Gimo y lloro mientras me siento en mi trono, podemos ser monstruos juntos, así que nunca estaremos solos...
Ya no podía mirar los objetos inanes sin quererlos destrozarlos en pequeñas piezas.
Todo me molestaba. Mi temperamento estaba hirviendo constantemente, y la impotencia que sentía sobre lo que tenía que ver con Tess me paralizaba.
Ella me había excluido. Se negaba rotundamente a hablar conmigo para decirme lo que había pasado para que yo pudiera ayudarla a combatir sus pesadillas. Me miraba como si fuera un maldito extraño.
Quería decir cada palabra. Si se había dado por vencida, renunciado a ella, a nosotros, entonces no me quedaba nada. Ella podría haber muerto en Río. Podría haberlos matado a todos hasta que alguien acaba mi miseria.
Pero eso no era lo peor de todo. La peor parte eran las pesadillas y el dolor de aplastamiento de cráneo de una migraña que se negaba a romperse. Vivía con codeína y antiinflamatorios para tratar de funcionar y asegurarme de que estaba allí para Tess.
Mi única debilidad corporal estaba decidida a matarme mientras Tess arrancaba mi corazón ya adolorido.
No importaba lo que hiciera, nada funcionaba. Dormía a su lado, la cuidaba. Moría un poco por dentro. La bestia odiaba verla tan mansa y rota, mientras que el hombre aprendía una nueva compasión para cuidarla. Pero día a día, hora a hora, la pasión y la necesidad que sentía por ella, pasaron de amante a hermano. De consumido a confundido.
Sabía que ya no podía hacerle daño y la parte sana de mí no quería. Pero la parte de mí que sabía que Tess no volvería, quería matarla más rápido. Sólo para que la agonía se acabara de una vez.
Ella me miraba con tal vacío que sólo hacía que me hundiera aún más en el infierno. Nunca sería capaz de tocarla de nuevo. Nunca le sacaría sangre o le mostraría lo mucho que me importaba al usar el látigo. Eso era todo lo que se había ido. La bestia se lamentaba de que nunca volvería a tener a Tess jadeando de placerdolor, completamente a mi merced. Pero ahora lamentaba un sentimiento más profundo.
Yo la había envuelto en algodón, la había adorado durante dos semanas. Había visto cómo su cuerpo respondía al tratamiento, cómo se desvanecían los moretones, y sus pulmones echaban el líquido. Dejé de ir a trabajar para poder estar con ella cada hora. Renuncie a mi vida para asegurarme de que yo estaba allí para ella, pero ella no me quería.
Ella no quería al hombre con la bestia que quería hacerla gritar.
Ella no quería al hombre que se preocupaba por ella tan dulcemente y nunca la lastimaría.
Ella no me quiere.
Cualquier parte de mí.
Frederick se hizo cargo de la empresa, y no tenía nada que ver con mi tiempo, pero me escondía en mi casa, estando enfrentado a tantas mujeres heridas y rotas. La bestia dentro de mí temblaba y se acurrucaba en una bola. Odiaba todo. Me rogaba que me fuera. Que escapara.
Franco me encontró alejándome. — Señor, el médico y su equipo han terminado sus rondas diarias de las mujeres. ¿Los necesitas para algo más antes de salir? — Él se acercó más, mirandome.
Franco no me había dejado solo desde que Frederick le dijo que tuviera cuidado con mis migrañas. Él me había delatado ante mi propio personal para echarme un ojo. Bastardo.
Franco siempre me miraba con maldito respeto; ahora rayaba entre la amistad y la compasión. Incluso después de todo lo que habíamos hecho en el almacén, él pensaba que yo era débil.
Putamente lo odiaba. Lo odiaba todo. Odiaba a todos. Tess había hecho esto. Tess me había cortado el alma y dejado sin nada.
— Dile que se vaya. No lo necesito. — Si tenía que morir de una migraña, que así fuera... Entonces, por fin podría encontrar la paz.
— ¿Estás seguro? —
Le fulminé. — No lo hagas, Franco. No olvides nunca tu lugar. —
Él bajó sus ojos, dando un paso atrás. — No era mi intención hacerte enfadar. — Se fue sin decir una palabra, y seguí paseando a través de la casa que ya no era un santuario privado sino un hogar de convalecencia para más de veinte mujeres que habíamos traído desde Río. Cerré la puerta detrás de mí.
Cinco tenían que irse hoy. Y dos se fueron en el momento que llegaron. Algunas estaban enfermas y cuatro sufrieron shocks como el Tess, pero ninguna de ellas estaba tan herida como ella. No tenía sentido masacrar artículos que iban a vender. La única víctima había sido encontrada por uno de los mercenarios: una rubia en una tumba poco profunda con un disparo en la cabeza.
Yo no tenía propósito mientras caminaba alrededor de la gran mansión. No tenía ni brújula ni dirección. Necesitaba alejarme o golpear algo en el gimnasio. Pero todo en lo que podía pensar era Tess.
No tenía las pelotas para volver a verla. No podía soportar mirarla a los ojos sin alma. No podía soportar que me dijera que me fuera de nuevo. Podría golpearla. Podría pegarle y luego no sería mejor que los hijos de puta que la habían robado.
Golpeala. Oblígala a enfrentarse a lo que sea que la está bloqueando.
Pero en lugar de consolarme, animándome a correr a atar a Tess, la bestia se acurrucaba más profundamente en una esquina, colgando su cabeza lamentablemente. Quería esconderme y no volver nunca más.
El impulso del sprint llenó a mis extremidades y me aleje. No estaba vestido para correr, con vaqueros y una camiseta negra, pero no podía soportar más la angustia.
Fui hacia los campos bien cuidados, alejándome de los pensamientos de Tess.
Me impulse bajo los árboles antiguos, aspirando bocanadas de aire mientras corría más deprisa para alejar a mis demonios. Dejé atrás los recuerdos de sus alucinaciones y murmullos inquietos. Traté de olvidar que ella hablaba con Brax en sueños, también con sus padres.
Mis manos se cerraron y las estrellé contra un árbol mientras me lanzaba hacia el pasado. La corteza se me clavaba en los nudillos, pero no me importaba.
No me importaba nada aparte de seguir corriendo.
*****
Dos horas después, apenas podía moverme y rompí la puerta de la biblioteca. Tirándome hacia un lateral, traté de calmar mi respiración, limpiando mi cara sudorosa con el dobladillo de la camiseta.
Necesitaba una ducha, pero no podía hacer frente a subir a mi habitación todavía. La idea de ver a Tess me dolía como un hijo de puta.
Con el ceño fruncido hacia la biblioteca, recordé porqué había evitado entrar aquí. Existían demasiados recuerdos: Tess enfrentándose a la policía cuando pensaba que habían venido a arrestarme; Tess volviéndome a ofrecerme su amor.
Y ahora ese maldito amor se desvanecía. Si es que no ha desaparecido ya.
Cogí un pesado candelabro de la mesa auxiliar, lanzándolo a la chimenea. Se inclinó y se estrelló contra los ladrillos. La violencia despertó la necesidad en mí, y quería retorcerle el cuello a alguien por robarme algo tan precioso.
Apreté la mandíbula hasta que mis dientes casi se convirtieron en polvo. Necesitaba una pelea. Necesitaba matar para purgarme a mí mismo de esta... esta... extraña emoción. Esta confusión que me distorsionaba la mente.
Ya nada en mi interior tenía sentido. Cuando Tess despertó tosiendo y luchando contra los sueños, la llamé mi amor. La llamé con el cariño más dulce con el que jamás había llamado a nadie en mi vida, y ella no había reaccionado.
De buen grado le abrí mi corazón y finalmente admití que ya no sólo me preocupaba por ella. No sólo me había enamorado de ella. Me tocaba muy dentro y la amaba con cada pulgada de mi maldita alma.
Y nada.
Su fragilidad y enfermedad activaron otra parte de mí. La parte que se puso de pie para ser un protector y un proveedor. Mi necesidad de limpiar su frente y abrazarla mientras ella se curaba animó partes dormidas de mí a crecer.
Me sentía distanciado, retrocediendo desde un amante cruel que quería hacerle daño, a algo más suave. Un hombre que daría su cuerpo, se desollaría a si mismo vivo, si eso significaba que Tess sanaría. Pero esas necesidades de cuidado paralizaban a la bestia y ya no veía a Tess como una luchadora.
Por sus propias palabras, ella me estaba alejando.
Me miraba sin emoción, no como su amante que había extraído su sangre y estado tan profundamente dentro de ella, lastimado a los dos. Ella me miraba como si ya se hubiera despedido.
Me puse de pie, incapaz de estar sentado durante más tiempo. Agarrando un par de sujeta libros, los tiré contra el escritorio. Los ruidos fuertes mientras se abollaba la madera, me animaban a cosechar más anarquía.
Me convertí en una bestia, haciendo una apocalipsis en la habitación.
Arranqué las estanterías.
Se acabó.
Había roto ediciones limitadas.
Me había enamorado sólo para que terminara tan rápido.
Lancé estatuillas y pateé artefactos de valor incalculable.
Ella nunca va a volver ser mi fuerte esclave.
Cuando la habitación estaba en completo desorden, me lancé en la silla.
Sentándome hacía delante, me masajeé las sienes, tratando de desalojar la migraña.
Los recuerdos de Tess se dispararon en mi mente. Cómo echaba su cabeza hacia atrás cuando lamía su centro. Cómo gemía mientras la follaba. Cómo su piel se sonrojaba cuando le azotaba.
Esperaba que la bestia gruñera y exigiera que hiciera cosas peores. Ir hasta allí y convertirme en todo su mundo mientras la lastimaba.
Pero mi polla estaba arrugada y me alejaba de tales cosas. Todo lo que podía ver era una mujer que iba a morir, una mujer que pagó por mis pecados con su agonía y lo único que yo quería hacer era envolverla en seda y galas, y nunca volver a acercarme a ella.
*****
— Mmm, wow. Supongo que voy a necesitar un poco de ayuda para limpiar mañana. — Mis ojos se abrieron de golpe, y el fuerte oleaje de un dolor de cabeza me dieron la bienvenida de regreso al mundo de infelicidad y horror.
Suzette se movía por el cuarto oscuro, pasando por encima de los escombros, esquivando lámparas rotas.
— ¿Estás bien, amo? ¿Puedo traerte algo? — Ella se alisó el delantal, negándose a mirar el desastre que la rodeaba. Probablemente pensaba que me había vuelto completamente loco.
Me senté más derecho, pasándome una mano por la cara, tratando de disipar el dolor de cabeza. Mi ropa estaba llena de sudor, me sentía viejo. — ¿Ella está bien? — Mi voz era un gruñido. Me aclaré la garganta.
Suzette se mordió el labio antes de contestar, — Ella estará bien. Sólo necesita tiempo. —
Me tensé ante su tono. Ella mentía. — Qu’est ce qu’il y a, Suzette? ‘¿Qué pasa, Suzette?’ —
Sus ojos miraron hacia otro lado antes de que se acercara un poco más. — Me preguntó si la dejarías usar un ordenador portátil y conexión a internet. —
Me pusé en posición vertical. — ¡Todavía piensa que no la dejaré hablar con el mundo exterior! No es mi maldita prisionera. Por supuesto que puede tener un ordenador portátil. — Fui hacia mi escritorio y cogí el repuesto que siempre tenía allí.
Si Tess mostraba interés en algo, tal vez encontraría su camino de vuelta. No podía aplastar la esperanza que se había construido en mí, aunque sabía que probablemente acabara lastimándome más.
— Ten. — Lo empujé hacia Suzette.
Ella lo cogió, pero no se movió. Finalmente, levantó la vista y mi corazón se abalanzó hacia mis pies. — ¿Qué más? —
— No es mi lugar, pero no creo que debas dejar que lo tenga. — Ella trató de devolverme el portátil, pero me alejé. — No creo que esto vaya a ayudar a su recuperación. —
— ¿Qué quieres decir con que no va a ayudar? Haré cualquier cosa si eso significa que va a encontrarse a sí misma de nuevo.—Me estremecí, recordando el vacío frío en sus ojos. — Si es lo que quiere, dale el portátil, Suzette. —
Se mordió el labio. — Me gustaría darte esperanza. Decir que lo mismo me pasó a mí y que el tiempo la curará, pero... en este caso, no estoy tan segura. Creo que hay que hacer algo drástico, antes de que la pierdas. —
Suzette y yo siempre habíamos tenido un vínculo estrecho. Ella me decía cosas que no debería discutir, pero por mucho que quisiera resolver los problemas con Tess, hablar de lo que yo estaba viviendo, no podía.
No iba a discutir sobre mis sentimientos por Tess o la desesperación que sentía.
Con un pequeño suspiro, Suzette se fue, llevándose el portátil con ella. En cuanto se hubo ido, me entró el pánico. ¿Y si ella estaba en lo cierto? ¿Qué pasaba si hacía mal por dejar que Tess tuviera acceso al mundo exterior?
No tienes ninguna maldita elección, ella no es tu esclava.
No por primera vez, me hubiera gustado que lo fuera. Entonces, nada de esto hubiera pasado porque ella nunca habría salido de mi casa. Podría haberla castigado por ser tan distante conmigo, con su dueño. Ella no tendría otra opción.
Pero ella no era mi esclava.
Ella era la que me había robado el corazón y dudaba que alguna vez lo recuperaría.
*****
La migraña decidió no matarme y renuncio hace unas pocas horas. Traté de trabajar. Añadir un poco de entradas a las próximas fusiones con Frederick a través del teléfono, lo único que podía pensar era en Tess en mi cama con internet, hablando con quien sabe quien.
No era un imbécil celoso, pero estaba petrificado de que ella me hubiera bloqueado aún más. No tenía poder sobre ella y no estaba acostumbrado a tal debilidad.
La casa descansaba en silencio mientras me arrastraba escaleras arriba. No sabía qué hora era; todos se habían ido a la cama.
Cuando llegué a la puerta de mi habitación, sufrí una punzada terrible de pérdida. Puede que tuviera a Tess de vuelta, pero su corazón se había ido. Había perdido a la mujer que quería pelear y latigar y amar por el resto de mis días, y no sabía cómo actuar con la extraña rota que estaba en mi cama.
Antes le había gritado. ¿Le importaba? Quería que ella me gritara, tener una pelea con ella, cualquier cosa para llamar la emoción de su alma muerta.
Mi mano se posó en el pomo de la puerta y me llevó una eternidad darle la vuelta y entrar.
Deja de ser un cobarde.
Deten a mi corazón se hacerse daño.
Ve a matar algo, entonces te sentirás mejor.
Las sombras se tragaron la habitación mientas abría la puerta y pasaba de puntitas por la alfombra. Al igual que un cobarde de mierda, esperando hasta que Tess se quedara dormida antes de regresar.
Yo acechaba en la oscuridad, no encendí ninguna luz. Dormía con la boca ligeramente separada y el cabello enredado en la almohada. Los rizos enmarañados ahora eran agradables y limpios. Su cuerpo olía un poco a mi jabón de ducha, olor a naranja.
Ya no parecía una enferma mental que necesitaba medicamentos para hacer frente a la enfermedad. Se veía tan inocente. Sin embargo, debajo de esa piel de porcelana y cabello dorado acechaba un demonio, una tentadora que yo moría de ganas de ver viva otra vez. ¿Ella todavía existía en esa carcasa de una chica?
¿Podría liberar a la verdadera Tess? ¿Mostrarle a lo que estaba renunciando al dejarme fuera?
Por lo menos al observarla mientras dormía, podía fingir que todavía me pertenecía.
La ardiente pasión que solía poseer había desaparecido. Eso cortaba mi alma y más allá hasta la eternidad.
Mis manos se apretaron, deseando no haber enterrado el corazón desagradable del cabecilla bajo uno de los rosales. Quería arrancárselo del pecho otra vez. Era el único pedazo que tenía de él.
Tal vez la traería de vuelta a su lucha, la pasión que yo necesitaba ver.
Era tarde. Había sido un infierno las últimas semanas, y lo único que quería hacer era caer en la cama junto a Tess. Pero la tensión mental aumentaba mi dolor de cabeza y no podía dormir.
Mis manos fueron al cinturón, desnudándome de forma automática para ir a la cama. El cuero estaba cálido en mis manos y lo acaricié como lo haría un viejo amigo. Este era el mismo cinturón que le había dado la bienvenida a Tess de nuevo a mi mundo. Tal vez podría hacerlo todo de nuevo.
Me congelé. El animal dentro de mí levanto la cabeza, contemplando este repentino desarrollo.
Si despertaba a Tess con la picadura del dolor dudaba que mi esclave me diera la bienvenida. La chica rota que no me conocía podría derrumbarse más. Yo sería perjudicial para su curación.
No hay nada peor que el vacío en el que ella ya vive.
Tal vez había llegado el momento para mí de dormir en otro lugar. Removerme a mí mismo, al igual que ella había pedido. Pero si hiciera eso, nunca la tendría de vuelta. No quería admitir la derrota.
Nunca había estado tan confundido.
Suspirando profundamente, solté el cinturón, eliminando la sensación tentadora del cuero en mi mano. Imágenes de Tess en la sala de juegos rugieron en mi mente. El sonido de su piel siendo abofeteada por mi cinturón hizo eco en mis oídos. Tragué saliva, mirando la silueta de la mujer que me hacía vivir en agonía, una constante trampa de deseo y repulsión. A continuación, el impulso se alejó, dejándome frío y odiándome por ser un maldito gilipollas.
Tess ya no era lo suficientemente fuerte para ese tipo de mierda y me cerré hasta que la necesidad se alejó.
Me obligué a mirarla, mirarla realmente y no me gustaba lo que veía. La pérdida de peso, la sensación de tristeza, incluso en el sueño. Cada pulgada de mí quería subir a su lado y abrazarla. Acurrucarme a su alrededor, ofreciendo la protección de mi cuerpo, pero en su lugar me quedé quieto.
Mis manos no se aflojaron mientras luchaba contra tantos impulsos, no todos ellos tenían sentido. Nunca había estado tan vulnerable. Tan domesticado. Odiaba la falta de control de las últimas semanas. Odiaba el hecho de que esta mujer delicada tenía un poder sobre mí como ninguna otra. Ella me podría romper por la mitad si fallaba al mantener con vida. Me había roto en pedazos siendo tan remota.
La bestia dentro de mí, la que ansiaba su sangre y gritos, respiraba pesadamente con perplejidad. Todavía quería romperla, reclamarla y hacerla llorar, pero al mismo tiempo quería alejarme lejos gimiendo y olvidar que ella jamás había existido.
Quiero hacerte daño, Tess, pero ahora la idea de oír tus gritos pone enfermo a mi puto estómago.
Q, estás cambiando. Nunca te habían importado las repercusiones. Sólo la caza, sólo el placer.
¿Esto era el amor? ¿Esta debilidad? ¿Esta realidad que alteraba la mente que me dejaba perdido y confundido?
Si lo era, lo odiaba.
Echaba de menos mi sinceridad, la vida sin constantes luchas. Extrañaba el corazón frio que había construido como una fortaleza impenetrable. Echaba de menos la simplicidad.
Tess gimió en su sueño, los espasmos violentos alejándola de alguna pesadilla.
Mi corazón se aceleró mientras sus ojos se abrían, sólo para cerrarlos de nuevo al instante. — No, por favor, Q. No me odies. No lo hagas. —
Me temblaron las rodillas, amenazando con enviarme al suelo. ¿Pensaba que la odiaba? Nada más lejos de la verdad. Su cuerpo se estremeció, luego se volvió hacia un lado, encrespándose en una pequeña bola.
El portátil cerrado en sus piernas se movió y lo atrapé antes de que se deslizara fuera de la cama.
El vendaje blanco de su cuello me ayudó a calmarme. Al menos el rastreador que había formado todo este lío fue destruido y estaba fuera de su cuerpo. Esos bastardos no harían daño a nadie más, pero otros lo intentarían.
Franco se había dado derechos exclusivos para vigilar a los traficantes que habían oído hablar de mi matanza hacia el Red Wolverine. Las amenazas de muerte se fueron acumulando y pronto tendría más sangre en mis manos.
Sintiéndome como un bastardo espeluznante que la estaba mirando en la oscuridad, tome el portátil y fui a sentarme en la silla que había junto a la ventana. La luz de la luna no entraba en la habitación, lo que estaba bien para mí. No me merecía la luz de la luna con lo que iba a hacer.
Lanzando una mirada cuidadosa a Tess, abrí la tapa y esperé a que el portátil arrancara. Inmediatamente fui al historial y mi corazón se apoderó cuando se abrió su cuenta de correo electrónico.
¿Estás jodidamente seguro de que quieres hacer esto?
Por supuesto que no lo estaba. No era un fisgón. Odiaba tener que saber con quién hablaba Tess. Pero tampoco podría vivir conmigo mismo sin saberlo. Ella estaba herida muy dentro y no me dejaba entrar. Ella se negaba a hablar. Esta podría ser la única manera de que pudiera entender. Finalmente podría descifrar cómo se había agrietado su mente y ayudarla a volver a mí. Quería que sanara, no sólo por su cordura, sino por la mía también.
No iba a sobrevivir mucho más tiempo sin ella.
De: Tess Snow.
Hora: 8:22 p.m.
Para: Brax Cliffingstone.
Al instante mi piel estalló en un sudor. Lancé una mirada a la Tess dormida. ¿Por qué coño enviaba correos electrónicos a su ex?
Con el corazón adolorido, leí.
Hola Brax,
Hace mucho tiempo que no chateamos, ¿eh? Es raro porque siento como que he estado hablando mucho contigo últimamente. Ni siquiera sé porqué te estoy mensajeando. Yo sólo... mierda, no lo sé.
Permíteme comenzar de nuevo. ¿Cómo estás? ¿Cómo está Bianca? ¿Le has pedido salir ya? Ah, ¿y cómo está Blizzard? ¿Sigue masticando los zapatos que dejé?
En fin... sólo quería decir hola. Así que, hola.
Un mensaje tan incoherente con ningún punto. ¿Pensaba que no iba a verlo? Me encantaría escuchar lo que putamente diría. Pasaría el resto de mi vida escuchando su charla acerca de zapatos y cualquier otra cosa trivial si ella me dejaba.
Mi estómago se retorció cuando me desplacé hacia abajo y me di cuenta de la respuesta.
De: Brax Cliffingstone.
Hora: 8:38 p.m.
Para: Tess Snow.
¡Hola!
Wow, sé que dijiste que querías seguir siendo amigos, pero no sabia si lo harías. Es impresionante saber de ti, Tessie. Tengo que admitir que te he estado echando mucho de menos. Sigo despertándome en un sudor frío, ¿sabes? Pensando en que todavía estabas secuestrada y no podía encontrarte. Pero entonces recuerdo que estás con un chico sin el que no podías vivir y estás locamente enamorada y feliz. Cuánto me alegro. Quiero que seas feliz. Y en respuesta a tu pregunta, le pedí salir a Bianca por primera vez hace una semana. Ella quería que me diera tiempo a asegurarme de que era lo que quería. Es impresionante y estoy empezando a preocuparme de verdad por ella, pero siempre tendré una debilidad por ti.
¡Nos vemos!
No me ofrecía ningún consuelo que se hubiera mudado con otra chica, no cuando él todavía la echaba de menos y tenía una debilidad por la mujer que estaba dormida en mi maldita cama. Ella es mía, maldita sea. Quería tirar el portátil contra la pared. Quería sacudir a Tess para despertarla y exigirle una explicación.
En cambio, seguí leyendo.
De: Tess Snow.
Hora: 8:45 p.m.
Para: Brax Cliffingstone.
Oh, estás en línea. Está muy bien que estés pasándolo bien con Bianca. Me alegro de que uno de nosotros sea feliz.
Joder, con esa línea me cortó el corazón. No podía dejar de burlarse ante mí. Sonaba como una pequeña reina del drama. Sabía que tenía derecho a sentirme así, pero después de todo lo que había hecho, después de todo lo que había hecho por ella, se trabó en mi garganta como una dura pastilla.
El correo electrónico se trasladó al chat instantáneo. No podía contener la tristeza aplastante que llenaba mi pecho.
Brax: ¿Estás bien? Ese último comentario fue un poco extraño.
Tess: Sí, estoy bien. Solo he tenido un par de semanas duras.
Brax: ¿Quieres hablar de ello?
Brax: Tess, ¿estás ahí?
Brax: Si no quieres hablar de eso, no tienes que hacerlo.
Tess: No quiero hablar de ello. No puedo. Lo lamento.
Brax: ¿Hay algo que pueda hacer?
Tess: En realidad no. Simplemente hablar con alguien normal me está ayudando.
Brax: LOL. ¿Estás diciendo que tu nuevo hombre no es normal?
Brax: Holaaaa... otra vez, no tienes que contestarme si no quieres. No es de mi incumbencia.
Tess: Q es todo lo que soñé y mucho más. Es perfecto para mí.
Brax: ¿Por qué estoy escuchando un pero en esa frase?
Tess: No lo estas. Limpia tus oídos.
Brax: Jaja. ¿Qué pasa de verdad, Tessie? Me estás haciendo preocuparme.
Tess: Yo...
Brax: Sí...
Tess: Estoy vacía.
Brax: Muy bien, wow, um, eso suena como que necesitas hablar con alguien. No tengo la formación para hacer frente a respuestas crípticas como esas.
Tess: Lo siento. Vamos a hablar de otras cosas.
Brax: Espera. No cambies de tema. ¿Él te hirió? ¿Estás bien? Si él te hace daño, ayúdame, me aseguraré de arruinarlo.
Tess: No es él. Él ha sido increíble. Ha mostrado un lado que yo no sabía que existía.
Brax: Mentiras y farsas, Tessie. No evites la verdad.
Brax: Mira, no te voy a presionar, ¿pero necesitas que vaya por ti?
Tess: Eso es dulce pero no. Estoy bien.
Brax: Mierda, me tengo que ir, pero ahora me estoy volviendo loco porque no estás bien. Prometeme que me mandarás un mensaje pronto. ¿Vale? Incluso si es sólo para hablar de lo ridículo que es Blizzard.
Tess: Lo haré. Gracias...
Brax: En cualquier momento. Adiós.
El reloj del ordenador marcó las horas que llevaba sentado allí. Demasiado congelado, demasiado consumido por el dolor para moverme.
Tess no sentía nada.
Tess no sentía nada por mí.
Demasiado mal que yo sentía lo suficientemente para quemarme en agonizantes pedazos.
*****
Tess gritó al amanecer, urgiéndome a toda velocidad para pasar del coma sin sueños al modo de matar por completo.
Mi espalda bramó al caer dormido de la silla, y me puse de pie tan rápido que el portátil se cayó al suelo.
Los ojos de Tess se dispararon hacia mí; la emoción residual de su sueño apagado para ser reemplazado por el vacío.
Saltando por encima del portátil, me lancé a su lado. Tenía el cabello pegado a la frente sudorosa y lo único que quería hacer era quitárselo. Tocarla suavemente, besarla, acariciarla. Recordarme a mí mismo que todavía estaba en mi cama, aunque ella había huido mentalmente.
Nunca me había importado nada en mi vida. Claro, conservaba las aves y alimentaba la fauna local pero nunca había atendido a un ser humano enfermo. Nunca lo había necesitado. Las esclavas que venían a mí dañadas y heridas eran tratadas por una enfermera en casa. No quería estar alrededor de las cosas débiles, ya que no confiaba en mí mismo para terminar el trabajo y sacarlas de su miseria.
Pero Tess. Mierda, ella era diferente.
— Estás bien. Je suis là ‘Estoy aquí. —
Me miró sin emoción. — Pensaba que te habías ido a trabajar. Te lo dije, no tienes que cuidar de mí. Me siento mucho mejor. —
— No te sientes nada mejor, de lo contrario estarías hablando conmigo. —
Ella bajó la cabeza. — No hagas esto otra vez. Te lo dije. Nunca voy a hablar de ello. Así que deja de presionarme. —
Me incliné hacia abajo, casi nariz con nariz. — Voy a presionarte cada maldito día si eso significa que te romperás y te enfrentarás a lo que estás escondiendo. —
Quería que me abofeteara. Que me alejara, golpeara mi pecho, me gritara, llorara, cualquier cosa.
Pero parpadeó lentamente y no dijo una palabra. Sus ojos dejaron los míos, mirando hacia la ventana. — ¿Usaste el portátil anoche? —
Miré con aire de culpabilidad el portátil abandonado en la alfombra. No quería mentir, pero no quería que ella supiera lo desesperado que ella me hacía. Tragando saliva fuertemente, le dije, — Comprobé el mercado de valores. Estoy mirando cuidadosamente para ver si las cosas con Red Wolverine han afectado a las acciones de las otras inversiones. —
Su boca se abrió mientras sus ojos se estrechaban. — Wolverine. ¿El hombre que ordenó secuestrarme para vengarse contra ti? —
Maldita sea. Ella lo sabía.
Me pasé la mano por el cabello y di un paso hacia atrás. Ella merecía saber la historia completa. Escuchar lo que había pasado. Tenía tanto que decírselo.
— Tenemos que hablar, Tess. Sobre mucho. — Me moví más cerca, intentando coger su mano. — ¿Puedes por favor decirme qué pasó? —
Ella se movió antes de que la tocara. Mi mano se soltó, sin molestarme más. — Arranqué su corazón para ti. Como tú me lo pediste. He viajado por todo el mundo buscándote. He pagado más sobornos, he torturado a más gente y maté lo suficiente para aterrizar en el infierno por una eternidad. Pero no me importa, porque lo único que pensaba era tenerte en mis brazos. — Miré mis brazos, finalmente, me di cuenta de que siempre estarían vacíos de ella.
— Estás diciendo la verdad, ¿no? —
Ella ladeó la barbilla, con su comportamiento frío. — Sí. Nunca voy a volver. No puedo. Lo siento. —
La mujer a la que malditamente amaba se había ido. Mi columna se estremeció con pesar. Podría golpearla. Engatusarla. Sobornarla o rogar, y no habría ninguna diferencia.
Asentí con la cabeza, tragando la pelota de tristeza que había en mi garganta.
o podía estar más allí. No podía dejar que me matara poco a poco.
Cerré la puerta y me fui.
***
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