franceses llenos de pesar y odio a sí mismo palpitaban a través de los altavoces:

Mes besoins sont ma défaite. Je suis un monstre dans une peau humaine.

Mis necesidades son mi perdición. Yo soy un monstruo con piel humana.

Odiaba esas canciones. Suaves canciones que hacían parecer a Q humano, convivían con los errores y la angustia, al igual que el resto de nosotros. Yo prefería las canciones furiosas. Las que tenían ritmo fuerte, que me calentaban la sangre, llenándome de energía para escapar.

Et je vais prendre ce que je veux et payerai mes propres désirs. Cauchemars de ma solitude. L’obscurité comme ami.

Y tomare lo que quiero y pagare por mis propios deseos.

Las pesadillas de mi soledad. La oscuridad como un amigo.

Cuanto más tiempo pasaba en la casa de Q, más mejoraba mi francés. Eso sucedió sin mi conocimiento. Ya no fruncía el ceño con cada palabra, y la esencia de las oraciones me quedaba clara, ya no andaba a tientas en la oscuridad del idioma.

Aunque echaba de menos a Suzette y su amistad, no me preocupaba el aislamiento. Me había quedado sola, pero me mantenía centrada.

Fingía que limpiaba, pero buscaba en la biblioteca y en el salón en busca de armas. Un abrecartas, unas tijeras, algo que me ayudara a quitarme el GPS del tobillo. No podía escapar hasta que me lo quitara. Q me encontraría con demasiada facilidad.

Mi plan de escape no estaba bien pensado. No tenía ninguna idea al estilo de Misión Imposible de tomar a Q como rehén y forzarlo a liberarme. Todo lo que tenía eran mis piernas, y algunas manzanas que había podido robar de la cocina. Parecía que vivía en una ilusión de libertad, para ir a donde quisiera, moverme con voluntad, pero buscaba armas, y me daba cuenta de lo falsa que era la libertad.

Los guardias patrullaban en la planta de arriba, manteniéndome alejada de entrar en habitaciones prohibidas. Los matones patrullaban fuera, sus respiraciones producían columnas de niebla en el aire a finales de invierno.

Podía entrar en la biblioteca, el salón, la cocina y el dormitorio. Era una jaula pequeña en comparación con la extensión de la casa. Serpenteaba investigando. ¿Dónde dormía Q? ¿Qué tenían las otras habitaciones? ¿Había mas cómo la sala de la última vez, o era peor?

Pero no me importaba. Llevaba aquí el tiempo suficiente. No iba a jugar a la damisela en apuros a la espera de que Brax llamara a la policía para rescatarme. Nunca vendrían. Dependía de mí, y estaba lista.

Salí de la biblioteca con un plumero, estaba decepcionada porque una vez más no había encontrado un utensilio afiliado.

De repente, me congelé.Se me aceleró el corazón mientras me asaltó una bocanada de pecado y cítricos. Q estaba cerca.

Je suis allé trop loin, Suzette.”[1] La voz de Q se torció con una oscuridad implacable.

Quería meterme en una bola y esconderme. Odiaba escuchar detrás de las puertas. Cada vez que lo hacía cuando era niña, escuchaba cosas desagradables que me estrechaban el estómago. Cosas de no ser deseada, ser una molestia, un estorbo.

Incluso mis padres hablaron sobre darme en adopción cuando caí muy enferma con la gripe. No querían cuidar a una niña enferma y vulnerable. Preferían cuidarse a sí mismos que a una niña inocente.

Suzette respondió, su voz venía de detrás de las escaleras de terciopelo azul. Donde estaba la puerta oculta para la sala de juegos. “No la has roto. Deberías verla, maître. El fuego todavía está en sus ojos.” El aire se erizó con pasión, hablaban de mí. Todo mi cuerpo se rebeló. Quería moverme, pero si me movía me oirían. ¿Qué haría Q entonces?

Q murmuró algo que no entendí.

“No eres como él. No dejes que esto te detenga. Créeme, ella siente algo más que odio. Una mujer sabe cuando otra quiere a un hombre.”

Q se rio entre dientes. “¿Tú me quieres, Suzette?”

Ella se rio oscuramente. “Sabes que lo hago. Pero también te agradezco tu promesa, y por eso creo que es necesario seguir adelante.” La triste resignación me hizo sentir lástima por ella.

Q era despiadado; no me importaba los demonios con los que trataba. No le daba derecho a hacer lo que hizo. Así que, ¿por qué me daba celos pensar que estaba acostándose con otra? No sabía nada de él, pero mi cuerpo se consumía, en contra de todos mis deseos.

Si Suzette estaba de mi lado, ¿por qué no me había hablado en los últimos cuatro días? Si ella me hubiera mostrado que todavía quería ser mi amiga, no podría haberme alejado, volverme rutinaria y centrarme en la libertad.

Abrí los ojos. No crees eso, Tess. ¿Podría quedarme incluso después de lo que había pasado?

Negué con la cabeza, estaba enfadada. De ninguna manera. No me podía quedar. Todo lo que necesitaba era una segunda oportunidad, y me iría. Al igual que los gorriones que había en la pared, subiría tan alto como ellos y Q nunca podría encontrarme.

“Suficiente. No voy a hablar de esto,” espetó Q, cambiando su tono anterior. La ropa crujió y me lancé hacia la biblioteca, agachándome junto a una estantería. La silueta de Q pasó junto a la puerta, y salió. El rápido destello de la luz del sol me dañó los ojos, quería correr tras él. Para correr al aire fresco y salir de este lugar, horrible y confuso lugar.

Un coche esperaba fuera, pero Q no se subió en el coche ni se fue. En cambio, salió de mi vista.No me atrevía a moverme y Suzette gritó. “Voy al pueblo, señora Sucre. Es mi medio día libre, y tengo que hacer unos recados.”

No oí la respuesta de la señora Sucre. Se me aceleró el corazón. Suzette se iba. ¡Esta era mi oportunidad! No conseguiría otra. El pueblo significaba gente. Y la gente significaba seguridad.

Suzette refunfuñó y se alejó. Como no quería perder ni un momento, salí corriendo como una atleta olímpica y me lancé hacia el vestíbulo. Busqué la puerta principal con dedos ansiosos, y corrí escaleras abajo resbalando un poco hacia el coche. Por favor, que estén las llaves.

El sol me hizo daño en los ojos. El sentir que estaba fuera me dio una explosión de felicidad. Me iba a salvar. Tess, la superviviente.

Jadeando con adrenalina, comprobé si estaban las llaves.

Nada.

¡Mierda! No podía irme conduciendo, pero podía esconderme en el coche. Sin desanimarme, intenté abrir la puerta de atrás y casi lloré de alivio cuando la abrí.

Me subí y me acurruqué todo lo que pude.Suzette bajó las escaleras. “Bonjour, Franco. ¿Me llevas al pueblo?”

Oh, mierda. Me tapé la boca. ¿Por qué no podía conducir Suzette? ¿No podía ir sin acompañante? Se me aceleró más el corazón. Había tantas cosas que podrían salir mal, Franco me podría coger, Q me castigaría.

“No hay problema. Necesito cigarrillos, así que es el momento perfecto.” La voz de Franco sonaba amable, alegre, como cualquier hombre sin preocupaciones. Obviamente, no le importaba lo que hacía su jefe con las mujeres.

Suzette se subió delante, alisando su uniforme. Franco se subió en el asiento del conductor. Mis ganas de correr menguaron.

El coche arrancó, y un fuerte ronroneo vibró en mis dientes. Me acurruqué más cuando Franco puso el vehículo en marcha y rodó suavemente. El crujido de la grava sonaba fuerte y la fuente con los tres caballos desapareció mientras nos alejábamos.

Cuanto más avanzábamos, más me asustaba. Esto podría salir mal, muy mal, pero si funcionaba, jamás volvería a ver a Q. Nunca oiría su voz ni le volvería a oler.Algo muy dentro de mí me incomodaba. Odiaba que poseyera dos de mis sentidos, posiblemente incluso tres. Era un maestro en coaccionar las necesidades de mi cuerpo, sacrificando a mi mente para el placer erótico. Había tenido suficiente traición en mi propio cuerpo.

Cada avance del coche me ilusionaba y me desilusionaba más. Mi vida me volvería a pertenecer a mí. Mi cuerpo volvería a estar dormido, ocultando sus deseos secretos. ¡Pero quiero esto! Q era un monstruo con piel humana, incluso él lo sabía, a juzgar por las elecciones de las canciones. Si dejaba que un hombre me violara con un mango de un cuchillo, quién sabía lo que haría a continuación.

Mis manos se cerraron con furia. No podía permitirme el lujo de sentir otra cosa por Q que no fuera odio. Suzette estaba equivocada, yo no sentía más que repulsión. Esperaba que, con el tiempo, mis sentidos me volvieran a pertenecer. Me gustaría olvidarme de esta pesadilla.

La emoción burbujeaba mientras conducíamos en silencio lejos del infierno, hacia la salvación.

Suzette y Franco no hablaban y yo respiraba todo lo tranquila que podía. Era extraño que me fuera sin nada. ¿Hasta dónde conseguiría ir sin dinero, tarjetas de crédito, ni pasaporte?

Mi pasaporte y mi monedero estaban en el hotel de Cancún, Por otra parte, probablemente el hotel nos había dado por perdidos cuando nunca regresamos. ¿O acaso Brax volvió? Me dirigía a casa, y me negaba a considerar la idea de que él podría haber desaparecido. Le necesitaba vivo. El era mi objetivo final. Si no le tenía, ¿para qué me había escapado?

Estás dejando una vida de sentidos abrumadores por la comodidad, Tess.

El pensamiento me sacudió el alma. A pesar de ser una prisionera de Q, nunca me había sentido tan viva. Claro, él era un hijo de puta, y las cosas que hacía no eran legales, pero al mismo tiempo me hacía vivir.

Recordé la pesadilla con pensamientos insanos, pero Q me mostró la vida que no había vivido con Brax, que no era totalmente... completa. Brax me trataba con mucho cuidado, pero nunca me hizo vibrar.

En el suelo de un coche, escapando de mi secuestrador, volví a evaluar toda mi vida. Había vivido la negación durante muchísimo tiempo, era algo natural. Me encantaba Brax, eso no podía negarlo. Pero mi amor era como un amor entre hermanos. Amor de amistad. Un amor que nunca iba a morir, pero que tampoco me consumiría. Me encantaba Brax porque él me cuidaba. Él me quería y yo lo acepté, en lugar de tener las agallas para encontrar a un hombre que hiciera que mi alma cantara.

La culpa me aplastó, presionándome contra el suelo. Me estaba mintiendo a mí misma, le había hecho mucho daño a Brax. Me eché a llorar y luché contra el impulso de sorber con la nariz. Una cosa sabía, si él todavía vivía, me gustaría hacer las paces con él. Yo sería la princesa que siempre quiso, y cuidaría de él, sin importar que él no me hubiera salvado en México.

Suzette y Franco comenzaron a charlar sin rumbo sobre el tiempo, y me obligué a escuchar, apartando mis débiles pensamientos. No podía permitirme el lujo de pensar en cosas tristes. Tenía que estar lista para correr.

A través de la ventana, vi setos y árboles sombríos, colinas y tierras de cultivo. Como una foto perfecta. Era difícil de creer que Q viviera entre la perfecta inocencia y él siguiera en la oscuridad.

Las curvas me dieron náuseas y cerré los ojos.No sabía cuánto tiempo llevaba acurrucada, quizá veinte minutos, antes de que el coche disminuyera la velocidad. Suzette preguntó, “¿Puedes ir hacia arriba en la Rue La Belle ? No tardaré.”

Franco gruñó con reconocimiento, y después de unas cuantas vueltas más, entramos en una localidad bulliciosa. Los sonidos de voces y el tráfico me emocionaron. Estaba muy cerca de ser libre.

Me atreví a abrir los ojos. Los peatones bordeaban el coche, y podía ver bonitos edificios antiguos.

Suzette se bajó. “Merci, Franco, à plus tard.”[2]

“Volveré al coche en diez minutos,” dijo con voz ronca. No podía creer lo que veía cuando Franco cerró la puerta y se alejó, tragué inmediatamente por la bulliciosa multitud.

Me acosté en el suelo, y respiré despacio en el coche vacío. ¡Estaba sola!

Espera antes de salir corriendo.

Mi cuerpo se estremeció con la necesidad de huir, pero espero un minuto agonizante. Poco a poco, me levanté, y abrí la puerta. Intenté trepar rápidamente, pero me caí delante de una anciana.

Ella frunció el ceño, alzando su bolso. “Excusez-moi,” dijo, avanzando lentamente, y continuó su camino.

Me levanté y pude ver que la concurrida calle parecía el epítome de Francia. Pintorescos letreros colgaban de las tiendas, cestas de flores y fruta fresca. Todo estaba escrito en francés, y sabía que estaría perdida dentro de un momento. ¿Dónde diablos estaba? ¿Estábamos cerca de París?

Parpadeé con asombro. Después de haber estado encerrada durante semanas, la brisa en mi piel parecía extraña; el sol era un viejo y perdido amigo. Mi corazón se alegró. Escapé.

No sabía hacia dónde habían ido Suzette o Franco, por lo que mantuve mis ojos fijos en la multitud, corriendo fugitivamente a través de la carretera donde la gente vendía fruta.

Bonjour, ma belle,”[3] me dijo un anciano inclinando la cabeza y pasé de largo. Se me hacía la boca agua con tanta comida. Todo era una explosión de sensaciones y colores, una maravilla para los sentidos.

Estaba en una multitud liberada y en estado de embriaguez. Nunca me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba ser parte de algo. Claro, las inseguridades de no ser querida habían derivado de la falta de amor de mis padres, pero hasta ahora, nunca me había evaluado lo mucho que había prosperado, hasta llegar a la universidad. Tenía amigos, buenos amigos.

Mis ojos compungidos recordaron a Fiona, Marion y Stacey. Las chicas con las que había estudiado y con quienes había esbozado los mejores edificios que podíamos imaginar. Tres casas. Mansiones bajo el agua. Y, sin embargo, ellas no me conocían. Nunca les había dicho lo que quería que hiciera Brax. Aunque compartíamos conversaciones íntimas, nunca me había abierto con ellas y había admitido que quería ser una sumisa, sólo por una noche.

Mi corazón se aceleró. ¿Qué dirían si supieran lo que había pasado? ¿Entenderían como de desobediente había sido mi cuerpo? ¿Como la tensión sexual, la ebullición no deseada, me ponía húmeda por un hombre que odiaba?

Estaba tan fuera de la esfera de la normalidad, que probablemente me llevarían directamente a la policía para una evaluación de contracción.

Policía.

Todos mis pensamientos se evaporaron. Aún no era libre.

Elegí el edificio de al lado con un pollo de color rojo en la parte frontal, llamado Le Coq. El gallo.

Hice una pausa, odiando la idea de que Q lastimaría a Suzette por dejarme escapar. Suspiré, maldiciendo que me sentía leal a quedarme, obligada por obligación más que por la ropa y el tatuaje del código de barras. Contuve la respiración, el corazón se me encogió con terror.

A pesar de mi temor por Suzette, abrí la puerta de la cafetería. La campanilla tintineó alegremente, recordando que estaba de camino a casa. No podía detenerme por la amistad de una persona que apenas conocía.

La velocidad era mi amiga mientras me acercaba a la chica que estaba en la barra. Una mujer regordeta estaba detrás del mostrador, “Bonjour, ¿que puis-je faire pour vous?[4]

Tenía la boca reseca y parpadeé. Esto era todo, no había vuelta atrás. “He sido secuestrada. Necesito un teléfono y a la policía.”



[1]He ido demasiado lejos, Suzette”. Traducción de la versión original.

[2] “Gracias, Franco. Nos vemos más tarde”. Traducción de la versión original.

[3] “Hola linda.” Traducción de la versión original.

 

[4] “Buenos días, ¿qué puedo hacer por ti?” Traducción de la versión original.




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