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martes, 22 de diciembre de 2020

QUINTESSENTIALLY - CAPÍTULO 21




Tú eres mi obsesión, yo soy tu posesión, tú eres dueña de la parte más profunda de mí…


No sé dónde fui después de que Tess se fuera. Pasé el resto de la noche mirando un jarrón horrible, sin sentir nada.

El alcohol se había ido de mi cuerpo hace horas, y Frederick, el bastardo traicionero, se fue poco tiempo después de que se Tess se fuera.

Él había hablado con ella. Sabía que lo había hecho, y si fuera honesto, me molestaría y me darían ganas de matarlo. Pero Tess había elegido. Ella había usado la palabra de seguridad, por el amor de dios.

Ella no podía hacerme más daño del que ya me había hecho.

Estaba terminado.

El sol se levantaba lentamente en un nuevo día, un día en el que tendría que fingir que no había pasado nada. Volvería a trabajar y a enterrarme bajo el papeleo. Alguien tenía que hacer frente a los rumores que había alrededor de mí. Dubois, el jefe de policía, había sido fiel a su palabra y prohibió toda mala prensa sobre Moineau Holdings, pero eso no iba a durar para siempre.

Franco ya había prevenido un ataque a mi casa de parte de los descontentos traficantes. Lo extraño era que mis acciones de otras compañías, las que no estaban contaminadas por esclavas o inversiones pecaminosas habían crecido. A la gente les gustaba invertir en una empresa que tenía moral y un director general que tenía complejo de salvador.

Tess me había hecho un favor, ella me había recordado que yo no era lo suficientemente bueno. No podía esperar tener lo que otros daban por sentado. Nunca había ganado el amor de una mujer o sido estúpidamente feliz como el resto de la raza humana. Pero tenía otras cosas por las que vivir. Salvaría más esclavas que antes; me aseguraría de que otras pudieran tener un final feliz en su lugar.

Ese sería mi legado.

Merde, tal vez debería cerrar el negocio e ir en una juerga de caza sin fin. Entonces, podría ser feliz.

Suzette apareció en el rincón de lectura en el salón donde yo me había escondido durante las últimas horas. — Ella acaba de salir, señor. — Ella miró por la ventana, sin duda viendo a Tess dirigirse hacia la calzada. — Hice lo que me dijiste y simplemente la deje ir, pero Franco no esta feliz. El coche está listo por si quieres ir tras ella. —

Una daga afilada torció mi corazón, pero apreté los dientes, obligándome a permanecer sentado.

No iba a ir tras ella. No lo haría. No después de que dijera la palabra de seguridad.

Cuando no me moví, Suzette me dejó y pasó otra hora. Cada vez que me preguntaba dónde estaba Tess, le disparaba al pensamiento justo entre sus ojos. Me negaba a pensar en ella. Negaba el dolor en mi polla, la bestia suspiraba por dentro.

Repetí una y otra vez que no la necesitaba. No necesitaba a alguien que no me necesitaba a mi.

No la necesito, maldita sea.

Un coche paró en seco fuera, pateó la gravilla contra el cristal de la ventana. Me senté para ver a Frederick en su Lexus yendo a la puerta principal. Él explotó a través del vestíbulo y del salón. Sus ojos se posaron en mí. Rasgando alrededor de los muebles, corrió hacia delante y plantó su maldito puño en mi mandíbula.

— Eres un maldito hijo de puta. De hecho, eres tan estúpido como ella. — Frederick me golpeó de nuevo, pero esta vez estaba listo para él. Me agaché y giré, conectando con su caja torácica.

Él contuvo el aliento, gritando, — Te dije que si querías mantenerla tendrías que hacer algo drástico. — Él me golpeó de nuevo, aterrizando en mi hombro derecho.

El calor pasó por mis venas y gruñí. — Hice algo drástico. ¡La golpeé y le exigí que volviera a mí, todo mientras mirabas, y luego usó la palabra de seguridad! — Agarré el horrible jarrón que había estado mirando toda la noche y lo lancé a través del cuarto. Conectó con otro vaso lleno de flores, y tronó en el suelo en un caos de porselana rota. — ¿Qué más puedo hacer? Juré que me detendría si alguna vez la usaba. —

Frederick me señaló con un dedo el pecho. — Puedes sacar la cabeza de tu culo por una vez. — Su pie conectó con mi oído. Caí, aterrizando con una rodilla en la alfombra.

Le miré, levantándome verticalmente para ofrecer un grueso conjunto de nudillos en su mandíbula.

Olvidé porqué luchamos. No era la primera vez que nos golpeábamos, y no sería la última. Al estar igualados significaba que Frederick entregaba todo lo que tenía.

Le pegué unos cuantos puñetazos en la parte superior de su cuerpo, mientras que se las arregló para esposarme alrededor de la cabeza, haciéndome ver estrellas. Resoplamos y gemimos, dando vueltas entre sí como dos idiotas con testosterona.

Cada golpe que me daba algo que echaba de menos. Me daba una razón para levantarme y patearlo malditamente hasta que se desmayara. Pero no lo hice.

A pesar de que yo vivía para ser violento, me mantuve a mi mismo domesticado. No me deje ir hacia el instinto asesino. Nunca mataría a alguien que me importaba. Y a pesar de que Frederick me volvía loco, me importaba lo suficiente como para mantenerlo con vida.

Los dos estábamos respirando con dificultad en el momento que Frederick hizo otro de sus molestos movimientos de karate y aterrizó en mi culo. Se puso de pie sobre mí, ofreciendo su mano.

La ofrenda de paz rompió la tensión y estreché su agarre, arrastrándome a mis pies.

Me lamí el interior del labio y me sorprendí gratamente cuando encontré un corte. — Te estás volviendo vicioso con los años, Roux, — murmuré, pasando un dedo a lo largo del corte.

Él resopló, arrastrando las manos por su cabello. — Te lo merecías. Eso fue por Tess. Por abofetearla y ser un imbécil. No lograras tenerla de vuelta si la forzas más adentro de ella misma.—

— ¡Pero eso es lo que siempre la hace reaccionar! Ella ansía el dolor. Ella ansía lo que yo ansio. Ella es la espectacular imagen de mí en el espejo, Roux, y la echo de menos malditamente mucho. — Mierda, ¿de dónde diablos salió eso?

Deseé haber mantenido mi boca cerrada.

Frederick asintió, una luz construyendose lentamente en sus ojos. — Tú dijiste que ella ansia lo que tú ansías. — Él inclinó la cabeza, caminando unos pasos para enfrentarme. — ¿Alguna vez dejaste que te golpeara? ¿Que te azotara? —

Cogí un vaso del aparador y se lo tiré a la cabeza.

¡Qué mierda tan blasfema para decir! ¡Dejar que ella me golpeara! De ninguna maldita manera. Ninguna oportunidad.

Frederick esquivó el proyectil; se estrelló contra la pared, añadiendo una pila de porcelana rota a las flores marchitas.

Él levantó la mano en señal de rendición, los pensamientos zumbaban en sus malditos ojos azules. — ¡Espera! Escúchame. ¿Qué pasa si dejas que ella te haga las cosas que tú haces con ella? —

Mi mandíbula se bloqueó mientras el pánico se extendía espesa y rápidamente. Nada me aterraba más. Tragué saliva al pensar en Tess haciéndome daño, degradándome, haciéndome rogar. Teniendo el dominio total y absoluto sobre mí.

— Il n’y pas moyen putain. Je ne peux pas faire ça. ‘De ninguna jodida manera. No puedo hacerlo.’ — Negué con la cabeza fuertemente. — No hay ninguna posibilidad. —

Frederick no lo dejó ir. Él se adelantó, hablando rápido. No quería escuchar. Yo estaría dispuesto a hacer cualquier cosa para traer de vuelta a Tess, ¿pero dejarla robar todo lo que me hacía a mí, mi? No quería pensar al respecto, me dolía demasiado. No era posible. Exactamente porqué no había soñado con la idea.

Eso me mataría.

— Tess me dijo anoche que ella había sido obligada para herir a las demás. Tú mismo lo dijiste, ella es lo suficientemente fuerte como para manejar cualquier cosa que la gente le hace a ella. Pero, ¿Y si no era lo suficientemente fuerte como para manejar herir a otros? ¿Y si este cierre es para evitarse a ella misma sentir el dolor cuando hizo llorar a otros, o peor? —

Retrocedí, tratando de ignorar su lógica.

Él me acorraló en el sofá, entregando de su último golpe. — Si fuera yo y la amara tanto tú dices, haría cualquier cosa. —

— Yo haría cualquier cosa, pero no eso. —

— ¿Por qué no? Piensa en ello, Q. Admítelo. —

El temperamento de la lucha se intensificó de nuevo. — Estás diciendo que tengo que hacer que ella me haga daño. Que tengo que traerla de vuelta de ese lugar y romper cada puto muro que está construyendo. Estás diciendo que tengo que sacrificar mi propia piel, mi propio dolor para traerla de vuelta. — Suspiré, con ganas de lavarme la boca. — Me estás diciendo que haga lo imposible, Roux. —

Agarré mi cráneo mientras un dolor de cabeza rugiente aparecía de la nada. El monstruo dentro de mí me arrancaba el cerebro. Nadie puede tener ese tipo de poder sobre mí.

No era lo suficientemente fuerte. No podía hacerlo.

Pero lo sabía.

A pesar de que no podía admitirlo.

Frederick estaba malditamente en lo cierto.

Imágenes de golpearla, levantarla, y follarla, se catapultaron a mi mente. Ella me había dado su confianza, total y completamente. Yo había poseído cada parte de ella en ese momento. Sus ojos estaban llenos de confianza, dándome el regalo más dulce de pensar en ella, de permitirme poseerla.

Ella necesita poseerme para encontrar su camino de vuelta.

Mierda.

Frederick me dio una palmadita en la espalda. — Me voy. Vendré a verte en unos días. Soluciónalo, Mercer. Ella es tu otra mitad y tienes que darte cuenta antes de que termines solo. Me gusta el hombre en el que te has convertido por ella. —

Parpadeé mientras Frederick me daba una última sonrisa, y fiel a su palabra, salió por la puerta principal.

Los pensamientos corrían locos en mi mente. Me quedé allí como un maldito idiota, tratando de dar sentido a lo que acababa de suceder. ¿De dónde diablos había salido? Abucheando como un hada madrina. Maldita sea, lo odiaba, a pesar de que me gustaba que él se preocupara lo suficiente para meter un cierto sentido en mí.

El reloj de pie en el vestíbulo golpeó minutos en silencio, contando los momentos que tenía antes de que Tess estuviera demasiado lejos de encontrarla. Antes de hacer una oferta a la que podía no sobrevivir. Antes de darle a Tess el mejor regalo que podía dar a nadie.

Quería olvidarme de la epifanía de Frederick. Sin duda, había otra manera de traer de vuelta a Tess. Podía ser un idiota, pero la idea de lo que tenía que hacer me convirtió en un asustado imbécil.

No puedes alejarte. No ahora. No cuando le debes todo a Tess. No cuando no podría vivir sin ella.

— Maldita sea. —

La bestia dentro de mí me repudió, dejándome arruinado.

Odiándome a mí mismo, corrí de la casa.


***


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