-->

lunes, 24 de agosto de 2020

LAGRIMAS DE TESS - CAPÍTULO 16


 *Paloma*

Murmurando en francés, Q me llevó a través de la casa.

Encontró una manta y me abrigó, hablando con ternura, como si fuera a encogerme en cualquier momento.Me acariciaba como si fuera una pluma suave cuando me recogió en sus brazos, pero sus ojos brillaban con ira ardiente. Su ira petrificada, pero me dejé acoger, ser cuidada y mantenida a salvo.

En sus brazos, me encontré con la comodidad que ansiaba. Sus latidos fuertes calmaban más que las palabras y le acaricié el cuello, ahogándome en cítricos y sándalo. Q vino por mí. Q me quería.

Sus guardias se quedaron para tratar con los cuerpos, y me puse a temblar. Los brazos de Q estaban bajo mi peso, sosteniéndome cerca. “Se acabó. No tienes que temer,” susurró. “Voy a matar a cualquiera que te lastime.”

En su voz, la verdad resplandeció brillante. Yo le creía, total y absolutamente. Q hizo por mí lo que nadie había hecho: me había protegido. Había luchado más fuerte de lo que mis padres nunca lo habían hecho, y puso la fuerza de Brax en vergüenza. Q vino a buscarme como si significara el mundo para él, mostrándome lo sola y a la deriva que había estado.

La noche fría me refrescó mientras salimos de la casa y Franco saltó con atención. Abrió la puerta trasera del coche. Q se deslizó, conmigo aún en sus brazos.

Nadie dijo una palabra todo el camino de regreso a la mansión. Q no hizo más que sostenerme, y por eso, estaba agradecida. Me dejó empapar su magnífico traje de color grafito con lágrimas saladas mientras revivía lo que había pasado. Él me apretó fuerte cuando mi temblor hizo que mis dientes castañearan.

Odiaba mi terquedad, mi lucha. Yo hice esto. A causa de mi estupidez, corrí hacía una situación que me rompió.

El viaje pareció tanto como una eternidad como un microsegundo. Cuando conducimos a través del extenso camino de entrada a la impresionante casa de Q, besó mi sien, murmurando, “Estás a salvo.”

Esas pequeñas palabras me aceleraron el corazón, cambiándome irrevocablemente. Abrieron las compuertas, y todo lo que sabía, desapareció.Todo lo que había sido, se convirtió en nada. La Tess que amaba Brax, que luchaba para escapar, se desvaneció. No era digna de la protección de Q. No era digna de ser rescatada por un hombre que había matado por ella.

Q tenía razón: yo estaba a salvo con él. Él lo hizo tan simple. No podía comprender cómo había echado a correr antes. Me alejé de la seguridad de Q, y los monstruos me encontraron en la oscuridad.

Mi corazón lloró por lo que hice, y el miedo se fijó en la idea de haber dejado el nombre de Q en el contestador automático de Brax.

Había sido problemática y salvaje, pero Q me había reclamado de todos modos. Él había sido el primero en perseguirme y sentí una felicidad dichosa dentro por tener finalmente a alguien que no me dejaría ir. Sus razones eran defectuosas y erróneas, pero saber que me encontraba en su mente, me daba la fuerza suficiente para hacer frente a la violación.

Q había hecho muchas cosas, pero nunca me rompió.Ofreció cosas que mi cuerpo quería sin yo saber cuáles eran esas cosas.

Él era mi casa. Mi maestro. Mi nueva vida.

Mi pasado no me definía. La horrible violación no me definía. Q me definía y quería que yo fuera su esclave.

¿Por qué no lo había visto tan claro antes? Un enorme peso se levantó de mis hombros; suspiré con completa sumisión.

Q se movió, mirando hacia abajo, pero me acurruqué más cerca y no miré hacia arriba. Tenía que hacer las paces con él. Disculparme, para que nunca me enviara lejos a merced del mundo otra vez.

El coche se detuvo y Franco abrió la puerta. Q me mantuvo apretada en sus brazos, llevándome a la casa.

En el momento en que la puerta se cerró, la alegría se apoderó de mí. Casa.

Suzette derrapó desde el salón. Me miró en los brazos de Q, agarrándose el pecho con profundo alivio. “Oh, dieu,merci.”[1]

Él asintió con la cabeza ligeramente mientras Suzette se acercaba, rozando su mano sobre mi cuerpo revestido con la manta.“Estoy tan feliz de que Q te haya encontrado. Eres parte de esta familia, mon amie. No corras de nuevo.”

Mi cuerpo se estremeció. Mon amie. Suzette me había llamado su amiga.

Nuevas lágrimas brotaron por haberla dejado, por ser tan egoísta. Brax no me necesitaba más, pero Q y esta nueva vida sí.

Q hizo un ruido y se dirigió hacia las escaleras. Suzette nos vio partir.Yo esperaba que Q me llevara a mi habitación, pero en el primer piso desaceleró, y abrió una puerta. Mis ojos se abrieron mientras me cargaba hacía el espacio más increíble que jamás había visto.

En las paredes había plantillas de tamaño natural de un carrusel: un potro encabritado, un carro, un oso bailando, un águila volando. Debería haber sido infantil tener imágenes en blanco y negro de un carrusel pero le daba elegancia a la habitación, una artista extravagante que jugaba bien con el resto del tema blanco y negro. Una cama de dosel con postes blancos y cortinas con barrido plata daban bienvenida, pero Q no se dirigió a la cama. Caminó hacia el cuarto de baño, con azulejos iridiscentes, una ducha doble, jacuzzi.

Q se dirigió directamente a la ducha, antes de dejarme sobre el suelo lentamente. Me aferré a sus hombros mientras me soltó. No quería que se fuera. Era lo único que mantenía mi pensamiento centrado en él, y no lo que pasó. Permanecía en negación, rehusándome a pensar en lo ocurrido. Había huido de la memoria, dejando que se infectara, tapándola con inseguridad, el dolor, y la pena abrumadora.

Mi vida ya no era perfecta, lo arruiné al escapar.Palpitaba con la necesidad de que Q me perdonara. Para que dijera que nunca me dejaría escapar de nuevo.

Q me miró a los ojos. Sus ojos verdes convertidos en una sopa de guisantes con tristeza brillando.Algo silencioso pasó entre nosotros. Viniendo por mi, se giro hacía la ducha.

Al instante, el agua caliente llovió desde dos masivas duchas, enviando agujas de calor a través de mi ropa. Incliné mi cabeza hacia ella, dejando que cada gota me calentara, purgando mi piel de suciedad y tragedia.

Q desenvolvió la manta y la lanzó fuera de la ducha. Tiró el dobladillo de mi suéter, tirando de él por encima de mi cabeza.

Su traje inmaculado se oscureció cuando la humedad se filtró en la cachemira y la seda. Lo arruinaría si no se lo quitaba. Pero no parecía importarle que su perfección se transformara en arrugado y manchado más allá de alguna reparación.Su atención se centró por completo en mí. Movía las manos rápidas y seguras, su rostro cerrado y concentrado. Pero sus ojos brillaban con ferocidad, una ferocidad que enviaba espasmos de miedo a través de mí.

Tiró mi suéter al suelo, y los ojos se fijaron en mi pecho. Mi sujetador blanco se volvió transparente y los pezones se endurecieron bajo su mirada.Apretó la mandíbula mientras dejaba caer su mirada, hacia abajo sombre mi cuerpo, sobre mi desnudez, a los entrecruzados moretones en mis muslos.

El dolor del látigo silbó bajo el agua caliente, y deseé que Q mirara hacia otro lado. Yo estaba dañada, ya no era una esclava bonita. Él podría enviarme lejos.

Q pasó un dedo suavemente a lo largo de un moretón. Me estremecí y las lágrimas corrieron mientras los recuerdos me tomaban como rehén. La ducha disolvió la enorme putrefacción de la casa de la Toscana, y las caricias de Q se volvieron brutales y desagradables.

Inspire una bocanada de aire, tratando de mantenerme en el presente, negándome a dejar que las pesadillas me chuparan hacía la oscuridad.

El rostro de Q se torció; capturó mi cara entre sus manos calientes. “¿De quién eres?” Su cara era indescifrable.

La pregunta me ancló y miré a sus pálidos ojos feroces. Conocía la respuesta que él quería. “Soy tuya.”

Él contuvo el aliento en un pesado respiro, sacudiendo el cuerpo. “Dilo otra vez, pero no en español[2].”

Q me intoxicaba. Mis labios se separaron, y quería quedarme cautiva por él, para siempre. Una antigua conexión nos encadenaba juntos. Miré en su alma, se revolvía con agonía y demonios, pero él no era un diablo.

Q bajó la mirada a mis labios. “Je suis à toi.”[3] Algo salvaje calentó sus gestos; él apretó la boca contra la mía en un beso rápido. “Quiere decir, yo soy tuya.”

Mi aliento tartamudeaba con potentes cortes, profundo y rápido, encendiendo partes rotas con chispas. Su encanto, su poder, todo magnificado a un puño alrededor de mi estómago. En el hueco oscuro de mi cerebro, traduje sus palabras a él siendo mío. El poderoso viaje de las pequeñas palabras era indescriptible.

No era de extrañar que quisiera que yo lo dijera. Estaba borracha con ellas. Él era el mío. Mío.

¿Qué vida había vivido Q, que necesitaba oír tan fuerte afirmación? ¿Qué fantasmas lo perseguían?

Q apretó sus dedos, mordiendo mi mandíbula. “Dilo.”

Con su mando, buscaba a tientas en la víctima que era yo, la sobreviviente de violación, la esclava. El breve sentido de pertenencia me dejó despojada.

Q torció mi pezón bajo el material húmedo de mi sujetador. Su crueldad enrojeció mi piel y la lucha se escabulló dentro de la rendición. Me convirtió en necesitada y dañada. Yo había estado tan cerca de hallar la fuerza, pero él la tomo en un instante.

Nuevas lágrimas se derramaron cuando dije en voz baja, “Je suis toi.”

Q suspiró pesadamente, apoyando su frente en la mía. “¿Vas a correr de nuevo? ¿Vas a dejar al hombre que te quiere por encima de todos los demás? ¿Dejarás su protección?” Su voz vaciló con arrepentimiento, resignación, como si esperara que corriera, y ya estuviera sufriendo la soledad.

Mis ojos se abrieron como platos; negué con la cabeza. “No, no voy a correr de nuevo.”

Me miró con ojos entrecerrados. “¿Cómo puedes estar tan segura? ¿No te asusto? ¿No me repudias?”

Él nunca me repudió, y el miedo donde Q estaba preocupado era un afrodisíaco. Pero no podía decírselo. “Nunca voy a escapar. Je suis à toi.”

Con un movimiento de cabeza agudo, me desenganchó el sujetador. Había gotas pegadas a sus pestañas mientras fruncía el ceño, arrojando la ropa interior endeble desde la ducha.

La dinámica de él completamente vestido en un empapado traje y yo desnuda y golpeada, me recordó una vez más, que no estaba en igualdad. Este no era un hombre cuidando de mí porque me amaba o me quería, él era mi dueño, la fijación de una posesión.

Q me empujó contra las baldosas, y mi cuerpo se agitó con dolor. Envolvió dedos fuertes alrededor de mi garganta y el pánico se disparó. Q saltó la barrera, desatando su ira. “¡Tu malditamente corriste, perra! ¿Sabes cuan duro estoy tratando de hacerte feliz? ¿Disfrutarte mientras trato de no romperte? ¿Te he lastimado seriamente? ¿Te he violado? ¿Te he hecho daño incalculable?”

Se apartó, como si estuviera horrorizado con lo que había hecho. Observó con amplios e incrédulos ojos mientras yo tosía y frotaba mi cuello. Dedos fantasmas permanecieron alrededor de mi carne.

Yo temblaba, observando, esperando otro estallido, esperando que él me golpeara. Después de todo, me lo merecía.

Q gruñó, pasándose las manos sobre su elegante cabello. “Respóndeme, esclave. ¿Es realmente tan malo ser mi propiedad?”

Bajé la cabeza. Yo estaba tan jodida cuando llegue a Q. No me había violado, pero había puesto en situaciones que violaron mi mente, cambiándome por dentro, y que me hizo enfrentarme a oscuros deseos a pesar de estar aferrándome a la idea de amar a un hombre como Brax.

Él me torturó con juegos, y dejo que un hombre me metiera la empuñadura de una daga en mi interior. Hizo muchas cosas, pero ninguna tan mala como la bestia y el conductor.

No sé por qué, pero necesito que me quieras.

Me derrumbé sobre mis rodillas, gritando mientras la marcada piel de mis piernas quemaba y los azulejos golpeaban contra mis rótulas. Me incliné a sus pies, no era capaz de hacer algo más. Él me odiaba. Él me echaría, entonces, ¿dónde podría ir? ¿Quién me querría después de esto?

“¡Lo siento!” Grité, cogiendo aire largamente, tragando respiraciones como algo fracturado. Jadeé mientras la tristeza, la autocompasión, y la perdición me asfixiaban, “Me lastimas, me atormentas...” Los sollozos detenían mis palabras; Me envolví los brazos alrededor de mí misma. “Pero, ¡te necesito! No podía hacer esto. ¡No puedo!”

Q no ofreció consuelo; él no me dio lo que yo necesitaba, se quedó allí con su aura de poder y crueldad, viéndome disolverme.¿Donde se había ido el hombre que me cargó por las escaleras? Ese era el hombre que necesitaba. No este bastardo. Este dueño.

Q se agachó, tratando de desenganchar los brazos de alrededor de mi caja torácica, pero peleé y me acurruqué en la esquina. Cabello rubio enmarañado a mi alrededor, ofreciéndome protección de su mirada lívida.

“Je suis un salaud,” [4]murmuró, tirando de mí a su regazo. Su traje goteaba líquido cuando él se apoyó contra la pared, balanceándome. Quería estar de acuerdo, él era un bastardo, pero el dolor en su voz me dolió profundamente. Él realmente lo creía, en un nivel mucho más profundo.

Tantas cosas pasaron por mi cuerpo al ser sostenida de esa forma. Quería acurrucarme, dejar que me susurrara y me calmara; otra parte quería correr porque su compasión era falsa y me lastimaba aún más. Pero no podía hacer ninguna de las dos. Era débil, y las lágrimas me tenían de rehén.

Q me frotó la espalda, las piernas extendidas en el piso de la ducha. Entre lágrimas vidriosas, me di cuenta de que él todavía llevaba zapatos. ¿No le importaba nada de lo que poseía? ¿Éramos todos desechables?

Lloré más fuerte.

Q me agarró con más fuerza, murmurando, “Eres mía, esclave. Mía para cuidarte. Mía para arreglarte. Voy a permitirte llorar mientras te limpio, pero en el momento en que estés limpia, pararás. ¿Lo entiendes?”

Parpadeé a través de las lágrimas, temblando tanto que no podía responder.

“Todo lo que ha pasado esta noche lo olvidarás, y solo recordaras lo que yo hago para ti. ¿Está claro?” Él me sacudió. “Respóndeme, esclave.”

Asentí con la cabeza. Sentí alivio cuando me ordenó olvidar y que debía obedecer. Después de todo, Q poseía mi sentido del oído, no podía rechazarlo. “Lo entiendo.”

Asintió con la cabeza bruscamente, fue hacía arriba, a un estante de cristal, donde descansaban una serie de botellas de cristal. Cogió una, echó un puñado de champú perfumado y me puso las palmas en la cabeza.

En el momento en que sus manos me masajearon, me fracturé de nuevo. Sollozos destruidos explotaron en mi pecho y me doblé por el dolor. No por la violación, o por la ira de Q, era debido a su contacto. Nadie me había tocado con tanta ternura. Mis padres nunca me habían abrazado o ofrecido comodidad en sus brazos. Crecí sin saber cómo abrazar, besar o amar. Brax había llegado, y con su dulzura, me había ayudado a sanar. Incluso con su ternura despreocupada, nunca me sostuvo, nunca vio la verdadero yo o me lavó o me atendió.

Había llegado a ser secuestrada y vendida a un hombre que no me quería, para mostrar lo mucho que le hacía falta a mi existencia. Q destrozó mis paredes con sus incorrectos modales. ¿Cómo iba a volver a una vida donde mis sentidos vivían en el limbo? ¿Donde nadie se preocupaba lo suficiente como para matar por mí?

Q paró de lavarme el cabello, recogiéndome más fuerte hacia él. Choqué contra su húmedo, y vestido pecho, inhalando su aroma único.

Él me dejó llorar y no me reprendió o controlo. Me ofreció comodidad en silencio. Sus labios presionaron mi frente, susurrando, “Je suis là” una y otra. Estoy aquí. Estoy aquí.

En su bondad, me convirtió en la perfecta esclava. No necesitaba su ira para convertirme en devota. Necesitaba sus suaves momentos, su amor gentil era mi perdición, no sus exigencias ni sus amenazas. Era lamentable la forma en que yo necesitaba la compasión, el compañerismo.

Las lágrimas cambiaron de depresión a liberación. Después de veinte años de lucha, finalmente pertenecía.

El agua caía en cascada a nuestro alrededor, pero Q nunca dejó de mecerme, nunca dejé de importarle.

Todo lo que sabía de él estaba mal. ¿Quién era este hombre que me dejaba romperme en su brazos? ¿Quién era este hombre que se preocupaba tanto por mí?

Eventualmente, lloré hasta secarme, y Q seguía lavando mi cabello. Me quedé acurrucada en su regazo mientras con dedos firmes me masajeó el cuello, los hombros y la espalda, trabajando en los calambres de mi cuerpo. Sus manos mostraron un nivel de felicidad que nunca había experimentado. En el suelo de la ducha, era su mascota. Suya. De la cabeza a los pies.

Después de lavar mi cabello, dejó caer sus manos con jabón a mis pechos. Su toque se mantuvo platónico en el lugar de lleno de lujuria y demandas. Una vez que mis pechos se lavaron, me enjabonó los brazos, la garganta y el vientre.

Me llevo a la satisfacción, cubriéndome de nueva felicidad. Me quedé helada cuando su aliento se detuvo, con las manos rodeando mi vientre bajo.El vapor de la ducha mezclada con la tensión, y sabía que sus pensamientos se habían transformado de cuidar a necesitar.

Presionando su frente contra mi mejilla, con su cabello húmedo mezclado con el mío. “Déjame hacerte olvidar. Déjame darte un nuevo recuerdo, esclave.”

Su ronroneo se enganchó a mi respiración, y la felicidad se agudizó con necesidad. Mi cuerpo lo quería, sustituir la agonía de la bestia. Q no me haría daño. No como esos hombres.

Asentí infinitesimalmente.

La respiración de Q se volvió dura, bajando la mano con angustiosa lentitud, tocó mi pierna, evitando las marcas, acariciando con reverencia. Centímetro a centímetro, hizo su camino hasta mi muslo interno, hasta que los dedos exploradores encontraron mi calor.

Me sacudí mientras rodeaba mi entrada. Más lágrimas estallaron, pero él las besó enviándolas lejos, añadiendo presión a su agarre, manteniéndome quieta. “Écarte tes jambes pour moi.” (Ábrete para mí.)

Su voz ordenó y yo obedecí, relajando los músculos tensos, las rodillas se abrieron ligeramente. Q tomo toda la ventaja.

Inserto un dedo, siempre tan gradualmente en el interior. Él me hizo el amor con su dedo, pero yo me estremecía por el dolor de las abrasiones de la bestia.

Q dejó caer la cabeza, mordiendo mi clavícula, haciendo un silbido entre los dientes. “Sólo piensa en mí y en lo que estoy haciendo. Hay intimidad en el dolor, esclave. Permíteme hacer de tu dolor, mi placer.”

Me resistí mientras su dedo entraba con fuerza, presionando contra profundas contusiones, reclamándome para sí mismo. Fruncí el ceño, centrándome exclusivamente en sus brazos a mi alrededor, su toque dentro. El estaba en lo cierto: había intimidad en el dolor. Nunca me había sentido tan despojada, tan encantada por alguien como lo hacía en ese momento.

Q sacudió su mano contra mi clítoris, con su dedo calando dentro de mí. Me mojé para él, arqueándome en sus brazos. Este era el hombre que me llamaba. Mi maestro.

Él contuvo el aliento, presionando su cara en mi escote. Lamiendo el valle de mis pechos, insertó otro dedo, presionando profundo. Mi boca se abrió, y traté de apartar los pensamientos de mi mente.

“Me cautivas cuando te dejas ir, esclave. Déjate ir.”

Y al igual que la esclava obediente, obedecí. Maullé y lloré, meciendo las caderas para encontrarme con el empuje de sus yemas. Gemí mientras mi vientre se apretaba, calentando, amando la intrusión de su toque.

Me mordió la oreja, gruñendo mientras dejé que mis piernas se abrieran en su regazo, entregándome por completo. Él respiró con fuerza, su aliento nublaba mi alrededor con menta y especias.

Sin previo aviso, se retiró y untó mi humedad alrededor de mi clítoris, pellizcando y frotando. Las chispas de la necesidad burbujeando y apareciendo, haciendo su camino por mis piernas.

Él gimió mientras me retorcía en su regazo. Su propia necesidad le hacía estragos, haciéndolo temblar mientras presionaba su polla dura contra mi cadera.

Me quedé sin aliento y presioné hacia atrás, amando el regalo que me daba: el don del poder sensual. Dejándome ir, se encendió.

Él me necesitaba tanto como yo lo necesitaba. El conocimiento magnificaba mi lujuria mil veces. Con una audacia que nunca supe que tenía, capturé su muñeca, deteniéndolo de jugar con mi clítoris.

Sus ojos se dispararon a los míos, los labios entreabiertos y relucientes. Nunca mirando lejos, guie sus dedos hacia dentro, haciendo una reverencia en sus brazos mientras yo presionaba profundo. Mi carne le dio la bienvenida y me cabalgó con su mano como siempre quise.

Era el turno de Q de romperse. Con sus dedos follándome, me empujó fuera de su regazo y me puso en el suelo frío de los azulejos. Mi columna se quejó, y me resultaba difícil respirar con agua caliente cayendo en mi cara, pero nada de eso importaba.No importaba porque Q arrancó sus dedos de mí, buscando a tientas deshacer la hebilla de su cinturón. Había llegado a su punto de ruptura.

Llegué a la bragueta, ayudando a liberar su dura polla de las ropas empapadas. Jadeamos y maldecimos, ambos consumidos con la necesidad de follar, de conectar, de disfrutar.

Q empujó sus pantalones fuera de sus caderas, seguido por bóxers negros. Su magnífica polla sobresalía con orgullo, y sentí un momento de miedo. Tragué saliva mientras Q me miraba con sus ardientes ojos verdes pálido. “Te voy a dar lo que necesitas. No me temas.” Su voz venía desde lo más profundo.

Asentí con la cabeza.

Me agarró las caderas, resbalándome debajo de él, situándose entre mis piernas en un rápido y posesivo movimiento. Yo jadeaba, mirando hacia arriba. Mi cuerpo estaba demasiado caliente, mi corazón latía demasiado rápido, y se sentía como si fuera mi primera vez. La primera vez que un hombre había logrado introducir todas mis fantasías en una sola conexión, la posesión, la lujuria, la pasión.

Q aplastó su boca con la mía, su sabor me llenó. Su dulce menta oscura exterminó la acidez metálica del conductor poniendo su dedo en mi boca. Gemí, arrastrándolo más cerca. De buen grado di a Q mi sentido del gusto.

Me ahogué en su olor, el tacto, el gusto, y el sonido. Mi corazón se mantuvo a flote mientras su gemido vibró a través de mí.

Su lengua jodió mi boca y mi visión.  Se alejó y me mareé. Saliva mezclada con el agua de la ducha y nos bebimos el uno al otro.

Q presiono, empujando su polla dentro sólo un poco.Se congeló y dejo de besarme. “¿Estás en control de natalidad?”

Wow, ¿Cuán irresponsable podría ser? Yo ni siquiera había pensado en la protección. Empujé mi cabello lejos, con la esperanza de que Q no tuviera ninguna enfermedad. Bajé mis ojos. “Estoy con la inyección.”

“¿Y con cuántos hombres has estado?” preguntó, con lujuria ardiente.

Quería decir que nadie porque la respuesta era un arma de doble filo. Brax había sido el primero y el único... hasta esta noche.

Q debió haber visto la respuesta en mi cara mientras asintió con la cabeza. “No tienes que contestar. Y no tienes que preocuparte por mí.”

Era extraño hacer una pausa y hablar sobre protección, cuando nos balanceábamos en el borde fino del sexo errático, pero me ofrecía paz. Me permitió deshacer las auto­restricciones y abrazar mis calientes deseos. Era mi verdadera primera vez en la vida. “Te quiero dentro de mí. Te necesito,” susurré.

La respuesta de Q fue besarme tan fuerte, que lastimó mis labios. Con un duro empuje, se empaló a sí mismo en el interior. Mi humedad lo aceptó en un suave y sensual deslizamiento, sin dolor ni agonía, sólo placer y éxtasis. Su traje se frotó contrami piel húmeda; mi espalda gritó desde los implacables azulejos, pero no me importaba.

Q gruñó, llenándome por completo, cavando las yemas de sus dedos en mi cintura, manteniéndome inmovilizada.“He querido follar contigo desde que llegaste,” él jadeó, balanceándose, construyendo un fuego ardiente.

Yo no podía hablar, sólo podía centrarme en Q y su calor en el interior. Él me follaba con arrogancia y poder. Cada empuje me recordaba que le pertenecía. Un orgasmo profundo se construyó, y gemí por la intensidad.

Q se sacudió con más fuerza, presionándome contra el suelo mientras nos deslizábamos por todo el lugar. “Eso es todo. Dame algo tuyo. Me debes eso.”Dejó caer la restricción, y se dejó ir dentro de mí maldiciendo en francés, con los ojos brillando con tantas cosas, y me sentí impresionada por lo que me dejó ver.

Mi cuerpo respondió: apretando, construyendo, olvidando el abuso de la bestia.

Q me mordió la oreja, presionando su proporcionado pecho contra el mío, su polla engrosándose en mi interior, calentando, abrasando. El borde fino del placery la violencia me desarmo. “Córrete por mí, esclave.”

Sus palabras mágicas me doblaron a su voluntad, y mi cuerpo ya no me obedecía. Le obedecía a su nuevo propietario.

Grité mientras un orgasmo me recorría de los pies, hasta las pantorrillas, los muslos, y finalmente detonó, dentro de mi núcleo. Me agité a su alrededor, estirándome fuertemente, ordeñando cada ola de liberación.Los fuegos artificiales no eran suficientes, yo fui mas arriba, presionando los empujes de Q y el olor y el gusto y el éxtasis desenfrenado.

Fuegos artificiales impulsaron a los cometas y los cometas tronaron en las galaxias mientras Q bombeaba con más fuerza.

Él gritó, “Baise moi.”[5]. Demonios. Él retrocedió, sus brazos cerrados mientras se metía dentro mío, más duro que lo que alguna vez había sido tomada.Bolas lisas se abofetearon contra mi culo; Me quemaba, ardía, incendiando su demanda. “Tómame, toma una parte de mi” gruñó.

En el fondo, lo sentí chorrear, empapándome en calidez, marcándome, mientras que al mismo tiempo renunciaba a una parte de sí mismo.

Temblando, lo último de su clímax lo dejo seco. Se desplomó en la parte superior, sin preocuparse acerca de la ducha llena de vapor, o su traje arruinado. Los zumbidos de su corazón igualaron a los míos mientras nos hundíamos en el suelo, incapaz de movernos.

Por primera vez en mi vida, sentí un vinculo. La profunda conexión, una parte intrínseca de mí perteneciendo a él. No sólo dueño y esclava, también hombre y mujer.

¿Era el hombre para hacer cantar a mi corazón? ¿Este dominador prepotente que me quería sumisa un momento y luego me envolvía en algodón al siguiente?

No podía negar que me había dado un regalo egoísta. Mi cuerpo ya no se estremecía por lo que había pasado. Él me había dado un nuevo recuerdo lleno de desgarradora brutalidad. Palpitaba con un orgasmo residual, inquietantemente vacante gracias al llanto de mi alma quebrada.

Q encontró mis ojos, y su ira a fuego lento me hizo tragar. “¿Estoy en problemas?” Él parecía como si quisiera ponerme encima de su rodilla y azotarme.

Sus labios temblaron y golpeó un lado de mi culo. “Ah, esclave, estás en serios problemas. Nunca seré capaz de dejarte en paz a partir de ahora.”



[1] “Oh, Gracias a Dios.”

[2] Se refiere al ingles en la versión original.

[3] “Soy tuya”

[4] “Soy un bastardo”. Traducción de la versión original

No hay comentarios:

Publicar un comentario